Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

miércoles, 31 de mayo de 2017

PARA FINALIZAR EL MES DE MAYO, MES DE MARÍA

Profesión de Fe Mariana

"La Bienaventurada Virgen María, la Inmaculada, terminada su vida terrena, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo"

Creemos que María, florida siempre con la gloria de la virginidad, fue la Madre del Verbo Encarnado, nuestro Dios y Salvador Jesucristo, la cual, redimida de un modo eminente en previsión de los méritos de su Hijo, fue preservada inmune de toda mancha de pecado original; y que aventaja con mucho a todas las demás criaturas en los dones de la gracia.

Asociada por un estrecho e indisoluble vínculo a los misterios de la Encarnación y Redención, la Bienaventurada Virgen María, la Inmaculada, terminada su vida terrena, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, y, hecha semejante a su Hijo resucitó de entre los muertos, recibió, por anticipado, el destino de todos los justos.

Creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa ejerciendo sus oficios maternales en favor de los miembros (místicos) de Cristo, cooperando al nacimiento y al desarrollo de la vida en las almas de los redimidos.

“Profesión de Fe del pueblo de Dios”

Propuesta de una flor a la Virgen: La flor de este último día será tu propia consagración de la Virgen



Madre mía Santísima; en este último día de este mes consagrado a Ti, alcánzame de tu Santísimo Hijo que yo le ame con toda mi capacidad de amar y en nada le ofenda ni obre con remisión. Con fervor o con desolación que yo le ame con toda mi capacidad.

"Curso de Amor"
Fr. Valentín de San José
31 de mayo de 1979



lunes, 29 de mayo de 2017

MES DE MAYO, MES DE MARÍA (con el Santo Padre Benedicto XVI)

El Corazón Inmaculado de María, Refugio y Escuela

“Y oí una gran voz desde el Trono que decía: He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el Dios-con-ellos será su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto, ni dolor, porque lo primero ha desaparecido. Y dijo el que está sentado en el Trono: Mira, hago nuevas todas las cosas” (Ap. 21, 3-5a)

Vela, ¡oh María!, por las familias y por el mundo del trabajo; vela por cuantos han perdido la fe y la esperanza; consuela a los enfermos, a los presos y a todos los que sufren; sostén, ¡oh Auxilio de los cristianos!, a los jóvenes, a los ancianos a las personas que pasan dificultades. Vela, ¡oh Madre de la Iglesia!, por los pastores y por toda la comunidad de los creyentes, para que sean “sal y luz” en medio de la sociedad.

La Virgen María, más que cualquier otra criatura, contempló a Dios en el rostro humano de Jesús. Lo vio recién nacido, envuelto en pañales y recostado en un pesebre; lo vio cuando acababa de morir, cuando lo bajaron de la Cruz, lo envolvieron en una sábana y lo llevaron al sepulcro. La imagen de su Hijo torturado quedó grabada en su alma; pero esta imagen se vio transfigurada después por la luz de la Resurrección. Así, en el Corazón de María se custodia el misterio del rostro de Cristo, misterio de muerte y de gloria. Siempre podemos aprender de ella a mirar a Jesús con una mirada de amor y de fe, a reconocer en ese rostro humano el Rostro de Dios.

De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
el día 2 de mayo de 2010

Propuesta de una flor a la Virgen: Repite a lo largo del día esta jaculatoria: “Madre de Cristo Sacerdote, cuida de los sacerdotes”




domingo, 28 de mayo de 2017

MES DE MAYO, MES DE MARÍA (con el Santo Padre Benedicto XVI)

La alegría de la Virgen

“Alégrate hija de Sión, grita de gozo Israel, regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de Jerusalén” (Sof. 3, 14)

La Virgen María ocupa un lugar especial como aquella que ha esperado de modo único la realización de las promesas de Dios, acogiendo en la fe y en la carne a Jesús, el Hijo de Dios, en plena obediencia a la voluntad divina. Hoy quisiera reflexionar brevemente  con vosotros sobre la fe de María a partir del gran misterio de la Anunciación.

“Chaîre Kecharitomene, ho Kyrios mate sou”, “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (S. Lc. 1, 28). Estas son las palabras –citadas por el evangelista San Lucas- con las que el Arcángel San Gabriel se dirige a María. A primera vista el término “Chaîre”, “alégrate”, parece un saludo normal, usual en el ámbito griego; pero esta palabra, si se lee sobre el trasfondo de la tradición bíblica, adquiere un significado mucho más profundo. Este mismo término está presente cuatro veces en la versión griega del Antiguo Testamento y siempre como anuncio de alegría por la venida del Mesías. El saludo del Ángel a María es, por lo tanto, una invitación a la alegría profunda, que anuncia al final de la tristeza que existe en el mundo ante el límite de la vida, el sufrimiento, la muerte, la maldad, la oscuridad del mal que parece ofuscar la luz de la bondad divina. Es un saludo que marca el inicio del Evangelio, de la Buena Nueva.

Pero, ¿por qué se invita a María a alegrarse de este modo? La respuesta se encuentra en la segunda parte del saludo: “El Señor está contigo”. También aquí para comprender bien el sentido de la expresión, debemos recurrir al Antiguo Testamento. En el Libro de Sofonías encontramos esta expresión: “Alégrate, hija de Sión… El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti… El Señor tu Dios está en medio de ti, valiente y salvador” (3, 14-17)- En estas palabras hay una doble promesa hecha a Israel, a la hija de Sión: Dios vendrá como salvador y establecerá su morada precisamente en medio de su pueblo, en el seno de la hija de Sión. En el diálogo entre el Ángel y María se realiza exactamente esta promesa: María se identifica con el pueblo al que Dios tomó como esposa, es realmente la Hija de Sión en persona; en ella se cumple la espera de la venida definitiva de Dios, en ella establece su morada el Dios viviente.

