«Tendréis, pues, mucho que sufrir, pero la gracia de Dios será vuestra fortaleza» |
El 13 de mayo de 1917, domingo, la Virgen se aparecía en
Fátima, hacia el mediodía, a los tres pastorcillos.
«Vimos sobre una carrasca una Señora vestida de blanco, más brillante que el sol, irradiando una luz más clara e intensa que un vaso de cristal lleno de agua cristalina, atravesado por los rayos del sol más ardiente»
Después de un breve diálogo, que podríamos llamar de
presentación, la Virgen esbozó su mensaje:
«¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que El quisiera enviaros, en acto de desagravio por los pecados con que es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores?»
— «Sí, queremos» —contestó Lucía en nombre de los tres. —
«Tendréis, pues, mucho que sufrir, pero la gracia de Dios será vuestra fortaleza»
«Fue al pronunciar estas últimas palabras cuando abrió por primera vez las manos, comunicándonos una luz tan intensa, como un reflejo que de ellas se irradiaba, que nos penetraba en el pecho y en lo más íntimo del alma, haciéndonos ver a nosotros mismos en Dios, el cual era esa luz, más claramente que nos vemos en el mejor de los espejos»
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