Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

sábado, 18 de diciembre de 2021

18 DE DICIEMBRE, EXPECTACIÓN DEL PARTO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

 

Esta Fiesta fue instituida en el Concilio X de Toledo (656). La Iglesia Española la celebraba hasta fines de la Edad Media con gran esplendor. Se le llama también “Fiesta de Nuestra Señora de la O” porque se comienzan a rezar en las Primeras Vísperas las Antífonas “O”. Hoy debemos considerar con gran recogimiento el misterio inefable que se obró en la Santísima Virgen el día de la Anunciación y los frutos que él nos ha reportado, frutos que van a reproducirse dentro de poco en nuestras almas.

 

ORACIÓN COLECTA DE LA SANCTA MISSA (Rorate Caeli)

 ¡Oh Dios!, que al anuncio del ángel has querido que tu Verbo tomase carne de las entrañas de la Bienaventurada Virgen María, concede a tus siervos que, pues la creemos verdadera Madre de Dios, gocemos ante Ti del apoyo de su intercesión. Por el mismo Señor Nuestro.



sábado, 11 de diciembre de 2021

EL FUNDAMENTO DE TODAS LAS GRANDEZAS DE NUESTRA MADRE

 


Mi Concepción Inmaculada, hijo mío, es el fundamento de todas mis grandezas, excelencias, gracias y glorias. Un edificio, por magnífico y precioso que sea, si no tiene buen fundamento siempre está en peligro de ruina; pero si tiene buen fundamento, subsiste y puede edificarse sobre él cuanto convenga. Pon por fundamento de mis glorias que he sido Inmaculada desde el primer instante de mi Concepción, y todas las gracias y privilegios que edificó el poder, sabiduría y amor de Dios sobre mí, tienen un buen asiento y conveniente explicación. Llámame Reina de los ángeles y de los hombres, llena de gracia, enemiga irreconciliable de la serpiente infernal y aplastadora de su cabeza, abismo de las gracias y Madre de Dios; todo se explica, todo sienta bien en mi alma. Si no hubiese sido Inmaculada, nada de esto se puede decir bien. Viste o adorna de pedrerías a una estatua preciosa que sea de oro; si le pones los pies de sucio barro, cuanto más la hermosees, si no corriges este defecto, peor lo harás. Pues así, hijo mío, por más que me reconocieras adornada de todos los tesoros y gracias del Rey de la gloria, si pusieres mis pies, mis fundamentos amasados y hechos de sucio barro del pecado original, más me afearías. Si mis pies son de oro purísimo, bien está que me adornes con ricas preseas. Más aún, hijo mío: si estuviese en la mano de un buen hijo el escoger para madre suya la madre más noble, más rica, más pura, más agraciada y santa, ¿podría caber en su entendimiento sano, que estando en su mano así escogerla con solo querer, la escogiese fea, necia, haraposa y mala? pues Cristo Jesús, Hijo de Dios e hijo de mis entrañas, que me poseyó ya en los principios de sus caminos, podía escogerme toda bella, hermosa, pura, agraciada y santa, porque es infinitamente poderoso, sabio y bueno. ¿Pudo hacerlo? ¿Supo hacerlo? ¿Era decoroso hacerlo? Luego lo hizo, luego me crió toda pura, toda santa, toda hermosa. Así discurrían, hijo mío, tus buenos padres, para quienes este misterio de mi Concepción Inmaculada fue misterio del corazón antes que misterio de fe: misterio de amor y de buen sentido católico, antes que misterio de creencia dogmática. Yo soy escogida con mi hijo Jesús y para mi hijo Jesús en otro orden de cosas y de predestinación que en el común de los hombres. Yo soy María, toda de Jesús y toda para Jesús, Hijo de Dios, y por ende Inmaculada siempre, purísima siempre, toda hermosa y santa. Dime, pues, siempre y repítelo muchas veces en este día, el más feliz y glorioso de mi vida, si quieres contentarme: Toda hermosa sois ¡oh María! y mancha original no hay en vos, y procura, para más agradarme, conservar también tu alma pura y limpia de todo pecado.

 

San Enrique de Ossó



miércoles, 8 de diciembre de 2021

INMACULA CONCEPCIÓN - 2021

 

Dios te salve, María, llena de gracia y bendita más que todas las mujeres, Virgen singular, Virgen soberana y perfecta, elegida para Madre de Dios y preservada por ello de toda culpa desde el primer instante de tu Concepción; así como por Eva nos vino la muerte, así nos viene la vida por Ti, que, por la gracia de Dios, has sido elegida para ser Madre del nuevo pueblo que Jesucristo ha formado con su Sangre.