En el saludo del Ángel, se llama “llena de gracia”; en griego el término “gracia”, “charis”, tiene la misma raíz lingüística de la palabra “alegría”. También en esta expresión se clarifica ulteriormente la fuente de la alegría de María: la alegría proviene de la gracia; es decir, proviene de la comunión con Dios, del tener una conexión vital con Él, del ser morada del Espíritu Santo, totalmente plasmada por la acción de Dios. María es la criatura que de modo único ha abierto de par en par la puerta a su Creador, se puso en sus manos, sin límites. Ella vive totalmente de la ley en relación con el Señor; está en actitud de escucha, atenta a captar los signos de Dios en el camino de su pueblo; está inserta en una historia de fe y de esperanza en las promesas de Dios, que constituye el tejido de su existencia. Y se somete libremente a la palabra recibida, a la voluntad divina en la obediencia de la fe.

De la Audiencia General de SS Benedicto XVI,
en día 19 de diciembre de 2012

Propuesta de una flor a la Virgen: Lleva unas flores a una Imagen de la Virgen




sábado, 27 de mayo de 2017

MES DE MAYO, MES DE MARÍA (con el Santo Padre Benedicto XVI)

Santa María, Madre poderosa de los hombres

“Mirad, os voy a declarar un misterio: No todos moriremos, pero todos seremos transformados. Porque es preciso que esto que es corruptible se vista de incorrupción, y esto que es mortal se vista de inmortalidad. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? (I Cor. 15, 51-53, 55ª)

La Sagrada Escritura presenta a la Virgen María íntimamente unida a su Hijo Divino y siempre solidaria con Él. Madre e Hijo aparecen estrechamente asociados en la lucha contra el enemigo infernal hasta la plena victoria sobre él. Esta victoria se manifiesta, en particular, con la derrota del pecado y de la muerte, es decir, con la derrota de aquellos enemigos que San Pablo presenta siempre unido (cf. Rm 5, 12. 15-21; 1 Co 15, 21-26). Por eso, como la Resurrección gloriosa de Cristo fue el signo definitivo de esta victoria, así la glorificación de María, también en su cuerpo virginal, constituye la confirmación final de su plena solidaridad con su Hijo, tanto en la lucha como en la victoria.

De este profundo significado teológico del misterio se hizo intérprete el siervo de Dios Papa Pío XII, al pronunciar, el 1 de noviembre de 1950, la solemne definición dogmática de este privilegio mariano. Declaró: “Por eso, la augusta Madre de Dios, misteriosamente unida a Jesucristo desde toda la eternidad, `por un solo y mismo decreto´ de predestinación, inmaculada en su Concepción, Virgen integérrima en su divina maternidad, generosamente asociada al Redentor Divino, que alcanzó pleno triunfo sobre el pecado y sus consecuencias, consiguió, al fin, como corona suprema de sus privilegios, ser conservada inmune de la corrupción del sepulcro y, del mismo modo que antes su Hijo, vencida la muerte, ser levantada en cuerpo y alma a la suprema gloria del cielo, donde brillaría como Reina a la derecha de su propio Hijo, Rey inmortal de los siglos” (Const. Munificentissimus Deus: AAS 42 [1950] 768-769).

Queridos hermanos y hermanas, María al ser elevada a los cielos, no se alejó de nosotros, sino que está aún más cercana, y su luz se proyecta sobre nuestra vida y sobre la historia de la humanidad entera. Atraídos por el esplendor celestial de la Madre del Redentor, acudimos con confianza a Ella, que desde el cielo nos mira y nos protege.

Todos necesitamos su ayuda y su consuelo para afrontar las pruebas y los desafíos de cada día. Necesitamos sentirla Madre y Hermana en las situaciones concretas de nuestra existencia. Y para poder compartir, un día, también nosotros para siempre su mismo destino, imitémosla ahora en el dócil seguimiento de Cristo y en el generoso servicio a los hermanos. Este es el único modo de gustar, ya durante nuestra peregrinación terrena, la alegría y la paz que vive en plenitud quien llega a la meta inmortal del paraíso.

De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
el día 15 de agosto de 2007

Propuesta de una flor a la Virgen: Invita a una persona a rezar el Santo Rosario contigo


miércoles, 24 de mayo de 2017

MES DE MAYO, MES DE MARÍA (con el Santo Padre Benedicto XVI)

Santa María, amparo de los hombres

“Mientras Él hablaba estas cosas, aconteció que una mujer entre el gentío, levantando la voz, le dijo: Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron. Pero Él dijo: Mejor, Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” (S. Lc. 11, 27-28)

Artistas de todas las épocas han pintado y esculpido la santidad de la Madre del Señor adornando iglesias y santuarios. Poetas, escritores y músicos han tributado honor a la Virgen con himnos y cantos litúrgicos. De Oriente a Occidente la Toda Santa es invocada como Madre Celestial, que sostiene al Hijo de Dios en los brazos y bajo cuya protección encuentra amparo toda la humanidad, con la antiquísima oración: ”Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios: no desoigas la oración de tus hijos necesitados; antes bien, líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita”. Y en el Evangelio San Lucas (11, 27-28) describe el cumplimiento de la salvación a través de la Virgen María. Ella, en cuyo seno se hizo pequeño el Todopoderoso, después del anuncio del Ángel, sin vacilación alguna, se dirige de prisa a casa de su parienta Isabel para llevarle al Salvador del mundo. Y, de hecho, “en cuanto oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno… (y) quedó llena de Espíritu Santo” (S. Lc. 1, 45). Las dos mujeres, que esperaban el cumplimiento de las promesas divinas, gustan ya anticipadamente el gozo de la venida del reino de Dios, la alegría de la salvación.

