Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

sábado, 31 de octubre de 2020

PARA LA VISITA A NUESTRA MADRE MARÍA



“Yo soy la Madre del amor hermoso” (Eccli., 24,24), dice María, es decir, del amor que hermosea las almas. Santa María Magdalena de Pazzi vio a María Santísima que iba repartiendo un suave licor, que no era sino el amor divino. Este don sólo por María se concede; pidámoslo, pues, a Ella.

 

¡Oh María, Soberana del Universo! Vos, que sois nuestra alegría, nuestro apoyo y nuestra defensa, interesaos por mí ante el Señor, obtenedme la gracia de volverme digno de gozar un día de esta felicidad que Vos gozáis actualmente en el cielo. Sí, yo os lo suplico, ¡oh Reina mía, refugio mío, esperanza mía, alegría mía y, después de Dios, vida mía!: haced que yo obtenga con Vos un puesto entre los escogidos. Sé que por ser la Madre de Dios podéis obtenerme  este favor, si lo pedís para mí. ¡Oh Virgen siempre sin mancilla! Vos sois omnipotente cerca de Dios para salvar los pecadores y consolar los afligidos; y yo sé también que para compadeceros de nuestras miserias no necesitáis otra recomendación, pues sois por excelencia la Madre de Misericordia.

 

San Germán




sábado, 24 de octubre de 2020

PRODIGIOS Y MILAGROS DEL SANTO ROSARIO



Un sacerdote se arrepiente de predicar en contra del Rosario

El erudito franciscano, Carthagena, así como varios otros autores, dice que un evento extraordinario tuvo lugar en 1482. El venerable p. James Sprenger y los religiosos de su orden trabajaban celosamente para restablecer la devoción al Rosario y su Cofradía en la ciudad de Colonia. Desafortunadamente, dos sacerdotes que eran famosos por su habilidad de predicar estaban celosos de la gran influencia que estaban ejerciendo al predicar el Rosario. Estos dos Padres hablaron en contra de esta devoción cada vez que tuvieron la oportunidad, y como eran muy elocuentes y tenían una gran reputación, persuadieron a muchas personas de no unirse a la Cofradía.

Uno de ellos, el mejor para lograr su malvado fin, escribió un sermón especial contra el Rosario y planeó darlo el domingo siguiente. Pero cuando llegó el momento del sermón, no apareció y, después de una cierta espera, alguien fue a buscarlo. Se descubrió que estaba muerto, y evidentemente había muerto sin que nadie lo ayudara.

Después de convencerse de que esta muerte se debió a causas naturales, el otro sacerdote decidió llevar a cabo el plan de su amigo y dar un sermón similar otro día, con la esperanza de poner fin a la Cofradía del Rosario.

Sin embargo, cuando llegó el día en que él debía predicar y era hora de dar el sermón, Dios lo castigó golpeándolo con una parálisis que lo privó del uso de sus extremidades y de su poder de expresión.

Finalmente admitió su culpa y la de su amigo, y en su corazón suplicó en silencio a nuestra Señora que lo ayudara.

Prometió que si sólo ella lo curara, él predicaría el Rosario con tanto celo como aquello con lo que había luchado anteriormente. Para este fin, le imploró que recuperara su salud y su discurso, lo cual ella hizo, y al encontrarse instantáneamente curado, se levantó como otro Saulo (san Pablo), un perseguidor convertido en defensor del santo Rosario. Reconoció públicamente su error anterior y siempre predicó las maravillas del Rosario con gran celo y elocuencia.


San Luis María Grignion de Montfort. 
“El Secreto Admirable del Santo Rosario”



domingo, 11 de octubre de 2020

11 DE OCTUBRE, MATERNIDAD DIVINA DE NUESTRA MADRE

 


La vida de la Madre de Dios.- Era una vida en este tiempo de íntima unión con Dios, según el cuerpo y según el alma. La vida íntima de Madre e Hijo. Una sola vida. Un mismo latido en ambos corazones. Qué recogimiento tan intenso y tan profundo para reconcentrar toda su vida en su Hijo. Todo lo que hacía era con Él y por Él; veía con los ojos de su Hijo; amaba con su corazón; sus gustos eran los de Él.