A la definición dogmática de la
Inmaculada Concepción. Pinchar AQUÍ




sábado, 27 de noviembre de 2021

DEVOCIÓN A LA REINA DEL CENÁCULO

 


De la devoción a María, Reina del Cenáculo.-   A devoción a la santísima e inmaculada virgen María es consecuencia rigurosa de la fe en Jesucristo nuestro Salvador. El culto de María fluye del amor a Jesús, su divino hijo.

Porque ¿cómo adorar a Jesucristo sin honrar a quien nos le ha dado? ¿Cómo amar a Jesús sin amar a María, divina y cariñosísima madre suya, a la que tanto amó Él mismo?

La devoción a María es, por tanto, deber filial de todo cristiano.

Grande y universal es su culto en la Iglesia. Cada uno de los misterios de su vida cuenta con una familia que la honra, cada una de sus virtudes tiene discípulos que de ella hacen regla y felicidad de su vida.

Pero entre los misterios de la vida de María hay uno que los resume todos, lo mismo en cuanto a sus enseñanzas que en cuanto a su santidad: es la vida de María en el cenáculo, honrando la vida eucarística de Jesús.

María se quedó en la tierra por espacio de veinticuatro años después de la ascensión de Jesús. El cenáculo donde Jesucristo instituyó la divina Eucaristía y donde fijó su primer sagrario fue su vivienda.

La ocupación habitual de María consistía en adorar a su divino hijo debajo de los velos eucarísticos, en ensalzarle por este don supremo de su amor, en unirse con Él en su estado de anonadamiento y de sacrificio, en orar por la extensión de su reino y por los hijos que tanto le costaron en el Calvario.

Por eso los adoradores deben honrar con un culto especial y hacer que todos honren la vida de adoración de María.

Necesitan un modelo y una madre en el ejercicio de su sublime vocación. Pues la santísima virgen María es su modelo perfecto. Ella fue en la tierra la primera y más perfecta adoradora de Jesús, y con sus adoraciones le dio más gloria que la que le puedan dar todos los ángeles y santos juntos

La divina madre de Jesús, tal es la madre de los adoradores. Jesús crucificado les ha cedido los propios derechos y el propio puesto sobre su corazón maternal tan bueno. El oficio de María es educar a los hijos del calvario, formarles según Jesús su Salvador, hacerles dignos de su amor y trocarles en perfectos adoradores de su adorable persona en el santísimo Sacramento del altar.

Estudien, pues, los adoradores la vida de María en el cenáculo, honren y sirvan a Jesús junto a María, y no tardarán en ser verdaderos y perfectos adoradores.

En el cenáculo la santísima Virgen se ocupa incesantemente en adorar a la sagrada Eucaristía, vive de la vida eucarística de Jesús, y se consagra a la gloria de Jesús y a su reinado eucarístico.

María, Apóstol de la Gloria de Jesús.- En el cenáculo, María se entregaba toda entera a la gloria eucarística de Jesús. Sabía muy bien que era deseo del Padre que la Eucaristía fuera conocida, amada y servida de todos, que el corazón de Jesús sentía necesidad de comunicar a los hombres todos sus dones de gracia y de gloria. Porque la Iglesia fue instituida para darse Jesucristo al mundo como rey y como Dios y para conquistar todas las naciones de la tierra. Por eso todo su deseo era conocer y glorificar a Jesús en el santísimo Sacramento. Su inmenso amor al hijo de sus entrañas necesitaba dilatarse, abnegarse, para así aliviarse algún tanto de la pena que le producía la imposibilidad en que se veía de glorificarle bastante por sí misma.

Por otra parte, los hombres se hicieron hijos suyos en el calvario y ella los amaba con entrañas de madre, queriendo el bien de ellos tanto como el suyo propio. Por eso ardía en deseos de dar a conocer a Jesús en el santísimo Sacramento, de abrasar los corazones en su amor, de ver a todos atados y encadenados a su amable servicio, de formar para Él una guardia eucarística, una corte de fieles y abnegados adoradores.

Para lograr esta gracia, María cumplía una misión perpetua de oración y penitencia a los pies de la adorable Eucaristía, en la cual trataba de la salvación del mundo rescatado por la sangre divina. Con su celo inmenso abarcaba las necesidades de los fieles de todos los tiempos y lugares, que recibirían la herencia de la divina Eucaristía.

Pero el oficio de que más gustaba su alma era orar continuamente para que produjesen mucho fruto las predicaciones y trabajos de los apóstoles y demás miembros del sacerdocio de Jesucristo. Por eso no hay por qué extrañarse al ver que los primeros obreros evangélicos convertían tan fácilmente reinos enteros, pues allá estaba María al pie del trono de misericordia suplicando por ellos a la bondad del Salvador. Predicaba con su oración y con su oración convertía almas. Y como quiera que toda gracia de conversión es fruto de oración y la petición de María no podía ser desestimada, en esta Madre de bondad tenían los apóstoles su mejor auxiliadora.