Queridos hermanos y hermanas, confiemos en Aquella que, como afirma mi amado predecesor el Papa Pablo VI, “Asunta al cielo no ha abandonado su misión de intercesión y salvación”. A Ella, guía de los Apóstoles, apoyo de los mártires, luz de los santos, dirigimos nuestra oración, suplicándole que nos acompañe en esta vida terrena, que nos ayude a mirar al cielo y que nos acoja un día junto a su Hijo Jesús.

De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
el día 15 de agosto de 2010

 Propuesta de una flor a la Virgen: Reza un misterio del Rosario pidiendo a la Virgen por los sacerdotes con los que te has confesado y te confesarás a lo largo de tu vida


lunes, 22 de mayo de 2017

MES DE MAYO, MES DE MARÍA (con el Santo Padre Benedicto XVI)

La Virgen María, Refugio de los pecadores

“En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (S. Mt. 11, 25a. 28)

Cada día, la oración del Ángelus nos ofrece la posibilidad de meditar unos instantes, en medio de nuestras actividades, en el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. A mediodía, cuando las primeras horas de día comienzan a hacer sentir el peso de la fatiga, nuestra disponibilidad y generosidad se renuevan gracias a la contemplación del “sí” limpio y sin reservas se enraíza en el misterio de la libertad de María, libertad plena y total ante Dios, sin ninguna complicidad con el pecado, gracias al privilegio de su Inmaculada Concepción.

Este privilegio concedido a María, que la distingue de nuestra condición común, no la aleja, más bien al contrario la acerca a nosotros. Mientras que el pecado divide, nos separa unos de otros, la pureza de María la hace infinitamente cercana a nuestros corazones, atenta a cada uno de nosotros y deseosa de nuestro verdadero bien. Estáis viendo, cómo en todos los santuarios marianos, que multitudes inmensas llegan a los pies de María para confiarle lo que cada uno tiene de más íntimo, lo que lleva especialmente en su corazón. Lo que, por miramiento o por pudor, muchos no se atreven a veces a confiar ni siquiera a los que tienen más cerca, lo confían a Aquella que es toda Pura, a su Corazón Inmaculado: con sencillez, sin fingimiento, con verdad. Ante María, precisamente por su pureza, el hombre no vacila a mostrarse en su fragilidad, a plantear sus preguntas y sus dudas, a formular sus esperanzas y sus deseos más secretos. El amor maternal de la Virgen María desarma cualquier orgullo; hace al hombre capaz de verse tal como es y le inspira el deseo de convertirse para dar gloria a Dios.

De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
el día 14 de septiembre de 2008

Propuesta de una flor a la Virgen: Confía a la Virgen las situaciones dolorosas que puedan estar viviendo personas que conoces y pide para que acreciente la sabiduría y el celo pastoral en los sacerdotes


domingo, 21 de mayo de 2017

MES DE MAYO, MES DE MARÍA (con el Santo Padre Benedicto XVI)

El triunfo de la Virgen María es aurora de salvación

“Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo” (Ap. 21, 2)

La Liturgia de la fiesta de la Asunción de la Virgen María canta las alabanzas de la Virgen María, Coronada de gloria incomparable. “Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (Ap. 12, 1). En esta Mujer resplandeciente de luz los Padres de la Iglesia han reconocido a María. El pueblo cristiano en la historia vislumbra en su triunfo el cumplimiento de sus expectativas y señal de su esperanza cierta.

María es ejemplo y apoyo para todos los creyentes: nos impulsa a no desalentarnos ante las dificultades y los inevitables problemas de todos los días. Nos asegura su ayuda y nos recuerda que lo esencial es buscar y pensar “en las cosas de arriba, no en las de la tierra”. En efecto, inmersos en las ocupaciones diarias, corremos el riesgo de creer que aquí, en este mundo, en el que estamos sólo de paso, se encuentra el fin último de la existencia humana.

En cambio, el cielo es la verdadera meta de nuestra peregrinación terrena. ¡Cuán diferentes serían nuestras jornadas si estuvieran animadas por esta perspectiva! Así lo estuvieron para los santos: su visa testimonia que cuando se vive con el corazón constante dirigido a Dios, las realidades terrenas se viven en su justo valor, porque están iluminadas por la verdad eterna del amor divino.

De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
el día 15 de agosto de 2006

Propuesta de una flor a la Virgen: Reza por los sacerdotes difuntos




sábado, 20 de mayo de 2017

LA TRISTEZA DE NUESTRA SEÑORA...