De ahí que fuera una vida de los más íntimos, puros y perfectos sentimientos de amor y gozo hacia Dios a quien encerraba en su seno. Si el Cielo consiste en la posesión de Dios, María ya gozaba entonces de esta posesión aún más íntima, aún más perfecta que la de todos los ángeles y bienaventurados en la gloria. Era, pues, una vida toda divina, toda gloriosa, toda santificadora por la unión con su Hijo.

La Madre de Dios es mi Madre.- Pero también tenía unión conmigo. Dios quiso que su Madre fuera también mi Madre y me amó ya desde entonces como tal. Ella deseaba entonces ardientemente que su Hijo ya naciera y redimiera al mundo pensando en mí. Ella quería ya entonces, lo mismo que ahora, tenerme a mí como a verdadero hijo, como a su Jesús, que yo me uniera con Ella, como estaba Jesús, para que yo como Jesús participara de aquella vida.

¡Qué dicha la mía tener una Madre que ha merecido ser la Madre de Dios! Por Ella adquirimos un parentesco con Jesús. Jesús y yo somos hermanos. Piensa mucho en esto y agradece estas maravillas de amor a la Madre y al Hijo. Imita a María en esta maternidad divina uniéndote íntimamente como Ella a Jesús. Haz práctica esta unión, uniéndote antes con la Santísima Virgen para vivir completamente esta vida. Procura que tu alma sea hija verdadera, de palabra y de hecho  de tan gran Madre.



sábado, 10 de octubre de 2020

LOS FAVORES DE NUESTRA MADRE MARÍA (El Santo Rosario)

 


La Santísima Virgen no favorece solamente a quienes predican el rosario, sino que recompensa también gloriosamente a quienes con su ejemplo atraen a los demás a esta devoción.

 

Alfonso, rey de León y de Galicia, deseando que todos sus criados honraran a la Santísima Virgen con el rosario, resolvió, para animarlos con su ejemplo, llevar ostensiblemente un gran rosario, aunque sin rezarlo. Esto bastó para obligar a toda su corte a rezarlo devotamente.

El rey cayó enfermo de gravedad. Ya le creían muerto, cuando fue arrebatado en espíritu ante el tribunal de Jesucristo. Vio a los demonios que le acusaban de todos los crímenes que había cometido. Cuando el divino Juez lo iba ya a condenar a las penas eternas, intervino en favor suyo la Santísima Virgen. Trajeron entonces una balanza; en un platillo de la misma colocaron todos los pecados del rey. La Santísima Virgen colocó en el otro el gran rosario que Alfonso había llevado para honrarla y los que, gracias a su ejemplo, habían recitado otras personas. Esto pesó más que los pecados del rey. La Virgen le dijo luego, mirándole benignamente: “Para recompensarte por el pequeño servicio que me hiciste al llevar mi rosario, te he alcanzado de mi Hijo la prolongación de tu vida por algunos años. ¡Empléalos bien y haz penitencia!”.

Volviendo en sí, el rey exclamó: “¡Oh bendito rosario de la Santísima Virgen, que me libró de la condenación eterna!” Y, después de recobrar la salud, fue siempre devoto del rosario y lo recitó todos los días.

 

San Luis María Grignion de Montfort. 
“El Secreto Admirable del Santo Rosario”



miércoles, 7 de octubre de 2020

A TI MADRE MÍA DEL ROSARIO

"La luz de vuestra fe disipe las tinieblas de mi espíritu; vuestra humildad profunda ocupe el lugar de mi orgullor"


Te saludo, María, Hija predilecta del Padre eterno. Te saludo, María, Madre admirable del Hijo. Te saludo María, Esposa fidelísima del Espíritu Santo.

Te saludo, María, mi amada Madre, mi amable Señora, mi poderosa Soberana. Te saludo, mi gozo, mi gloria, mi corazón y mi alma. Vos sois toda mía por misericordia, y yo soy todo vuestro por justicia. Pero todavía no lo soy bastante. De nuevo me entrego a Vos todo entero en calidad de eterno esclavo, sin reservar nada ni para mí, ni para otros.

Si algo veis en mí que todavía no sea vuestro, tomadlo en seguida, os lo suplico, y haceos dueña absoluta de todos mis haberes para destruir y desarraigar y aniquilar en mí todo lo que desagrade a Dios y plantad, levantad y producid todo lo que os guste.