“Bienaventurado aquel por quien ora María”. Los adoradores participan de la vida y del oficio de oración de María a los pies del santísimo Sacramento, que es ciertamente el oficio más hermoso y el que menos peligros presenta. Es también el más santo, porque es ejercicio de todas las virtudes. Es el más necesario para la Iglesia, que necesita más almas de oración que predicadores, más hombres de penitencia que de elocuencia. Hoy más que nunca hacen falta varones, que, con su propia inmolación, aplaquen la cólera de Dios, irritado por los crímenes siempre crecientes de las naciones. Hacen falta almas que con sus instancias vuelvan a abrir los tesoros de gracia cerrados por la indiferencia general. Hacen falta adoradores verdaderos, esto es, hombres de fuego y de sacrificio. Cuando éstos sean numerosos cerca de su divino jefe, Dios será glorificado y Jesús amado, las sociedades se harán cristianas, serán conquistadas para Jesucristo por el apostolado de la oración eucarística.



sábado, 13 de noviembre de 2021

PENTECOSTÉS A LA LUZ DE NUESTRA MADRE MARÍA

 

Los Doctores de la Iglesia enseñan claramente lo esencial que es el descenso del Espíritu Santo para nuestra salvación. San Buenaventura, por ejemplo, dice: “Sin la acción del Espíritu Santo en nuestros corazones, que es el amor del Padre y del Hijo y que nos lleva al Padre y al Hijo, el envío del Hijo por el Padre y toda la obra redentora del Hijo habrían pasado de largo inútilmente” (Collationes de septem donis Spiritus Sancti).


La acción del Espíritu Santo abre nuestros corazones a la obra redentora de Cristo, efectúa en nosotros el influjo de la vida divina, es decir, de todas las gracias de conversión y santificación. El importante papel de María en la misión del Espíritu Santo ya está indicado en las Sagradas Escrituras, por la clara mención de su presencia entre los Apóstoles el día de Pentecostés (Hch 1,14).

El Papa Pío XII enseña que su ferviente súplica causó el descenso del Espíritu Santo (Encíclica Mystici Corporis). En efecto, si los Apóstoles “perseveraban en la oración unánime”, ¿cuán poderosa debió ser la súplica de la Llena de Gracia, a quien la Iglesia llama "omnipotencia intercesora", y a cuya súplica Dios nunca se resiste?

En consecuencia, María estaba “llena del Espíritu Santo” más que todos los demás juntos. Sólo ella recibió sus dones en abundancia, pero no sólo para su propia perfección. Los Doctores de la Iglesia dicen que su plenitud de gracia es como una fuente de la que fluyen todas las gracias del Espíritu Santo para todos nosotros.

San Bernardo, por ejemplo, escribe: “Quién podría decir que no estaba colmada a quien el ángel saluda como la llena de gracia. Y no sólo eso, sino que además el ángel afirma que el Espíritu Santo vendrá sobre ella. Con qué propósito, piensas, se hace esto, sino sólo para traerle también la superabundancia de la gracia.

“Puesto que ella ya había recibido el Espíritu para sí misma, y por tanto estaba llena de gracia por sí misma, el mismo Espíritu debía venir ahora sobre ella para nosotros también, para que ella rebosara y desbordara de gracia. De tal plenitud hemos recibido todos. Al fin y al cabo, es nuestra Medianera” (Sermo 2 in Assumptione BMV).

El padre Maximiliano Kolbe aclara esta verdad: “Toda gracia es fruto de la vida de la Santísima Trinidad: el Padre engendra eternamente al Hijo, y el Espíritu Santo procede de ellos. De este modo fluye toda la perfección en todos los órdenes hacia el mundo.

“Toda gracia viene del Padre, que engendra eternamente al Hijo, y la gracia en función del Hijo. El Espíritu Santo, que procede eternamente del Padre y del Hijo, forma esta gracia en la Inmaculada y por medio de ella moldea las almas a semejanza del Hombre-Dios primogénito.

“En adelante, el Espíritu Santo no envía ninguna gracia, y el Padre, a través del Hijo y del Espíritu, no infunde ninguna vida sobrenatural en el alma sino a través de la Medianera de todas las gracias, la Inmaculada, con su permiso, su cooperación. Todos los tesoros los recibe como propios, y los distribuye a quien y en la medida que ella misma quiere.” (Fragmento del libro inacabado sobre la Inmaculada).