De la entrevista del Padre Agustín Fuentes con la Hermana Lucía, vidente Nuestra Señora de Fátima, el 26 de diciembre de 1957

Cuenta el Padre Agustín Fuentes cuando la visitó en el Convento Carmelita de Coimbra:

"La encontré en su convento muy triste, pálida y demacrada; y me dijo: ‘Padre, la Santísima Virgen está muy triste, porque nadie hace caso a Su Mensaje, ni los buenos ni los malos. Los buenos, porque prosiguen su camino de bondad; pero sin hacer caso a este Mensaje. Los malos, porque no viendo el castigo de Dios actualmente sobre ellos, a causa de sus pecados, prosiguen también su camino de maldad, sin hacer caso a este Mensaje. Pero, créame, Padre, Dios va a castigar al mundo, y lo va a castigar de una manera tremenda. El castigo del cielo es inminente." 
“Dígales también, Padre, que mis primos Francisco y Jacinta se sacrificaron porque vieron siempre a la Santísima Virgen muy triste en todas sus apariciones. Nunca se sonrió con nosotros, y esa tristeza y angustia que notábamos en la Santísima Virgen, a causa de las ofensas a Dios y de los castigos que amenazaban a los pecadores, nos llegaban al alma; y no sabíamos qué idear para encontrar en nuestra imaginación infantil medios para hacer oración y sacrificio (...)” 
"...la Santísima Virgen me dijo, tanto a mis primos como a mí, que dos eran los últimos remedios que Dios daba al mundo; el Santo Rosario y la devoción al Inmaculado Corazón de María; y, al ser los últimos remedios, quiere decir que son los últimos, que ya no va a haber otros”

Con respecto al Santo Rosario, la Hermana Lucía dijo:


“Mire, Padre, la Santísima Virgen, estos últimos tiempos en que estamos viviendo, ha dado una nueva eficacia al rezo del Santo Rosario. De tal manera que ahora no hay problema, por más difícil que sea, sea temporal o sobre todo espiritual, que se refiera a la vida personal de cada uno de nosotros; o a la vida de nuestras familias sean familias del mundo o Comunidades Religiosas; o la vida de los pueblos y naciones; no hay problema, repito, por más difícil que sea, que no podamos resolver ahora con el rezo del Santo Rosario. Con el Santo Rosario nos salvaremos, nos santificaremos, consolaremos a Nuestro Señor y obtendremos la salvación de muchas almas”

Al fin de esta entrevista, la Hermana Lucía habla sobre la devoción al Inmaculado Corazón de María. Dirigiéndose todavía al Padre Fuentes, ella dice:


“(Y finalmente consideremos), la devoción al Corazón Inmaculado de María, Nuestra Santísima Madre, poniéndonosla como Sede de la Clemencia, de la Bondad y el Perdón; y como puerta segura para entrar al Cielo”



MES DE MAYO, MES DE MARÍA (con el Santo Padre Benedicto XVI)

María, modelo y esperanza nuestra

“Luego dijo al discípulo: Ahí tienes a tu Madre. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio” (S. Jn. 19)

María nos muestra de este modo la manera adecuada de acercarnos al Señor. Ella nos enseña a acercarnos a Él con sinceridad y sencillez. Gracias a Ella, descubrimos que la fe cristiana no es un fardo, sino que es como un ala que nos permite volar más alto para refugiarnos en los brazos de Dios.

La vida y la fe del pueblo creyente manifiestan que la gracia de la Inmaculada Concepción hecha a María no es sólo un agracia personal, sino para todos, una gracia hecha al entero pueblo de Dios.

En María, la Iglesia puede ya contemplar lo que Ella está llamada a ser. En Ella, cada creyente puede contemplar desde ahora la realización cumplida de su vocación personal. Que cada uno de nosotros permanezca siempre en acción de gracias por lo que el Señor ha querido revelar de su designio salvador a través del misterio de María. Misterio en el que estamos todos implicados de la más impresionante de las maneras, ya que desde lo alto de la Cruz, que celebramos y exaltamos hoy, Jesús mismo nos ha revelado que su Madre es Madre nuestra. Como hijos e hijas de María, aprovechamos todas las gracias que le han sido concedidas, y la dignidad incomparable que le procura su Concepción Inmaculada redunda sobre nosotros, sus hijos.

Bendecimos al Señor por la presencia de María en medio de su pueblo y a Ella dirigimos con fe nuestra oración: “Santa María, `Tú eres la verdadera fuente de Esperanza´ (Dante, Par., XXXIII, 12). Como peregrinos confiados, llegados de todos los lugares, venimos una vez más a sacar de tu Inmaculado Corazón fe y consuelo, gozo y amor, seguridad y paz. `Monstra Te ese Matrem´. Muéstrate como una Madre para todos, ¡oh María! Danos a Cristo, Esperanza del mundo. Amén”

De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
en día 14 de septiembre de 2008


Propuesta de una flor a la Virgen: Repite a lo largo del día esta jaculatoria con filial confianza: “Virgen María, muestra que eres Madre”



miércoles, 17 de mayo de 2017

MES DE MAYO, MES DE MARÍA (con el Santo Padre Benedicto XVI)

Madre y Maestra de los discípulos del Señor

“Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la Madre de Jesús, y con sus hermanos” (Hch. 1, 14)

En los días que siguieron a la Resurrección del Señor, los Apóstoles permanecieron reunidos, confortados por la presencia de María, y después de la Ascensión perseveraron, juntamente con Ella, en oración a la espera de Pentecostés. La Virgen fue para ellos Madre y Maestra, papel que sigue desempeñando con respecto a los cristianos de todos los tiempos. Cada año, en el tiempo pascual, revivimos más intensamente esta experiencia y, tal vez precisamente por esto, la tradición popular ha consagrado a María el mes de mayo, que normalmente cae  entre Pascua y Pentecostés. Por lo tanto, este mes, nos ayuda a redescubrir la función materna que ella desempeña en nuestra vida, a fin de que seamos siempre discípulos dóciles y testigos valientes del Señor Resucitado.

