“Sus lazos, cordón de púrpura violeta” (Eccli., 6, 31) Dice el devoto Perbarto que la devoción a María es cadena de predestinación. Pidamos a Nuestra Señora que nos ate siempre con las cadenas del amor a la confianza de su amparo.
¡Oh, mi poderosa protectora y mi verdadero consuelo, después de Dios, en este mundo! Vos, que sois el celeste rocío que endulza mis penas, Vos que sois la luz de mi alma cuando está rodeada de tinieblas, Vos que sois mi guía en mis flaquezas, mi tesoro en mi pobreza, mi remedio en mis heridas, mi alegría en todos mis pesares, mi refugio en todos mis peligros, la esperanza de mi vida y de mi salvación, dignaos escuchar mis súplicas, interesaros por mis males y tened compasión de mí como conviene a la Madre de un Dios que tiene tanta bondad y amor para con los hombres; que es su Padre y os ha designado para ser Madre suya. Ponedme en el número de vuestros queridos hijos y obtenedme de Dios todas las gracias que veis ser necesarias para la salvación de mi alma.
San Germán
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