DÍA VEINTIUNO
MARÍA, FLOR DE LAS FLORES
Fuiste Tú, Madre mía, la flor blanca, pura y nacarada, en cuyo cáliz se posó el
rocío del cielo, Jesús... El Sol del cielo besó ese cáliz, fecundándolo... La
gracia puso en Ti aromas y colores, que Te hacen la Flor por excelencia bella...
Te levantas en el vergel florido de las almas buenas como el lirio se yergue en
la pradera, para ser rey de los campos y de las flores...
Reina de las flores, gustas, Madre mía, que las almas sean jardín florido, bajo
los rayos del Sol de la gracia, Jesús... Las flores de estos jardines son la
mejor gala de tus altares en el mes de Mayo... ¿Hay flores en mi alma? Lirios
de pureza, violetas de humildad, rosas de caridad, pasionarias de penitencia...
¿las hay en mi alma? Quiero cuidar con más cariño el árido, pobre jardín mío,
hasta ahora tan abandonado...
Propósito.- Ofrece todos los días a María un flor
espiritual.
DÍA VEINTIDOS
MARÍA, SENDA DEL PARAÍSO
Los hombres vivían alejados del camino de la verdadera vida... Cuarenta siglos
anduvieron errantes, a ciegas, sin encontrarlo... Jesús vino a la tierra, y,
sin que nadie pudiese discutirle, dijo: Yo soy el camino... Camino que lleva
indefectible y seguramente a la vida, que es el mismo Dios... Pero, Tú, Madre
mía, eres madre de Jesús, Tú eres Jesús comenzado, el principio de esa senda
segura y hermosa del cielo... Encontrarte, tenerte a Ti, es encontrar y tener a
Jesús...
Las madres enseñan a dar los primeros pasos a sus hijos... Las madres los
llevan dulcemente de la mano, para que no tropiecen... Madre mía, enséñame,
guíame en el camino del cielo... Tú eres ese mismo camino... ¡Qué dicha de
haberte encontrado! ¡Oh, no quiero apartarme jamás de Ti!...
Propósito.- Confía a la Virgen
la dirección de tu alma.
DÍA VEINTITRÉS
MARÍA, ESCALA DEL CIELO
Es cierto, Madre mía, que Jesús, tu Hijo, fue el soberano
reconciliador de los hombres con Dios… El es, no sólo la Víctima, Hostia y
Sacerdote, sino también el Medianero que vive siempre en el cielo, según frase
de los Libros Santos, “intercediendo por nosotros”, como Hombre Dios… Pero,
esta misma condición de Dios, ¿no pudiera ser motivo de temor a las almas
débiles, pusilánimes, cargadas de crímenes, que han provocado las justas iras
de ese Dios?... ¿Cómo acudir a Él por Él?...
Tú realizas, Madre mía, esa misión, recibiendo en tus brazos
de madre a entrambos hijos: al ofendido y al ofensor… Por esto mismo eres la
escala del cielo… Las almas débiles y pusilánimes, acobardadas por grandes
pecados, pueden sin miedo acudir a Ti, seguras de que el miedo no las hará
vacilar al subir por Ti a las alturas del Dios del cielo…
Propósito.- Acudir siempre a Jesús por María.
DÍA VEINTICUATRO
MARÍA, SEÑORA MÍA
No es preciso, ponderar, Madre mía, por qué soy tuyo… Tienes
todos los títulos a un dominio pleno sobre mí, como Reina y Madre mía… Pero mi
corazón, ansiando ligarse aún más fuertemente a Ti, quiere recrearse en este
título con que hoy Te invoco… ¡Señora mía! No deseo tener otro dueño que Tú…
Quiero pertenecerte entera y totalmente…
Tú, Madre mía, eres mi Señora, y yo soy tu siervo humilde…
Tú mandas en mí, y yo quiero obedecerte… Tú no permitas que alguien impere en
mí, y yo no quiero tener otra Señora que Tú… Tú vela y cuida de mí, y yo me
abandono enteramente a tu protección… Tú recibe mis humildes servicios y dame,
Señora, como mejor premio y salario el servirte eternamente.
Propósito.- Ofrécete y conságrate a María, como humilde
esclavo suyo.