De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Regína Coeli,
el día 30 de abril de 2006


Propuesta de una flor a la Virgen: Visita a la Virgen, en alguna imagen venerada en tu pueblo a parroquia y tras descansar en Ella todas tus preocupaciones, pídele la santidad de los sacerdotes



lunes, 15 de mayo de 2017

MES DE MAYO, MES DE MARÍA (con el Santo Padre Benedicto XVI)

La “Llena de Gracia”, figura de la Iglesia

“Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia” (S. Jn. 1, 16)

La expresión “llena de Gracia” indica la obra maravillosa del amor de Dios, que quiso devolver la vida y la libertad, perdidas con el pecado, mediante su Hijo Unigénito Encarnado, muerto y Resucitado. Por esto, desde el siglo II, tanto en Oriente como en Occidente, la Iglesia invoca y celebra a la Virgen que, con su “sí”, acercó el cielo a la tierra, convirtiéndose en “Madre de Dios y nodriza de nuestra vida”, como dice San Romano el Melode en un antiguo cántico. En el siglo VII, San Sofronio de Jerusalén elogia la grandeza de María porque en Ella el Espíritu Santo estableció su morada, y dice: “Tú superas todos los dones que la magnificencia de Dios ha derramado sobre cualquier persona humana. Más que todos, eres rica por la posesión de Dios que ha puesto su morada en Ti”. Y San Beda el Venerable explica: “María es bendita entre las mujeres, porque con el adorno de la Virginidad ha gozado de la gracia de ser Madre de un Hijo que es Dios”.

También a nosotros se nos ha otorgado la “plenitud de la gracia” que debemos hacer resplandecer en nuestra vida, porque “el Padre de nuestro Señor Jesucristo –escribe San Pablo- nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, nos eligió antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachable, y nos ha destinado por medio de Jesucristo a ser sus hijos”. Esta filiación la recibimos por medio de la Iglesia, en el día del Bautismo. Y, por último, entre los numerosísimos cantores de la belleza espiritual de la Madre de Dios destaca San Bernardo de Claraval, el cual afirma que la invocación “Dios te salve, María, llena de gracia” es “grata a Dios, a los Ángeles y a los hombres. A los hombres gracias a la maternidad, a los Ángeles gracias a la virginidad, a Dios gracias a la humildad”.

De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
el día 8 de diciembre de 2011

Propuesta de una flor a la Virgen: Ofrece un pequeño sacrificio para que los sacerdotes permanezcan firmes en la fe y en la vida de gracia


domingo, 14 de mayo de 2017

MES DE MAYO, MES DE MARÍA (con el Santo Padre Benedicto XVI)

El Consentimiento de María

“María contestó: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (S. Lc. 1, 38)

En el Antiguo Testamento, Dios se reveló de modo parcial y gradual, como hacemos todos en nuestras relaciones personales. Es necesitó tiempo para que el pueblo elegido profundizase en su relación con Dios. La Alianza con Israel fue como un tiempo de hacer la corte, un largo noviazgo. Luego llegó el momento definitivo, el momento del matrimonio, la realización de una nueva y eterna alianza. En ese momento de la Anunciación, María, ante el Señor, representaba a toda la humanidad. En el mensaje del ángel, era Dios el que brindaba una propuesta de matrimonio con la humanidad. Y en nombre nuestra, María dijo sí.

En los cuentos, los relatos terminan en este momento: “y desde entonces vivieron felices y contentos”. En la vida real no es tan fácil. Fueron muchas las dificultades que María tuvo que superar al afrontar las consecuencias de aquel “sí” al Señor. Simeón profetizó que una espada le traspasaría el Corazón. Cuando Jesús tenía doce años, Ella experimentó las peores pesadillas que los padres pueden tener, cuando tuvo a su Hijo perdido durante tres días. Y después de su actividad pública, sufrió la agonía de presenciar su crucifixión y muerte. En las diversas pruebas Ella permaneció fiel a su promesa, sostenida por el Espíritu de fortaleza. Y por ello tuvo como recompensa la gloria.

También nosotros debemos permanecer fieles al “sí” con que acogimos el ofrecimiento de amistad por parte del Señor. Sabemos que Él nunca nos abandonará. Sabemos que Él nos sostendrá siempre con los dones del Espíritu. María acogió la propuesta del Señor en nombre nuestro. Dirijámonos, pues, a Ella y pidámosle que nos guíe en las dificultades para permanecer fieles a esa relación vital que Dios estableció con cada uno de nosotros. María es nuestro ejemplo y nuestra inspiración; Ella intercede por nosotros ante su Hijo, y con amor materno nos protege de los peligros.

De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
el día 20 de julio de 2008

Propuesta de una flor a la Virgen: Reza un Misterio del Santo Rosario, para que todas las familias sean verdaderas iglesias domésticas



sábado, 13 de mayo de 2017

PRIMERA APARICIÓN - 13 DE MAYO DE 1917

«Tendréis, pues, mucho que sufrir, pero la gracia de Dios será vuestra fortaleza»

El 13 de mayo de 1917, domingo, la Virgen se aparecía en Fátima, hacia el mediodía, a los tres pastorcillos.