Quien desee recibir los dones del Espíritu Santo debe recordar las palabras de San Luis María Grignion:

“Con María y en ella el Espíritu Santo produjo su obra maestra, que es un Dios hecho hombre, y produce todos los días hasta el fin del mundo a los elegidos y miembros de esta Cabeza adorable. Por ello, cuanto más encuentra a María, su querida e indisoluble Esposa, en una alma, tanto más poderoso y dinámico se muestra para producir a Jesucristo en esa alma y a ésta en Jesucristo.” (Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, n. 20).




sábado, 6 de noviembre de 2021

POR LAS AFLIGIDÍSIMAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO

 

¿De qué trabajos puedo yo quejarme, Jesús dulcísimo, cuando os contemplo sensiblemente desamparado en la Cruz? El eterno Padre os dejaba padecer como si no fueseis su Hijo; y la vista lastimosa de vuestra afligidísima Madre os aumentaba más los dolores. ¡Oh, ejemplo que confunde mi impaciencia en los trabajos! Enviadme, Señor, los trabajos que os plazca; pero, al mismo tiempo, la paciencia, que es el camino real del cielo. Por el gran desamparo que sintió la Virgen pura cuando expirasteis delante de sus ojos, amparadme contra todas las tentaciones de la vida, amparadme en la hora de la muerte. Y por aquel mismo desamparo, amparad a las Almas del Purgatorio, que en vuestro amparo, y en el de la Virgen María, confían veros cara a cara en la gloria. Amén.



sábado, 23 de octubre de 2021

NUESTRA SANTÍSIMA MADRE Y EL SACERDOTE

 

El amor del sacerdote por Jesús debe ser diferente y muchísimo más ardiente que el amor de los otros hombres; puesto que “quien ha recibo más, ama más”. Ahora bien, las gracias y los dones particulares que enriquecen el alma y el corazón del sacerdote son tales, que ni siquiera quien los ha recibido y los posee, lo sospecha, y aunque crea que ha recibido mucho, no puede conocer toda la profusión de gracias que el Amor Infinito ha derramado en él. Una de las bienaventuranzas del sacerdote en el cielo será ver y conocer todo lo que el Amor ha hecho por él y cuán privilegiado ha sido con relación a los otros hombres.

El sacerdote pasa, en cierto modo, al estado de ser divinizado por la unión que tiene con Cristo y por el poder que, a través de Cristo, tiene sobre las almas para su bien y salvación. Por eso el sacerdote está obligado a tener para con Dios, Nuestro Señor, un amor muy especialmente fuerte, tierno y ardiente.

Solo hay una criatura que ha amado y ama a Jesús como debe amarlo el sacerdote. No hay más que un corazón capaz de servirle de modelo para este amor: el Corazón de la Santísima Virgen. Sí el amor del sacerdote a Jesús debe ser en todo semejante al amor de María a su Divino Hijo.

Como María, el sacerdote, elevado a gran altura por una gracia de elección, sin embargo, sigue siendo una criatura inferior y sometida al Divino Maestro. Como Ella, el sacerdote toca la nada por su naturaleza y lo íntimo de la Divinidad por un privilegio de amor. Como Ella, debe ver mejor que los demás, la verdad de su propia miseria y pequeñez, y ser más consciente de las divinas irradiaciones del Amor Infinito. Como Ella, recibe por virtud del Espíritu Santo el poder de dar al mundo al Verbo Encarnado; la Madre lo da en la realidad de su carne; el sacerdote, en la realidad de su Carne Eucarística.

El amor de María por Jesús es un amor de criatura privilegiada, es un amor de ardiente agradecimiento y de profunda humildad, un amor que se abaja y se sacrifica, que se da enteramente por la necesidad que experimenta de devolver todo lo que puede a Aquel de quien todo lo ha recibido. El amor de María es también un amor de Madre, tierno, delicado, diligente, un amor que defiende y protege, que se sacrifica también, pero de otro modo, que se da, no para devolver, sino para dar más aún a quien ya se ha dado.

El amor del sacerdote para con Jesús, su adorable Maestro, debe ser enteramente semejante. Debe ser un amor de criatura amada que adora, que agradece, que se da sin calcular; un amor lleno de exquisitas delicadezas, un amor celoso que custodia con vigilancia, que protege, que rodea de cuidados, que se sacrifica hasta el olvido de sí mismo.

María tuvo por Jesús no solo un amor de criatura privilegiada y de madre cariñosa, sino que también tuvo, tiene siempre, por su adorable Hijo, un amor de virgen. Es un amor humilde – el amor siempre debe ser humilde -, pero es un amor confiado, fiel único, lleno de castas familiaridades, de exquisitas atenciones y de respetuosos ardores.

Así debe ser también el amor del sacerdote a Jesús: un amor puro, dilatado, fiel y confiado. Es verdad que el sacerdote no posee el candor ideal de la Inmaculada; su corazón no tiene la sublime pureza del Corazón de la Virgen Madre; pero le basta recurrir a las gracias de su sacerdocio; allí encontrará las fuentes de virginales ternuras y heroicos sacrificios.

