Me acojo, ¡oh María!, bajo tu amparo; se la guía y el modelo de mi vida interior |
¡Oh María! ¡Son tantos los
dones y gracias que Tú quieres hacer a las criaturas! Y ¿quién no querrá
recibir tales dones? Pero no somos perseverantes en quererlos, y Tú, ¡oh Madre
amorosa!, no regalas tus dones a los hijos que nos los aprecian altamente y que
los tirarán, porque entonces tendrías que castigarles convenientemente. ¡Oh
María! Tú quieres darme tus dones, pero yo me hago indigno de ellos, porque
quiero mezclar y juntar mis dones con tus dones. Yo querría tus gracias, pero
también quiero mi voluntad, y así no puedo poseerlas. Querría tu benevolencia,
pero al mismo tiempo deseo el amor y la benevolencia particular de las
criaturas, y así no puede ser. Querría mi amor y tu amor juntamente, y por eso
no puedo poseer tu amor. Querría vivir bajo tu manto y también bajo el manto de
mis comodidades. Pero no es justo, como dijo tu Hijo, que bajo una cabeza
coronada de espinas, se muevan, miembros delicados. Ciertamente, no es justo,
ni es justo que tus hijos vivan con sus caprichos bajo tu manto, ¡oh Madre
Dulcísima, que tanto te humillaste!
¡Oh María! ¿Qué cosa podría
darte y ofrecerte que te agradase? Si te ofrezco mi voluntad, temo que no te
agrade, porque no es conforme a la voluntad de Dios. Si te ofrezco el
entendimiento, no está iluminado; si te ofrezco el afecto, lo encuentro impuro.
Pero te ofrezco el Corazón de tu Hijo Unigénito: Madre, un regalo mayor no
puedo hacerte.
Santa Mª Magdalena de Pazzis