«Vimos sobre una carrasca una Señora vestida de blanco, más brillante que el sol, irradiando una luz más clara e intensa que un vaso de cristal lleno de agua cristalina, atravesado por los rayos del sol más ardiente»

Después de un breve diálogo, que podríamos llamar de presentación, la Virgen esbozó su mensaje:

«¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que El quisiera enviaros, en acto de desagravio por los pecados con que es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores?»
— «Sí, queremos» —contestó Lucía en nombre de los tres. —
«Tendréis, pues, mucho que sufrir, pero la gracia de Dios será vuestra fortaleza»
«Fue al pronunciar estas últimas palabras cuando abrió por primera vez las manos, comunicándonos una luz tan intensa, como un reflejo que de ellas se irradiaba, que nos penetraba en el pecho y en lo más íntimo del alma, haciéndonos ver a nosotros mismos en Dios, el cual era esa luz, más claramente que nos vemos en el mejor de los espejos»


MES DE MAYO, MES DE MARÍA (con el Santo Padre Benedicto XVI)

María, lugar de encuentro con Dios

“Aconteció, que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: Bendita Tú entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre” (S. Lc. 1, 41-42)

El episodio de la Visitación no representa un simple gesto de cortesía, sino que reconoce con gran sencillez el encuentro del Antiguo con el Nuevo Testamento. Las dos mujeres, ambas embarazadas, encarnan, en efecto, la espera y el Esperado. La anciana Isabel simboliza a Isabel que espera el Mesías, mientras que la joven María lleva en sí la realización de tal espera, para beneficio de toda la humanidad. En las dos mujeres se encuentran y se reconocen, ante todo, los frutos de su seno, Juan y Cristo. Comenta el poeta cristiano Prudencio: “El niño contenido en el vientre anciano saluda, por boca de su madre, al Señor Hijo de la Virgen”. El júbilo de Juan en el seno de Isabel es el signo del cumplimiento de la esperanza: Dios está a punto de visitar a su pueblo. En la Anunciación el Arcángel Gabriel había hablado a María del embarazo de Isabel como prueba del poder de Dios: la esterilidad, a pesar de la edad avanzad, se había transformado en fertilidad.

Isabel, acogiendo a María, reconoce que se está realizando la promesa de Dios a la humanidad y exclama “¡Bendita Tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre”! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?” (S. Lc. 1, 42-43). La expresión “bendita Tú entre las mujeres” en el Antiguo Testamento se refiere a Yael (Jue 5, 24) y a Judit (Jdt. 13, 18), dos mujeres guerreras que se ocupaban de salvar a Israel. Ahora, en cambio, se dirige a María, joven pacífica que va a engendrar al Salvador del mundo. Así también el estremecimiento de alegría de Juan remite a la danza que el rey David hizo cuando acompañó el ingreso del Arca de la Alianza en Jerusalén. El Arca, que contenía las tablas de la Ley, el maná y el cetro de Aarón, era el signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo. El que está por nacer, Juan, exulta de alegría ante María, Arca de la Nueva Alianza, que lleva en su seno a Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre.

La escena de la Visitación expresa también la belleza de la acogida: donde hay acogida recíproca, escucha, espacio para el otro, allí está Dios y la alegría que viene de Él. Imitemos a María, visitando a cuantos viven en dificultad, en especial a los enfermos, los presos, los ancianos y los niños. E imitemos también a Isabel que acoge al huésped como a Dios mismo: sin desearlo, no conoceremos  nunca al Señor; sin esperarlo, no lo encontraremos; sin buscarlo, no lo encontraremos. Con la misma alegría de María que va deprisa donde Isabel, también nosotros vayamos al encuentro del Señor que viene. Oremos para que todos los hombres busquen a Dios, descubriendo que es Dios mismo quien viene antes a visitarnos.  

De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
del día 16 de diciembre de 2012

Propuesta de una flor a la Virgen: Visita a un anciano y llévale una estampa de la Virgen




miércoles, 10 de mayo de 2017

MES DE MAYO, MES DE MARÍA (con el Santo Padre Benedicto XVI)

Santa María, Madre de la Esperanza

“El amor es paciente. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca” (I Cor. 13, 4a. 7.8ª)