Jesús quiere ser amado por su sacerdote como por la Virgen María, y por eso ha incluido en el privilegio del Sacerdocio gracias semejantes a las que contiene el privilegio de la Maternidad Divina. Gracias de íntima y particularísima unión con su adorable Persona, divina y humana; gracias de inefable pureza; gracias de entrega sin reservas.



sábado, 16 de octubre de 2021

FAVORES DE NUESTRA MADRE POR MEDIO DEL SANTO ROSARIO

 

Alfonso VIII, rey de Aragón de Castilla, fue castigado por Dios de diferentes maneras a causa de sus pecados, viéndose obligado a retirarse a una ciudad de uno de sus aliados. El día de Navidad, predicó allí Santo Domingo según su costumbre sobre el Santo Rosario y las gracias que se obtienen de Dios por esta devoción. Dijo entre otras cosas que cuantos lo rezan alcanzan de Dios el triunfo sobre sus enemigos y recobran todo lo perdido. Impactado por estas palabras, hizo el rey llamar a Santo Domingo y le preguntó si era verdad cuanto había dicho acerca del Santo Rosario. El Santo le respondió que no debía abrigar duda alguna y le prometió que si quería practicar esta devoción e inscribirse en la cofradía, experimentaría sus saludables efectos.

Decidió el rey recitar todos los días el Rosario. Práctica en la que perseveró durante un año, terminado el cual, el mismo día de Navidad, después de recitar él su Rosario, se le apareció la Virgen Santísima y le dijo: «Alfonso, hace un año que me honras recitando devotamente mi Rosario. ¡Quiero recompensarte! He alcanzado de mi Hijo el perdón de tus pecados. Aquí tienes esta camándula. ¡Te la regalo! ¡Llévala siempre contigo y ninguno de tus enemigos podrá hacerte daño!» Y desapareció. El rey quedó muy consolado. Regresó a su casa, llevando en sus manos la camándula. Encontró a la reina y le contó, lleno de gozo, el favor que acababa de recibir de la Santísima Virgen. Le tocó los ojos con la camándula y la reina recobró la vista, que había perdido.

Algún tiempo después, reunió el rey algunas tropas y con la ayuda de sus aliados atacó resueltamente a sus enemigos. Los obligó a devolverle sus tierras y reparar los daños inferidos. Los arrojó totalmente de sus dominios y fue tan afortunado en la guerra, que de todas partes venían soldados a combatir bajo sus banderas, porque las victorias parecían acompañar por todas partes sus batallas. No hay por qué maravillarse de ello, pues no entraba nunca en batalla sin haber rezado antes su Rosario de rodillas. Había hecho inscribir en la cofradía del Santo Rosario a toda su corte y exhortaba a sus oficiales y familiares a ser devotos del mismo. La reina se comprometió también a ello. Y los dos perseveraron en el servicio de la Santísima Virgen, viviendo piadosamente.



lunes, 11 de octubre de 2021

11 DE OCTUBRE, MATERNIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

 

Dichosa Tú, ¡oh María!, en quien no sufrieron mengua la humildad ni la virginidad: virginidad, por cierto, singular, que lejos de empañarse con la fecundidad, recibió de ella mayor lustre; humildad verdaderamente privilegiada, no menguada, sino realzada por la virginidad fecunda; fecundidad incomparable, acompañada a la vez de la virginidad y de la humildad. ¿Hay aquí que no sea admirable, extraordinario y único? 


Admírate por ambas cosas, y considera que sea más admirable, si la benignísima dignación del Hijo o la excelentísima dignidad de la Madre. Ambas causan estupor, ambas constituyen un milagro. Que Dios se someta a una mujer, constituye un acto de humildad sin igual y que una mujer mande a un Dios, puedes ver en ello una sublimidad sin par. En alabanza de las Vírgenes se canta que siguen al Cordero dondequiera que vaya. Ahora bien: ¿de qué alabanzas juzgas digna a la que le precede? Aprende, ¡oh hombre!, a obedecer; aprende, tú, que eres tierra, a estar sumiso; aprende, ¡oh polvo!, a sujetarte. Hablando de tu Hacedor, dice el Evangelista: “Y les estaba sometido”. ¡Avergüénzate, polvo soberbio! Dios se sujeta a los hombres, ¿y tú, deseando dominar a los hombres, pretendes, ser más que tu Hacedor?


Del Oficio de Maitines,
del “Breviario Romano”
(Gubianas-1940)






sábado, 2 de octubre de 2021

PRIMER SÁBADO DEL MES DE OCTUBRE, MES DEL SANTO ROSARIO

 


La Santísima Virgen reveló un día al Beato Alano de la Rupe, que después del Santo Sacrificio de la Misa –primera y más viva memoria de la Pasión de Jesucristo– no hay oración más excelente ni meritoria que el Rosario -segunda memoria y representación de la vida y pasión del Señor.


