San Bernardo nos exhorta: “Busquemos la gracia, y busquémosla por medio de María” Dice San Pedro Damiano: “Ella es el Tesoro de las Divinas gracias” Ella puede y quiere enriquecernos, y por eso nos invita y nos llama: El que sea pequeño, lléguese acá (Prov., 9, 4) Señora amabilísima, Señora sublimísima, Señora benignísima, mirad a un pobre pecador que se encomienda a Vos y confía enteramente en Vos.
¡Oh mi augusta Soberana!, la más dichosa de las criaturas y la más humilde Sierva del Señor. Yo me postro ante Vos, ¡oh Madre del Salvador!, y, lleno de confianza en vuestra bondad, os pido instantemente me obtengáis el dolor y el perdón de mis pecados, a fin de que mi alma sea purificada de todas sus manchas. Obtenedme, Virgen Santa, la gracia de estar siempre unido a vuestro divino Hijo y a Vos siendo siempre fiel en el servir a vuestro divino Hijo y a Vos, a vuestro Hijo como a Dios, y a Vos como a Madre de Dios; a vuestro Hijo como a mi Redentor, y a Vos como a Cooperadora de mi redención, ya que Vos llevasteis en vuestro casto seno el cuerpo adorable que fue inmolado por mí, y lo ofrecisteis Vos misma por mi salvación.