Santa María, Tú fuiste una de aquellas almas humildes y grandes en Israel que, como Simeón, esperó “el consuelo de Israel” (S. Lc. 2, 38) y esperaron, como Ana, “la redención de Jerusalén” (S. Lc. 2, 38). Tú viviste en contacto íntimo con las Sagradas Escrituras de Israel, que hablaban de la esperanza, de la promesa hecha a Abrahán y a su descendencia. Así comprendemos el santo temor que te sobrevino cuando el Ángel de Dios entró en tu aposento y te dijo que darías a luz a Aquel que era la Esperanza de Israel y la Esperanza del mundo. Por Ti, por tu “sí”, la esperanza de milenios debía hacerse realidad, entrar en este mundo y su historia. Tú te has inclinado ante la grandeza de esta misión y has dicho “sí”: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (S. Lc. 1, 38). Cuando llena de santa alegría fuiste aprisa por los montes de Judea para visitar a tu parienta Isabel, te convertiste en la imagen de la futura Iglesia que, en su seno, lleva la Esperanza del mundo por los montes de la historia. Pero junto con la alegría que, en tu “Magnificat”, con las palabras y el canto, has difundido en los siglos, conocidas también las afirmaciones oscuras de los Profetas sobre el sufrimiento del Siervo de Dios en este mundo. Sobre su nacimiento en el establo de Belén brilló el resplandor de los Ángeles que llevaron la buena nueva a los pastores, pero al mismo tiempo se hizo de sobra palpable la pobreza de Dios en este mundo. El anciano Simeón te habló de la espada que traspasaría tu Corazón, del signo de contradicción que tu Hijo sería en este mundo. Cuando comenzó después la actividad pública de Jesús, debiste quedarte a un lado para que pudiera crecer la nueva familia que Él había venido a instituir y que se desarrollaría con la aportación de los que hubieran escuchado y cumplido su palabra. No obstante toda la grandeza y la alegría de los primeros pasos de la actividad de Jesús, ya en la sinagoga de Nazaret experimentaste la verdad de aquella palabra sobre el “signo de contradicción”. Así has visto el poder creciente de la hostilidad y el rechazo que progresivamente fue creándose en torno a Jesús hasta la hora de la cruz, en la que viste morir como un fracasado, expuesto al escarnio, entre los delincuentes, al Salvador del mundo, el heredero de David, el Hijo de Dios. Recibiste entonces la palabra: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (S. Jn. 19, 26). Después de la cruz recibiste una nueva misión. A partir de la cruz te convertiste en Madre de una manera nueva: Madre de todos los que quieren creer en tu Hijo Jesús y seguirlo. La espada del dolor traspasó tu Corazón. ¿Había muerto la esperanza? ¿Se había quedado el mundo definitivamente sin luz, la vida sin meta? Probablemente habrás escuchado de nuevo en tu interior en aquella hora la palabra del Ángel, con la cual respondió a tu temor en el momento de la Anunciación.: “No temas, María” (S. Lc. 1, 30). ¡Cuántas veces el Señor, tu Hijo, dijo lo mismo a sus discípulos: no temáis! En la noche del Gólgota, oíste una vez más estas palabras en tu Corazón. A sus discípulos, antes de la hora de la traición. Él les dijo: “Tened Vlor: Yo he vencido al mundo” (S. Jn. 14, 33). “No tiemble vuestro corazón ni se acobarde” (S. Jn. 14, 27) “No temas, María”. En la hora de Nazaret el Ángel también te dijo: “Su reino no tendrá fin” (S. Lc. 1, 33) ¿Acaso había terminado antes de empezar? No, junto a la Cruz, según las palabras de Jesús mismo, te convertiste en Madre de los creyentes. Con esta fe, que en la oscuridad del Sábado Santo fue también certeza de la esperanza, te has ido a encontrar con la mañana de Pascua. La alegría de la Resurrección ha conmovido tu Corazón y te ha unido de modo nuevo a los discípulos, destinados a convertirse en familia de Jesús mediante la fe. Así, estuviste en la comunidad de los creyentes que en los días después de la Ascensión oraban unánimes en espera del don del Espíritu Santo, que recibieron el día de Pentecostés. El “reino” de Jesús era distinto de como lo habían podido imaginar los hombres. Este “reino” comenzó en aquella hora y ya nunca tendría fin. Por eso Tú permaneces con los discípulos como Madre suya, como Madre de la Esperanza. Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra, enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Indícanos el camino hacia su reino. Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino.

De la Carta Encíclica “Spe salvi”,
de SS Benedicto XVI, 50


Propuesta de una flor a la Virgen: Repite a lo largo del día esta jaculatoria: “Madre de la Esperanza, fortalece nuestra Esperanza” 


lunes, 8 de mayo de 2017

MES DE MAYO, MES DE MARÍA (con el Santo Padre Benedicto XVI)

La Virgen María ama con Amor de Dios (II)

“El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús en pie gritó: El que tenga sed, que venga a mí y beba el que cree en mí; como dice la Escritura: de sus entrañas manarán torrentes de agua viva” (S. Jn. 7, 37)

La vida de los Santos no comprende sólo su biografía terrena, sino también su vida y actuación en Dios después de la muerte. En los Santos es evidente que, quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos. En nadie lo vemos mejor que en María. La palabra del Crucificado al discípulo –a San Juan y, por medio de él, a todos los discípulos de Jesús: “Ahí tienes a tu Madre” (S. Jn. 19, 27)- se hace de nuevo verdadera en cada generación. María se ha convertido efectivamente en Madre de todos los creyentes. A su bondad materna, así como a su pureza y belleza virginal, se dirigen los hombres de todos los tiempos y de todas las partes del mundo en sus necesidades y esperanzas, en sus alegrías y contratiempos, en su soledad y en su convivencia. Y siempre experimentan el don de su bondad; experimentan el amor inagotable que derrama desde lo más profundo de su corazón. Los testimonios de gratitud, que le manifiestan en todos los continentes y en todas las culturas, son el reconocimiento de aquel amor puro que no se busca a sí mismo, sino que sencillamente quiere el bien. La devoción de los fieles muestra al mismo tiempo la intuición infalible de cómo es posible este amor: se alcanza merced a la unión más íntima con Dios, en virtud de la cual se está embargado totalmente de Él, una condición que permite a quien ha bebido en el manantial del amor de Dios convertirse a sí mismo en un manantial “del que manarán torrentes de agua viva” (S. Jn. 7, 38). María, la Virgen, la Madre, nos enseña qué es el amor y dónde tiene su origen, su fuerza siempre nueva. A Ella confiamos la Iglesia, su misión al servicio del amor.