El R.P. Dorland refiere que la misma Santísima Virgen dijo cierto día al Venerable Domingo, -cartujo, devoto del Santo Rosario, residente en Tréveris, en el año de 1481: «cuantas veces rezan los fieles el Rosario, en estado de gracia, meditando los misterios de la vida y pasión de Jesucristo, obtienen plena y completa remisión de sus pecados». La Santísima Virgen dijo también al Beato Alano: «Ten por cierto que, aunque ya son muchas las indulgencias concedidas a mi Rosario, yo añadiré muchas más por cada tercera parte de él a quienes lo recen en estado de gracia, de rodillas y devotamente. Y a quienes perseveren en su devoción, en tales condiciones y meditaciones, les obtendré al final de su vida -como recompensa por este servicio- la remisión total de la pena y de la culpa por todos sus pecados. Y que esto no parezca imposible: es fácil para mí pues soy la Madre del Rey del cielo, que me llama llena de gracia. Y como tal haré también amplia efusión de ella a mis queridos hijos».

“El Secreto Admirable del Santísimo Rosario”




sábado, 25 de septiembre de 2021

COLOQUIOS CON NUESTRA MADRE

 

Oh, Corazón dulcísimo de mi Madre concededme vivir dignamente, aquí en la tierra, a fin de merecer la inefable dicha de ir a celebrarlo a vuestro mismo lado en el Cielo. Amén, amén.


¡Oh, Corazón de María, Templo de la Beatísima Trinidad, amabilísimo sobre todos los corazones humanos, amantísimo más que el de todas las madres, puro más que los cielos, santo más que los espíritus de la gloria, imagen perfectísima del Corazón de vuestro Hijo! ¡Quién pudiese tributaros todo el honor a que os hacen acreedor vuestras excelencias y grandezas! ¡Quién pudiese abrazarse en las llamas de vuestro amor como merece vuestra incomparable amabilidad! ¡Quién pudiese desagraviaros de las injurias de que os han hecho y se os están haciendo por los enemigos de vuestro santísimo Hijo, que son también enemigos nuestros!

Más no siéndome posible en mi pequeñez cumplir con Vos los deberes que me impone la justicia, la gratitud y el amor, os ofrezco los honores que os han tributado en todos los tiempos los Santos en la tierra y los Ángeles en el cielo, y sobre todo lo que os rindió en su vida mortal y os rinde en su vida gloriosa vuestro Hijo Jesucristo; os ofrezco el amor que ellos os han profesado, os profesan y os profesarán por toda la eternidad, para suplir la insuficiencia de mi amor, para reparar mis tibiezas y descuidos en vuestro servicio y consolar a vuestro Corazón, tan ofendido y menospreciado por muchos de vuestros mismos hijos.



 

sábado, 11 de septiembre de 2021

SÚPLICA A NUESTRA MADRE DE LOS DOLORES

 



Nuestra Señora de los Dolores, te presento todas mis necesidades, angustias, tristezas, miserias y sufrimientos.

¡Oh Madre de los dolores y reina de los mártires!, que tanto sufriste al ver a tu Hijo flagelado, escarnecido y muerto para salvarme, acoge mis plegarias. ¡Madre amable!, concédeme una verdadera contrición de mis pecados y un sincero cambio de vida.

Nuestra Señora de los Dolores, que estuviste presente en el calvario de Nuestro Señor Jesucristo, permanece también presente en mis calvarios. Te suplico esta gracia de la que tanto necesito:

(Haz tu petición)

Por piedad, ¡oh abogada de los pecadores!, no dejes de amparar mi alma en aflicción y en el combate espiritual que estoy atravesando en todo momento. Nuestra Señora de los Dolores, cuando los dolores y los sufrimientos lleguen, no me dejes que me desanime. Madre de los dolores, envuélveme en tu sagrado manto y ayúdame a pasar por el valle de lágrimas. Permanece con nosotros y danos tu auxilio, para que podamos convertir las luchas en victorias, y los dolores en alegrías. Ruega por nosotros, ¡oh Madre!, porque no eres sólo la Madre de los dolores, sino también la Señora de todas las gracias.

Nuestra Señora de los Dolores, fortaléceme en los sufrimientos de la vida. Amén.




sábado, 4 de septiembre de 2021

PRIMER SÁBADO DE MES/EL INMACULADO CORAZÓN DE NUESTRA MADRE MARÍA y III

 

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Oh, Corazón de mi dulce Madre, pues yo no puedo reparar dignamente tantas injurias, ruego que lo hagan por mí los Santos y los Ángeles de la gloria, a los cuales me uno también con deseo de amaros y ensalzaros como ellos os aman y ensalzan.