La luz de vuestra fe disipe las tinieblas de mi espíritu; vuestra humildad profunda ocupe el lugar de mi orgullo; vuestra contemplación sublime detenga las distracciones de mi fantasía vagabunda; vuestra continua vista de Dios llene de Su presencia mi memoria, la caridad de vuestro Corazón abrase la tibieza y frialdad del mío; cedan el sitio a vuestras virtudes mis pecados; vuestros méritos sean delante de Dios mi adorno y suplemento. En fin, queridísima y amadísima Madre, haced, si es posible, que no tenga yo más espíritu que el vuestro para conocer a Jesucristo y su divina voluntad; que no tenga más alma que la vuestra para alabar y glorificar al Señor; que no tenga más corazón que el vuestro para amar a Dios con amor puro y con amor ardiente como Vos.

Para Vos el ver claro, sin tinieblas; para Vos el gustar por entero sin amargura; para Vos el triunfar gloriosa a la diestra de vuestro Hijo, sin humillación; para Vos el mandar a los ángeles, hombres y demonios, con poder absoluto, sin resistencia, y el disponer en fin, sin reserva alguna de todos los bienes de Dios. Esta es, Bienaventurada Virgen María, la mejor parte que se os ha concedido, y que jamás se os quitará, que es para mí grandísimo gozo.

Para mí y mientras viva no quiero otro, sino el experimentar el que Vos tuvisteis: creer a secas, sin nada ver y gustar; sufrir con alegría, sin consuelo de las criaturas; morir a mí mismo, continuamente y sin descanso; trabajar mucho hasta la muerte por Vos, sin interés, como el más vil de los esclavos. La sola gracia, que por pura misericordia os pido, es que en todos los días y en todos los momentos de mi vida diga tres amenes: amén a todo lo que hicisteis sobre la tierra cuando vivíais; amén a todo lo que hacéis al presente en el Cielo; amén a todo lo que hacéis en mi alma, para que en ella no haya nada más que Vos, para glorificar plenamente a Jesús en mí, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

 

San Luis María Grignion de Montfort. 
“El Secreto Admirable del Santo Rosario”




sábado, 3 de octubre de 2020

HOY ES PRIMER SÁBADO DE MES


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EL CORAZÓN DE MARÍA Y LOS PRIMEROS SÁBADOS

La gran promesa del Corazón de María en Pontevedra. La primera promesa la cumplió la Virgen el 10 de diciembre de 1925. Sor Lucía, como postulante Dorotea, estaba en su celda cuando se le apareció Nuestra Señora poniéndole una mano sobre el hombro mientras le mostraba en la otra un corazón rodeado de espinas. Al lado de la Virgen estaba el Niño Jesús subido en una nube de luz, que le dijo: 

«Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de espinas que los hombres ingratos continuamente le clavan, sin que haya nadie que haga un acto de reparación para arrancárselas»

En seguida dijo la Santísima Virgen: 

«Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que todos aquellos que, durante cinco meses, en el primer sábado se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan quince minutos de compañía, meditando en los quince misterios del Rosario, con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas»

LA INTENCIÓN REPARADORA

Sin esta intención general, sin esta voluntad de amor que desea reparar y consolar a la Virgen, sin esta “compasión”, todas estas prácticas serían incompletas. Se trata de consolar al Corazón Doloroso e Inmaculado de Nuestra Madre. Aunque aquí no se trata en primer lugar de consolar a la Virgen María compadeciéndose de su Corazón traspasado por causa de los sufrimientos de su Hijo, sino que el sentido preciso de esta devoción reparadora considera las ofensas que actualmente recibe el Corazón Inmaculado de María por parte de los que rechazan su mediación materna y menosprecian sus prerrogativas. Son éstas otras tantas espinas que hay que arrancar de su Corazón por estas prácticas de reparación, para consolarla y obtener así el perdón para las almas que le ofenden tan gravemente.









jueves, 1 de octubre de 2020

EL AVEMARÍA

 

¿Te debates en la miseria del pecado? Invoca a la excelsa María y dile: ¡Ave! Que quiere decir: ¡Te saludo con profundo respeto a ti que eres sin pecado, ni desgracia! Ella te librará de la desgracia de tus pecados.

