Vida de fervor.- No hay santidad sin fervor, ¿cuál sería el de la
Virgen, ya que su santidad fue tan elevada? ¿Concibes si siquiera la
posibilidad de que hiciera algo de cualquier manera, desganada, a la fuerza,
tibiamente? Mírala más bien esforzándose en todo momento por servir a Dios como
verdadera esclava suya, cada vez más y mejor, aumentando su caridad, su
rectitud de intención, su interés sumo en cada obra.
En la vida de perfección, solo
el detenerse es ir hacia atrás. Pues imagínate el continuo crecimiento de las
virtudes en la Virgen y ¡cómo correría por la cumbre altísima de la santidad! Avergüénzate
ante Ella y piensa: Ella siempre pura, siempre santa, siempre llena de gracias,
aspira, sin embargo, a más y mejor, sin detenerse, sin decir nunca basta. ¿Y tú
qué haces? Responde con franqueza lo que diga tu corazón.
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