Tan tierno y delicado es este
misterio de la vida de la Santísima Virgen, cuanto sumamente práctico por las
grandes enseñanzas que encierra para nuestras almas
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Prontitud en seguir la vocación de Dios.- He aquí una de los
enseñanzas más admirables de este paso. Contempla a la Virgen niña, de edad de
tres años, desprenderse de sus padres, subir corriendo las gradas del Templo,
sin volver la vista hacia atrás y ofrecerse al servicio de Dios en el
Santuario. ¡Qué detalles más divinos! ¡A los tres años! Profundiza bien en esto
¡Qué prisa se da la Virgen por consagrarse al Señor! Por un milagro
excepcional, María, a esa edad, tenía todo el uso de su razón y con esa razón,
deliberadamente, dándose cuenta de lo que hacía, ¡a los tres años!, corre al
Templo. No tenía ningún peligro en su casa, que era de Santos. No repara en su
tierna edad, en que aún son tan necesarios los cuidados de un padre y sobre
todo de una madre. No piensa en el dolor que va a causar a sus padres, ni le
preocupa el nuevo género de vida que desconoce.
Todo eso, son razones de la
prudencia humana. Ella ha oído la voz de Dios e inmediatamente corre a
seguirla, ¡Cuánto antes mejor! Todo le parece demasiado tarde y por eso, sube
corriendo las gradas del Santuario. ¡Qué lección de fervor nos da esta Niña!
Compárate con Ella y mira si así sirves tú al Señor. ¿Qué haces con las
inspiraciones y llamamientos de Dios? ¿Los sigues con esa prontitud? ¿Te
arrojas así de ciegamente, sin pensar en nada, así de confiadamente, sin
preocuparte por nada, como María en brazos del Señor, y dejando a Él el cuidado
de todas las cosas? ¡Cuándo llegaremos a este desprendimiento de todo, hasta de
nosotros mismos, de nuestro modo de ver las cosas, de nuestro propio parecer,
para obrar solo como Dios quiere!
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