 

Desagraviemos al Corazón de María.- Considera cómo aunque el Corazón de María es digno de la veneración de todas las criaturas y del amor de todos los corazones, no todos le veneran, no todos le aman.

El infierno, lleno de rabia y furor contra la Mujer fuerte que quebrantó su poder y humilló su orgullo, no cesa de suscitar entre los hombres enemigos a la Virgen para vengarse de ella del modo que le es posible.

Y muchos hombres ¡desgraciados! Se prestan a esta obra de iniquidad, y niegan los privilegios y prerrogativas de María, y, desprecian su culto, blasfeman su Nombre Benditísimo, y profanan sus imágenes y de otros mil modos desahogan el odio y despecho que sienten contra Ella. Ellos no lograrán, es cierto, disminuir un punto la gloria de María, ni amenguar su amor en el corazón de los verdaderos fieles; más entre tanto nuestra amabilísima Madre es ofendida, y su Corazón amantísimo es blanco de continuas saetas que se clavan en Él, y lo atraviesan. Si este mes de agosto es el momento de grandes demostraciones de amor al Corazón de María, es también el tiempo de los grandes desagravios por las ofensas que recibe: todo ha de ir dirigido a tan santo y noble fin.


Padre Ribera



martes, 31 de agosto de 2021

EL INMACULADO CORAZÓN DE NUESTRA MADRE MARÍA II

Pidamos la gracia de honrar dignamente al Corazón de María.


Oh, Corazón amantísimo y amabilísimo de María, toda lengua cante el himno de agradecimiento a vuestras bondades, todo corazón se abrase y se derrita en vuestro amor: a las alabanzas del cielo y de la tierra, al amor de los bienaventurados, uno mis alabanzas y mi amor, empezando así a hacer en esta vida lo que espero hacer en la eterna.

 

Amemos al Corazón de María.- Considera que después del Corazón amabilísimo de Jesús no hay en el cielo y en la tierra objeto más digno de amor que el Corazón de María. Basta para convencernos de ello decir que es el Corazón de la Madre de Dios y de la Madre de los hombres, nobilísimo por el primer título, amantísimo por el segundo, y por ambos dignísimo del amor de todos los corazones. Como Corazón de la Madre de Dios reúne en grado eminentísimo todas las cualidades, todos los atractivos, todos los títulos que pueden hacer amable a un corazón: la dignidad, la grandeza, el poder, la bondad, la belleza, la santidad.

Como Corazón de la madre de los hombres es la personificación o expresión sensible de la Misericordia y amor infinito de Dios a la desgraciada humanidad, todo ternura y compasión hacia nosotros, todo generosidad, sin retroceder, a trueque de contribuir a nuestra Redención ante el sacrificio de la vida misma de Su Hijo. Todo oídos para escuchar nuestras súplicas, todo interés para procurar la salvación eterna de nuestra alma. ¿Qué sería de nosotros si el Corazón de nuestra Madre no hubiese cooperado tan eficazmente a los designios amorosos del Señor, si Ella no hubiese interpuesto su poderoso valimiento en favor nuestro, si ella no hubiese detenido el brazo de Dios levantado para castigar nuestras rebeldías e ingratitudes?


Padre Ribera




sábado, 28 de agosto de 2021

EL INMACULADO CORAZÓN DE NUESTRA MADRE MARÍA

Representémonos al Corazón de María lleno de la gloria de Dios, como sol brillantísimo del Cielo.

Oh, Corazón de María, pues sois tan acreedor de los cielos y de la tierra, yo os venero con el más profundo respeto y me gozo contemplando en Vos el milagro de la Omnipotencia divina, digno de toda bendición y alabanza por los siglos de los siglos.

Veneremos al Corazón de María – Considera cuán digno de la más profunda veneración es el Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen María. Después de la humanidad de Jesús, la obra más estupenda que salió de las manos de Dios fue el cuerpo y el alma de esta Virgen celestial, en cuya perfección y embellecimiento empleó todos sus divinos atributos, agotando en cierto modo los tesoros de su poder y sabiduría, las riquezas de su infinita bondad. Más pondera cómo la parte más noble del cuerpo santísimo de María es su Corazón Inmaculado. Principio de la vida de la Madre de Dios, fuente de la Sangre que se formó el Corazón de Jesucristo, vaso preciosísimo donde estuvo depositado el precio de nuestra Redención: Cristo Jesús.

Este Corazón fue el instrumento de aquella alma santísima, superior en perfección sobrenatural a las naturalezas angélicas; el relicario donde guardaba María las palabras de su Hijo; el centro de los dolores que sufrió en la Pasión, espejo del Corazón de Jesús, horno de su inmensa caridad hacia Dios, fuente de su compasión hacia los hombres, sus hijos, asiento de sus virtudes soberanas, jardín de las delicias de la adorable Trinidad.