¿Te envuelven las tinieblas de la ignorancia o del error? Recurre a María y dile: ¡Ave María! Es decir, iluminada con los rayos del sol de justicia. Ella te comunicará sus luces.

¿Caminas extraviado, fuera de la senda del cielo? Invoca a María, que quiere decir Estrella del mar y Estrella polar, que guía nuestro peregrinar por este mundo. Ella te conducirá al puerto de salvación. ¿Estás afligido? Acude a María, que quiere decir mar  amargo, pues fue llena de amarguras en este mundo y actualmente en el cielo se ha convertido en mar de purísimas dulzuras. Ella convertirá tu tristeza en gozo y tus aflicciones en consuelo.

¿Has perdido la gracia? Honra la abundancia de gracias de que Dios llenó a la Santísima Virgen y dile llena de gracia y de todos los dones del Espíritu Santo. Ella te dará sus gracias.

¿Te sientes solo y abandonado de Dios? dirígete a María y dile el Señor es contigo más noble y está más íntimamente que en los justos y los santos, porque eres con Él una misma cosa, pues siendo Él tu Hijo, su carne es carne tuya. Y dado que eres su Madre, estás con el Señor en semejanza perfecta y mutua caridad. Dile finalmente: Toda la Santísima Trinidad está contigo, pues eres su precioso templo. Ella te colocará bajo la protección y salvaguardia del Señor.

¿Te has convertido en objeto de la maldición divina? Dile: bendita tu entre todas las mujeres. Te aclaman todas las naciones por tu pureza y fecundidad, tú cambiaste las maldiciones divinas en bendición. Ella te bendecirá.

¿Estás hambriento del pan de la gracia y del pan de la vida? Acércate a quien llevó el pan vivo descendido del cielo. Dile bendito es el fruto de tu vientre, el que concebiste sin detrimento de tu virginidad, que llevaste sin trabajo y diste a luz sin dolor. Bendito Jesús, que rescató al mundo esclavizado, curó al mundo enfermo, resucitó al hombre muerto, hizo volver al hombre desterrado, justificó al hombre criminal y salvó al hombre condenado. Ciertamente tu alma será saciada del pan de la gracia en esta vida y de la vida eterna en la otra. Amén.

Concluye tu plegaria con la Iglesia y di: Santa María; santa en cuerpo y alma, santa por tu singular y eterna abnegación en el servicio de Dios, santa en tu calidad de Madre de Dios que te dio una santidad eminente como convenía a esta infinita dignidad.

Madre de Dios y también Madre nuestra, Abogada y Mediadora nuestra, Tesorera y Dispensadora de las gracias de Dios: Alcánzanos pronto el perdón de nuestros pecados y la reconciliación con la divina Majestad.

Ruega por nosotros, pecadores: pues tienes tanta compasión de los miserables, que no desprecias ni rechazas a los pecadores, sin los cuales no serías la Madre del Salvador. Ruega por nosotros ahora, durante el tiempo de nuestra vida corta, frágil y miserable. Ahora, porque sólo nos pertenece el momento presente. Ahora, cuando somos acometidos y estamos rodeados, noche y día, de poderosos y crueles enemigos.

En la hora de nuestra muerte, tan terrible y peligrosa, cuando se agoten nuestras fuerzas, cuando nuestro cuerpo y espíritu estarán abatidos por el dolor y el espanto. En la hora de nuestra muerte, cuando Satanás redoblará sus esfuerzos a fin de arruinarnos para siempre. En esa hora en que se decidirá nuestra suerte para toda una eternidad, dichosa o infeliz. Ven en ayuda de tus pobres hijos, Madre compasiva, abogada y refugio de los pecadores. Aleja de nosotros en la hora de la muerte a los demonios, enemigos y acusadores nuestros, cuyo horroroso aspecto nos espanta. Ven a iluminarnos en las tinieblas de nuestra muerte. Guíanos y acompáñanos ante el tribunal de nuestro Juez, que es Hijo tuyo. Intercede por nosotros para que nos perdone y reciba en el número de los elegidos en la mansión de la gloria eterna. ¡Amén, que así sea!


San Luis María Grignion de Montfort
“El Secreto Admirable del Santísimo Rosario”