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¡Oh María, Virgen poderosa y Madre de misericordia,
Reina del cielo y refugio de los pecadores! |
¡Oh María, Virgen poderosa y Madre de misericordia, Reina
del cielo y refugio de los pecadores!, nos consagramos a vuestro Inmaculado
Corazón.
Os consagramos nuestro ser y toda nuestra vida; todo cuanto
tenemos, todo lo que amamos, todo lo que somos. A Vos, nuestros cuerpos,
nuestros corazones, nuestras almas. A Vos, nuestros hogares, nuestras familias,
nuestra Patria. Queremos que todo, en nosotros y en torno nuestro, os pertenezca,
y participe de los beneficios de vuestras maternales bendiciones. Y, para que
esta consagración sea verdaderamente eficaz y duradera, renovamos hoy, a
vuestros pies, ¡oh María!, las promesas de nuestro bautismo y de nuestra
primera Comunión. Nos obligamos a profesar siempre y valerosamente las verdades
de la Fe, a vivir
como católicos, enteramente sumisos a todas las normas del Papa y de los
Obispos en comunión con él. Nos obligamos a observar los mandamientos de Dios y
de la Iglesia,
en particular la santificación del Domingo. Nos obligamos a introducir en
nuestra vida, en lo posible, las consoladoras prácticas de la Religión cristiana, sobre
todo la Sagrada Comunión.
Os prometemos, finalmente, ¡oh gloriosa Madre de Dios y tierna Madre de los
hombres!, consagrarnos de todo corazón al servicio de vuestro culto bendito, a
fin de apresurar y asegurar, por el reinado de vuestro Corazón Inmaculado, el
reinado del Corazón de vuestro adorable Hijo, en nuestras almas y en todas las
almas, en nuestra Nación y en todo el universo, así en la tierra como en el
cielo. Así sea.
Indulgencia de tres años.
Indulgencia plenaria, en las condiciones de costumbre, si se
repite este acto de Consagración durante un mes entero, todos los días. (S.C.
de Indulg., 21 febr. 1907; S. Pen. Ap., 29 abr. 1933.)