Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

sábado, 15 de diciembre de 2018

EL "DON" DE NUESTRA MADRE

Me acerco a Ti, Virgen María, con vivo deseo de penetrar en el secreto de tu vida interior, para que Tú seas mi luz y modelo

A nadie como a María se entregó Dios tan abundantemente, pero tampoco criatura alguna comprendió como María la grandeza del “don”  divino ni fue como Ella tan fiel depositaria y adoradora de él. Así nos la presenta Sor Isabel de la Trinidad: “¡Si conocieras el don de Dios!” Pero hay una criatura que ha conocido este don de Dios y no ha dejado perder de él ni la más mínima partecita… Es la Virgen fiel, aquella que guardaba todas las cosas en su corazón… El Padre, inclinándose sobre esta criatura tan bella, tan desconocedora de su belleza, quiso que fuese en el tiempo la Madre de Aquel cuyo Padre es Él desde la eternidad. Entonces intervino el Espíritu de Amor, que preside en todas las obras divinas; la Virgen pronunció su fiat: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”, y se obró el mayor de los misterios. Al bajar a Ella el Verbo, María quedó para siempre presa de Dios.

“¡Con qué paz y recogimiento obraba María y se prestaba a todo!” Aun las acciones más ordinarias estaban en Ella divinizadas, porque en todo cuanto hacía, permanecía siempre adoradora del don de Dios. Pero esto no le impedía darse también a la vida exterior, cuando se trataba de ejercitar la caridad. El Evangelio nos dice cómo María recorrió con gran premura las montañas de Judea para ir a visitar a su prima Isabel. La inefable visión que contempla dentro de sí no disminuyó nunca su caridad exterior, porque, dice un autor piadoso, la contemplación, si tiene por mira… a Dios, lleva en sí la unidad y no puede perderla nunca.



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