Mira los Apóstoles y a todos los allí presentes, besar reverentes aquellas manos y aquellos pies y despidiéndose de aquellos sagrados despojos |
Sepultura.- El triunfo de María no había terminado con su santísima
y envidiable muerte. Semejante a su Hijo en todo, también debía de serlo en la
gloria de su sepulcro y en el triunfo de su Resurrección. El hombre, al morir,
cae vencido por el poder inexorable de la muerte, que le lleva a corromperse y
a deshacerse en un sepulcro. Por eso es tan frío, tan triste, tan humillante
para nosotros el sepulcro. Pero no fue así para María; su sepulcro no tuvo nada
de repugnante y repulsivo. Si es muy
corriente ante el cadáver de una persona que ha muerto en olor de
santidad, sentir gusto y cierto atractivo, ¿qué no ocurriría ante aquel cuerpo
muerto, sí, pero siempre Virgen e Inmaculado de María?
Represéntate como mejor puedas
la escena que se desarrollaría en el entierro de la Virgen. ¡Qué pena y qué
desconsuelo para todos al ver cerrados aquellos dulcísimos ojos, enmudecidos
aquellos labios que tantas palabras de consuelo pronunciaron, inmóviles
aquellas virgíneas manos que tantas bendiciones y gracias habían repartido y a
la vez qué consuelo, qué satisfacción, qué gusto recibirían todos ante la
placidez y el brillo sobrenatural de aquel cadáver, con el perfume que
exhalaba, con el aroma que despedía y todo lo embalsamaba!
Mira los Apóstoles y a todos
los allí presentes, besar reverentes aquellas manos y aquellos pies y
despidiéndose de aquellos sagrados despojos, acompañarla al lugar de su
sepultura, encender antorchas, quemar perfumes, esparcir flores, mientras los
Ángeles dejan oír sus celestiales cánticos, no de luto, ni de llanto, sino de
gloria triunfal. Y así colocada como su Hijo, en un sepulcro nuevo, la dejaron
los Apóstoles, quedando como guardianes del mismo, los Ángeles del Cielo.
Quédate tú también a acompañar el Santo Cuerpo y formar parte de los Coros de
los Ángeles para cantar con ellos, las alabanzas de tu Madre, Pídele que
también, con los Ángeles, las puedas contar un día en el Cielo.
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