¡Virgen Santísima, que agradaste
al Señor y fuiste su Madre; Inmaculada en el cuerpo, en el alma, en la fe y en
el amor! Por piedad, vuelve benigna los ojos a los fieles que imploran tu
poderoso patrocinio. La maligna serpiente, contra quien fue lanzada la primera
maldición, sigue combatiendo con furor y tentando a los miserables hijos de
Eva. ¡Ea, bendita Madre, nuestra Reina y Abogada, que desde el primer instante
de tu concepción quebrantaste la cabeza del enemigo! Acoge las súplicas de los
que, unidos a Ti en un solo corazón, te pedimos las presentes ante el Trono del
Altísimo para que no caigamos nunca en las emboscadas que se nos preparan; para
que todos lleguemos al puerto de salvación, y, entre tantos peligros, la
Iglesia y la sociedad canten de nuevo el himno del rescate, de la victoria y de
la paz. Amén.
"...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..."
Beato Pío IX, "Bula Ineffabilis
Deus",
8 de diciembre de 1854
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