DÍA VEINTICINCO
MARÍA, SOSTÉN MÍO
¿No son los hijos siempre niños para sus madres, dulce Madre
mía?... Porque lo son, se convierten ellas en el apoyo más fiel, dulce y fuerte
y constante de ellos… En las horas de duda, lucha, vacilación, están ellas al
lado de sus hijos con la ilusión y consagración de los días de la infancia,
para llevarlos de la mano, sortear los peligros, calentarlos en su regazo y
cobijarlos con su pecho…
Mi guía y sostén eres Tú, Madre mía de mi alma… Pobre niño,
vacilo, y titubeo, y temo, y… no sé andar… Dame Tú la mano blanda,
acariciadora, maternal, para que no tropiece, vacile y caiga… ¿Quién mejor
puede sostenerme que Tú?... Madre mía, me apoyo e Ti, con la confianza y
dejadez de un niño…
Propósito.- Ten sentimientos infantiles con relación a tu
Madre, María.
DÍA VEINTISÉIS
MARÍA, GLORIA MÍA
¡Qué santo y legítimo es el orgullo con que un hijo llama
madre a la mujer digna por todos los títulos, de este augusto nombre…! Madre,
vale tanto como abnegación, dedicación, providencia, ternura, comprensión,
indulgencia, amor, amor, amor… ¡Con qué santo orgullo pienso que Tú eres mi
madre!, ¡oh, dulce Madre mía…! No hay dote excelsa que no brille en Ti para mí…
La grandeza, la bondad, la belleza, triple diadema, hecha por Dios, ciñe tus
sienes… para mí…
Tú, Madre mía, eres mi gloria, porque jamás pude soñar, ni
mucho menos merecer, tenerte por madre… ¡Si yo fuera gloria tuya…! ¡Si pudiera
ser para Ti el timbre de orgullo que lo son los buenos hijos para sus madres…!
Quiero serlo… Pero, al menos, acuérdate de que, aunque no lo sea como debiera,
siempre lo será para Ti el ser buena hasta para los malos… ¡Madre mía…!
Propósito.- No deshonres con tu vida el excelso título de
hijo de María.
DÍA VEINTISIETE
MARÍA, CONSUELO MÍO
Es éste otro de los dulces oficios de madre: consolar a los
hijos… La vida es inquietud, y en la inquietud hay torturas… La vida es llanto,
y en el llanto hay duelo… La vida es un continuo agonizar, y la agonía es el
mayor dolor… En las luchas, en las inquietudes, en las lágrimas, en la agonía…
¿quién puede consolar, sabe consolar y quiere consolar como una madre…?
Tú, Madre mía, fuiste para Jesús el único consuelo de su
vida… Sus divinos ojos pudieron beber siempre el maternal consuelo en los tuyos
maternales… En su infancia, en su destierro, en su vida apostólica, en su
pasión… el único lenitivo fuiste Tú…
Jesús, Madre mía, Dios, no precisaba tanto esos maternales
consuelos como yo, pobre, desgraciado hijo tuyo también… ¡Qué profundamente
necesito en la vida, oh Madre, de tus consuelos…!
Propósito.- En las dificultades de la vida, acude siempre a
María.
DÍA VEINTIOCHO
MARÍA, MADRE SOLÍCITA
Nadie vela con el interés de una madre. Únanse en ella la
intuición y el instinto, el amor y el deber y la abnegación para convertirla en
la providencia de los hijos… En el nido del hogar extiende las calientes alas,
cobijando…; y clava los ojos, avizores, en el horizonte, precaviendo peligros…;
y rasga el propio pecho, si es preciso, como el pelícano amoroso, dando la
propia sangre, y en ella la vida, a sus hijitos…
Solicitud, desvelo constante eres Tú, Madre mía, para mí… Aquella
escena de las bodas de Caná, en que atiendes con tierno interés la preocupación
de los jóvenes esposos, e impulsas a tu Hijo a obrar el primer milagro… ¡qué
constantemente se repite…! ¡No tienen vino…! exclamaste, dirigiéndote a Jesús…
¡Madre mía! Con intuición de madre Tú adivinas aun aquello mismo que no sé
decirte o no acierto a decirte… Anticípate Tú a mis necesidades, cuídame,
defiéndeme… interesa a Jesús por mí…
Propósito.- Ten gran confianza en la solicitud maternal de
María, al mirar el provenir.
