No me sorprende que llegues a tanta altura, porque sé que estás profundamente enraizada en la humildad |
¡Oh Virgen, tallo glorioso!
¿Hasta qué sublime altura levantas tu corola? Hasta Aquél que está sentado en
el Trono, hasta el Señor de la Majestad. No me sorprende que llegues a tanta
altura, porque sé que estás profundamente enraizada en la humildad. Dios te
salve, María, llena de gracia. Verdaderamente llena de gracia, porque agradas a
Dios, a los Ángeles, a los hombres; a los hombres por tu maternidad, a los
Ángeles por tu Virginidad, a Dios por tu humildad. Precisamente con tu humildad
atraes la mirada del Señor, de Aquél que
se inclina sobre los humildes, mientras mira desde lejos a los soberbios. Los
ojos de Satanás se fijan en todo lo que es alto y soberbio, pero los ojos de
Dios se fijan en todo lo que es bajo y humilde.
San Bernardo
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