MILAGRO EN LA MINA "EL MERUJAL" CON UN
POSTEADOR DEVOTO DEL ESCAPULARIO
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¡Oh Virgen Santa del Carmen! Jamás podremos corresponder dignamente a los favores y gracias que nos has hecho al darnos tu santo Escapulario |
En el semanario "TU", órgano de los obreros de
Acción Católica, de fecha 6 de mayo de 1950, se refiere el hecho extraordinario
¡y tan corriente, sin embargo!, de la protección que dispensa la Santísima
Virgen del Carmen a todos sus devotos.
"El día 12 de abril, a eso de las dos de la tarde,
cuando me hallaba trabajando en el grupo minero "El Merujal", (Coto
del Musel), como posteador, y posteando bajo unas llaves de
carbón, fui sorprendido por un potentísimo derribo de carbón que me
dejó sepultado en un pequeño reducto, sin comunicación por ninguna parte.
El reducto en que me hallaba refugiado tendría una longitud en sentido
inclinado de 1,40 por 0,40 metros aproximadamente, en cuyo hueco tuve que
permanecer algo encogido. Al poder encender la lámpara, que se me había
apagado, me di cuenta de que me encontraba en un caso perdido, y mi única
exclamación fue ésta: "¡Qué la Virgen bendita del Carmen me ampare!"
En tan angustiosa situación me transcurrieron las horas y
los días, que gracias a la luz de la lámpara (racionando la luz), pude por el
reloj controlar, hasta que el sábado, día 15, otro movimiento me redujo aún más
la cavidad, dejándome ya una pierna aprisionada por el carbón y la lámpara
desaparecida. Ya en completa oscuridad perdí la noción de la hora y del día en
que me hallaba, haciendo ímprobos esfuerzos por ver si podría salvarme. Desde
el primer día estuve haciendo señales con una piedra sobre una mamposta, pero
seguramente, por la distancia, no pude ser contestado, hasta que ya el domingo,
en que los trabajos de salvamento iban algo avanzados, fui contestado, lo cual
me alivió enormemente en la depresión moral que sufría; a pesar de ello perdí
el conocimiento varias veces, sin duda por el sufrimiento y el agotamiento
físico. La sed me devoraba y era mi mayor tormento, y como la atmósfera era
enrarecida y pésima, mi situación se hacía insostenible e imposible de todo
punto; mi ánimo y las fuerzas decaían cada vez más, y gracias a la Virgen del
Carmen, a quien invocaba constantemente, el martes, a las doce de la noche, ya
llegaron hasta mí, abriendo un pequeño hueco. Un compañero, lleno de ánimo y
valor, exclamó: "Bueno, Quico, ahora eres mío ya. ¡O te salvo o muero
contigo!" Pero Dios quiso que en este momento tan sumamente peligroso no
nos pasara nada ni a mi salvador ni a mí. Desde mi reducto me sacaron con los
ojos vendados hasta la galería, y en una camilla me trasladaron al exterior y
al botiquín de urgencia de la mina, hasta que atendido de urgencia me llevaron
al sanatorio "Adaro", de Sama de Langreo."
A unas preguntas que le fueron hechas, contestó el
interesado lo siguiente:
—¿Hay en lo sucedido a usted en la mina alguna
circunstancia especial por la que sienta usted la convicción de haber sido
favorecido por la Virgen del Carmen?
—Mi situación, en los seis días y diez horas que duró mi
encierro, fue muy crítica, por lo sumamente peligroso del reducidísimo lugar en
que me hallaba; la atmósfera era muy mala y, a juzgar por los técnicos de la
mina y sanitarios, fue aún más milagroso de lo que me creía. Todo ello me lleva
a la convicción de que algo sobrenatural me protegió, y no dudo que fue la
Virgen del Carmen.
—¿Desde cuándo es usted devoto de la Virgen del Carmen?
—Desde toda la vida. En mis abuelos y padres siempre
existió una devoción ferviente por la Virgen bendita del Carmen, y ello, sin
duda, fue motivo más que suficiente para que desde mi niñez arraigara también
en mí tan celestial devoción.
— ¿Vestía usted el Escapulario de la Virgen del Carmen
cuando le sucedió tal percance?
— Sí, lo llevaba, y lo llevaré siempre conmigo. También
he de manifestarle que mi caso fue considerado tan excepcionalmente milagroso
que, en el sanatorio "Adaro", fui visitado por ingenieros, médicos y
personalidades, así como por un crecidísimo número de mineros de toda la
cuenca.
Pola de Laviana, 22 de junio de 1950
Firmado: Francisco Fernández y Fernández.
Las preguntas le fueron hechas por carta, por el M.
Reverendo P. Provincial de los Carmelitas de Cataluña, Fray Pablo M.
Casadevall.
Milagros y Prodigios del Santo Escapulario del Carmen
por el P. Fr. Juan Fernández Martín, O.C.