DÍA VEINTINUEVE
MARÍA, REINA Y MADRE DEL PURGATORIO
También en el Purgatorio, lugar de expiación y de dolor,
reinas Tú, Madre mía… Las almas que allí viven te han amado en la tierra, han
muerto en tus brazos, invocando tu Nombre… Te han encontrado nuevamente en el
divino Tribunal, como Abogada y Defensora… Te aman ardientemente, cantando tus
bondades, mirándote suplicantes en el Purgatorio… ¿Puede una madre ver,
impasiblemente, sufrir a sus hijos?... ¿Podrá no estremecerse tu Corazón de
ternura al ver las almas del Purgatorio, Madre mía?...
¡Qué poco invoco tu intercesión a favor de tantas almas
queridas como en el Purgatorio tengo, Madre mía! ¡Qué poco recuerdo a quienes
quiero y allí sufren…! Debo rectificar mi conducta… Nadie como Tú, Madre mía, puede
y debe interesarse por mis almas queridas del Purgatorio… ¡Reina!: manda que se
rompan sus cadenas… ¡Madre!: llévalas a Ti…
Propósito.- Haz en honor de María y provecho del Purgatorio,
el voto de ánimas.
DÍA TREINTA
MARÍA, REINA DE LA
PAZ
Después del diluvio de desventuras que el pecado trajo a la
tierra, fuiste Tú, Madre mía, no sólo el arco iris que brilló en los cielos,
anunciando el perdón y la compasión de Dios, sino también la blanca paloma que
trajo el ramillete de oliva al mundo, símbolo de la paz entre el cielo y la
tierra… Por Ti, los hombres se han reconciliado con Dios… En Ti el Juez y el
reo se han encontrado, abrazándose…
Nadie mejor que Tú puede llevar el hermoso título de Reina
de la paz… Por Ti se reconcilió Dios con los hombres, haciéndose Hijo tuyo,
para ser Hermano nuestro y constituir la gran Familia Cristiana, en la cual
todos somos hermanos, hijos de Dios, hijos tuyos… Por eso eres Madre no sólo de
justos, sino hasta de pecadores, para que lo sentimientos de paz y fraternidad
reinen en tus hijos… Dadme, Madre mía, la paz para el mundo, para mi Patria,
para los míos, para mí…
Propósito.- Pide frecuentemente a María el bien de la paz.
DÍA TREINTA Y UNO
MARÍA, ABOGADA DE LA BUENA
MUERTE
Nunca las madres aparecen más dignas de su augusto nombre
como en el trance de la muerte de sus hijos… El amor y el dolor las transforma
en tal manera, que borrado el fondo de egoísmo que existe en el ser humano, se
idealizan en la sublimidad… Nadie más madre que Tú, Madre mía… Nadie mejor madre
que Tú, Madre mía… ¡Cómo no auxiliarás a tus hijos moribundos…!
Recuerdo el momento doloroso del Calvario… Recuerdo la
agonía dolorosísima de Jesús… Te veo a Ti, Madre mía, Amor y Dolor, velando
aquel morir lento y cruel de tu Hijo… Contando los eternos minutos de su
agonía, amargada con su hiel, herida con sus heridas, punzadas con sus espinas,
taladradas con sus clavos y su lanza… Desde entonces sé cuánto sabes consufrir
son tus hijos… ¡Cuánto espero de Ti en la hora de mi muerte…! ¡Madre!: Sélo
entonces de este pobre hijo tuyo…
Propósito.- Haz, en honor de María y provecho del
Purgatorio, el voto de ánimas. Pide frecuentemente a María el bien de la
Paz. Reza diariamente Tres Avemarías a la Virgen, para que te ampare
en la hora de la muerte.
Propósito.- Reza diariamente tres Avemarías a la Virgen, para que te ampare
en la hora de la muerte.
"Mes de Mayo brevísimo" del R. P. Juan R. de
Legísima, O.F.M.