Desde mi reconocida indignidad me atrevo a saludarte: “Dios te salve, María, llena eres de gracia...” |
Inmaculada Virgen y Madre mía,
María, criatura la más humilde y la mayor ante Dios, Él te exaltó hasta hacerte
Madre suya y Reina del cielo. ¡Bendito sea Dios que quiso ensalzarte tanto!
Desde mi reconocida indignidad
me atrevo a saludarte: “Dios te salve, María, llena eres de gracia...” Tú que
posees la plenitud de gracia, dame parte de ella.
“El Señor está contigo...” ya
desde que te creó, y por entero al hacerse Hijo tuyo.
“Bendita tú entre todas las
mujeres...” alcánzame del Señor su divina bendición.
“Y bendito es el fruto de tu
vientre...” ¡Venerable planta que diste al mundo fruto tan noble y santo!
“Santa María, Madre de
Dios...” me asombra la grandeza de tu maternidad divina, y estoy dispuesto a
morir por defender esta verdad.
“Ruega por nosotros,
pecadores...” al ser Madre de Dios, eres Madre de nuestra salvación, porque
Dios se hizo hombre en ti para salvarnos, tu oración de Madre por nosotros todo
lo puede.
“Ahora y en la hora de nuestra
muerte...” Ayúdanos en el presente cargado de peligros, pero aún más en nuestra
última hora. Salvados por los méritos de Jesucristo y con tu intercesión,
podremos saludarte y alabarte con tu Hijo en el cielo. Amén.
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