De la Carta Encíclica “Deus Cáritas est”,
de SS Benedicto XVI, 42


Propuesta de una flor a la Virgen: Entrega una limosna para los pobres.


domingo, 7 de mayo de 2017

MES DE MAYO, MES DE MARÍA (con el Santo Padre Benedicto XVI)

La Virgen María ama con Amor de Dios (I)

“María se levantó y se puso en camino a prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. María se quedó con ella unos tres meses y volvió a su casa” (S. Lc. 39, 40-56)

Entre los Santos, sobresale María, Madre del Señor y espejo de toda santidad. El Evangelio de San Lucas la muestra atareada en un servicio de caridad a su prima Santa Isabel, con la cual permaneció “unos tres meses” (1, 56) para atenderla durante el embarazo. “Magnificat ánima mea Dóminum”, dice con ocasión de esta visita –“proclama mi alma la grandeza del Señor”- (S. Lc. 1, 46), y con ello expresa todo el programa de su vida: no ponerse a sí misma en el centro, sino dejar espacio a Dios, a quien encuentra tanto en la oración como en el servicio al prójimo; sólo entonces el mundo se hace bueno. María es grande precisamente porque enaltece a Dios en lugar de a sí misma. Ella es humilde: no quiere ser sino la sierva del Señor. Sabe que contribuye a la salvación del mundo, no con una obra suya, sino sólo poniéndose plenamente a disposición de la iniciativa de Dios. Es una mujer de esperanza: sólo porque cree en las promesas de Dios y espera la salvación de Israel, el ángel puede presentarse a Ella y llamarla al servicio total de estas promesas. Es una mujer de fe: “¡Dichosa Tú, que has creído!” le dice Santa Isabel (S. Lc. 1, 45). (…) María es, en fin una mujer que ama. ¿Cómo podría ser de otro modo? Como creyente, que en la fe piensa con el pensamiento de Dios y quiere con la voluntad de Dios, no puede ser más que una mujer que ama. Lo intuimos en sus gestos silenciosos que nos narran los relatos evangélicos de la infancia. Lo vemos en la delicadeza con la que en Caná se percata de la necesidad en la que se encuentran los esposos, y lo hace presente a Jesús. Lo vemos en la humildad con que acepta ser como olvidada en al periodo de la vida pública de Jesús, sabiendo que el Hijo tiene que fundar ahora una nueva familia y que la hora de la Madre llegará solamente en el momento de la cruz, que será la verdadera hora de Jesús. Entonces, cuando los discípulos hayan huido, Ella permanecerá al pie de la cruz; más tarde, en el momento de Pentecostés, será ellos los que se agrupen en torno a Ella en espera del Espíritu Santo.

De la Carta Encíclica “Deus Cáritas est”,
de SS Benedicto XVI, 41

Propuesta de una flor a la Virgen: Visita a un enfermo, y proponle la confesión y la comunión eucarística. Avisando al sacerdote lo antes posible, si aceptara.



sábado, 6 de mayo de 2017

MES DE MAYO, MES DE MARÍA (con el Santo Padre Benedicto XVI)

La Fe de la Virgen María

“Apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza que llegaría a ser padre de muchos pueblos, de acuerdo con lo que se le había dicho: Así será tu descendencia” (Rom. 4, 18)


El Evangelista San Lucas narra la vicisitud de María a través de un fino paralelismo con la vicisitud de Abrahán. Como el gran Patriarca es el Padre de los creyentes, que ha respondido a la llamada de Dios para que saliera de la tierra donde vivía, de sus seguridades, a fin de comenzar el camino hacia una tierra desconocida y que poseía sólo en la promesa divina, igual María se abandona con plena confianza en la palabra que le anuncia el mensajero de Dios y se convierte en modelo y madre de todos los creyentes.

Quisiera subrayar otro aspecto importante: la apertura del alma a Dios y su acción en la fe incluye también el elemento de la oscuridad. La relación del ser humano con Dios no cancela la distancia entre Creador y criatura, no elimina cuanto afirma el apóstol San Pablo ante las profundidades de la sabiduría de Dios: “¡Que insondable sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!”(Rm. 11, 33). Pero precisamente quien –como María- está totalmente abierto a Dios, llega a aceptar el querer divino incluso si es misterioso, también si a menudo no corresponde al propio querer y es una espada que traspasa el alma, como dirá proféticamente el anciano Simeón a María, en el momento de la Presentación de Jesús en el Templo (S. Lc. 2, 35). El camino de fe de Abrahán comprende el momento de alegría por el don del hijo Isaac, pero también el momento de oscuridad, cuando debe subir al monte Moria para realizar un gesto paradójico: Dios le pide que sacrifique el hijo que le había dado. En el monte el ángel le ordenó: “No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo” (Gn. 22, 12). La plena confianza de Abrahán en el Dios fiel a las promesas no disminuye incluso cuando su palabra es misteriosa y difícil, casi imposible, de acoger. Así es para María; su fe vive la alegría de la Anunciación, pero pasa también a través de la oscuridad de la Crucifixión del Hijo para poder llegar a la luz de la Resurrección.

No es distinto incluso para el camino de fe de cada uno de nosotros: encontramos momentos de luz, pero hallamos también momentos en los que Dios parece ausente, su silencio pesa en nuestro corazón y su voluntad no corresponde a la nuestra, a aquello que nosotros quisiéramos. Pero cuando más nos abrimos a Dios, acogemos el don de la fe, podemos totalmente en Él nuestra confianza –como Abrahán y como María-, tanto más Él nos hace capaces, con su presencia, de vivir cada situación de la vida en la paz y en la certeza de su fidelidad y de su amor. Sin embargo, esto implica salir de uno mismo y de los propios proyectos para que la Palabra de Dios sea la lámpara que guíe nuestros pensamientos y nuestras acciones.

De la Audiencia General de SS Benedicto XVI,
el día 19 de diciembre de 2012

Propuesta de una flor a la Virgen: Reza el Credo por los niños y jóvenes que se encuentran en las catequesis de Iniciación Cristiana.