“Si te turba la memoria de la enormidad de tus faltas, de la
fealdad de tu conciencia y comienzas a sumergirte en la tristeza, en la desesperación,
piensa en María, invoca a María” (San Bernardo)
Acudamos, pues, acudamos siempre todos a los pies de esta
Reina dulcísima, si queremos salvarnos con seguridad; y cuando la multitud de
nuestros pecados nos desaliente, acordémonos que fue elegida Reina de
misericordia para salvar con protección poderosa a los pecadores, por grandes
que sean, que acudan a Ella. Estos han de ser en el Cielo su Corona, como se lo
prometió en los Cantares su divino Esposo (4,8): “Ven del Líbano, Esposa mía;
ven del Líbano, ven, y serás coronada… de las cuevas de los leones, de los
montes de los leopardos”. Y éstos, ¿quiénes son sino los pecadores, cuyas almas
se hacen, por el pecado, cuevas de monstruos espantosos? Pues estos mismos,
Reina soberana, salvos por vuestro medio, porque su salvación será corona
vuestra, corona propia, corona digna de la Reina de misericordia.
“Las Glorias de María” 1ª parte, de San Alfonso María
de Ligorio