"Pon fin a tu voluntad de pecar y encontrarás a María más dispuesta a ayudarte que tu madre carnal" |
Si todos los pecadores
acudieran a María con voluntad de enmendarse, ¿quién podrá perderse? Porque
sólo se pierde el que no recurre a María.
Santa Brígida oyó un día que
Jesucristo decía a su Madre: “Al mismo demonio le conseguirías el perdón, si lo
pidiera con humildad”. No se humillará Lucifer a María; pero si ese caso
llegara, si se humillara hasta pedir socorro a esta Madre Divina, no lo
rechazaría la Virgen, sino que con su intercesión lo sacaría del infierno.
Con aquellas palabras lo que
Jesús quería darnos a entender es que María salva a todos los que recurren a
Ella. Por eso la llamó Basilio de Seleucia: “Hospital público”. Los hospitales
públicos son para los enfermos pobres; cuanto más pobres sean, más razón tienen
de ser admitidos; así María, según esa expresión, debe acoger, ante todo, a los
pecadores más perdidos que recurren a Ella.
“No rechazarás, no, ¡oh
María!, exclama el monje Ecberto, al pecador, por repugnante que sea; si le
tiendes la mano con piedad y lo arrancas del abismo de perdición”.
Reveló el Señor a Santa
Catalina de Sena que había hecho de María un cebo sabroso para atraer a los
hombres, y sobre todo a los pecadores. Y la misma Virgen reveló a Santa Brígida
“que no hay pecador tan abandonado de Dios, que, si la invoca, no vuelva de
nuevo a Dios y no alcance misericordia”. “Así como el imán, le reveló también,
atrae el hierro, así atraigo Yo a los corazones de hierro”.
Del libro “La
devoción a María Santísima”
de San Alfonso María
de Ligorio
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