Padre Ribera

 


sábado, 14 de agosto de 2021

LA SOLEDAD DE NUESTRA MADRE DURANTE LA VIDA PÚBLICA DE NUESTRO SEÑOR

 


El papel de la Santísima Virgen durante la vida pública de su Hijo estaba totalmente oculto: una vida de contemplación amorosa, oración y sacrificio. Una parte esencial de este sacrificio fue su soledad.

¡Pero qué soledad! Pensemos en una pobre viuda cuyo único hijo está en la guerra: ¡qué angustia! Se le dice que debe participar en una batalla muy peligrosa, ¡qué agonía! Y por fin se le dice que la muerte es inevitable, ¡qué tortura! Qué amarga soledad para una tal madre, cuya vida puede compararse a un camino abandonado que termina en el desierto.

¿Pero qué son estos ejemplos de soledad humana comparados con la vida de la Madre de Dios? ¡Para ella, su hijo Jesús y su esposo, San José, lo eran todo! San José había fallecido y su único hijo la dejó para cumplir su obra de redención. Ella sabía muy bien que esto consistía en una tremenda lucha que evidentemente terminaría en la más horrible muerte.

Cuando había perdido a Jesús a la edad de doce años, San José estaba allí para apoyarla y consolarla, pero ahora no tiene a nadie. En aquel entonces el dolor duró tres días, ahora dura años.

En ese momento su corazón estuvo sin duda atormentado por el inmenso misterio y por el miedo a una desgracia, pero ahora estaba atormentado por la certeza de que la muerte desgarradora llegaría pronto.

Cuanto más profundamente se contempla la vida solitaria de María, tanto más uno se asombra y se estremece por el inagotable dolor y las muchas lágrimas que nuestra Madre celestial unió para nuestra salvación, al sudor, al esfuerzo y el dolor de Jesús en su vida pública.

En la muerte o ausencia de un ser querido, el sufrimiento es tanto mayor, cuanto más larga sea la convivencia, cuanto mayor sea la intimidad, la armonía, la comprensión mutua, y cuanto más duren las pruebas sufridas juntos.

La separación, por lo tanto, provoca la disolución de un denso entramado de hábitos, entendimientos y afectos, que habían sido firmemente consolidados por innumerables recuerdos familiares. Así, la vida entera parece perder su sostén natural y disolverse.

Pensemos aquí en la estrecha intimidad de María en los largos años de Nazaret con su amado esposo y el Hijo Divino, que estuvo “sujeto” a ella hasta los treinta años. Hay que recordar que los niños suelen dejar la casa paterna mucho antes.

En las personas, los recuerdos del pasado se desvanecen con el paso del tiempo, y así se alivia el dolor. ¿Pero cómo se puede imaginar esto en un alma tan profunda como la de María?

La gente puede dirigir su mente a otras cosas y ser absorbida por nuevas impresiones que facilitan el olvido. Pero, ¿qué podría atraer más la atención de María sino sólo Jesús?

Normalmente los que están solos tienen otras personas (hijos, parientes y amigos) para consolarlos, para María sólo estaba Jesús, que era su todo. En cuanto a sus parientes y amigos, aprendemos de las Sagradas Escrituras que por su incredulidad le causaron mucho sufrimiento a la Madre de Dios.

A través de su soledad durante la vida pública de Jesús, la Santísima Virgen obtuvo innumerables gracias para nosotros. Se presenta ante nosotros como Corredentora, profundamente unida en sus sacrificios al sacrificio de vida de su Hijo para nuestra salvación eterna.




sábado, 7 de agosto de 2021

PRIMER SÁBADO DE AGOSTO, MES DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

¡Oh Inmaculado Corazón de María!, en Vos confiamos; no nos dejéis en este valle de lágrimas hasta vernos seguros junto a Vos en el Cielo. Así sea.


“Que al Corazón de la Santísima Virgen se le llama con propiedad Corazón admirable, por ser un abismo de maravillas. Que nadie, a excepción de su Hijo Jesús, las conoce perfectamente, ni puede hablar dignamente de ellas”


Jesús, Hijo único de Dios e Hijo único de María, al escoger a esta Virgen incomparable entre las demás criaturas por Madre nutricia y Señora, y al dárnosla, en su infinita bondad, por Reina, Madre y refugio en toda necesidad, ha querido que la honremos como Él la honra y que la amemos con el amor con que Él la ama. Y, pues, la ha exaltado y honrado sobre todos los hombres y sobre todos los Ángeles, quiere que también nosotros la rindamos mayor respeto y veneración que a los Ángeles y a los hombres. Y, pues, es nuestra cabeza y nosotros miembros suyos que debemos estar animados de su espíritu, seguir sus inclinaciones, caminar por sus sendas, y continuar su vida en la tierra cultivando las virtudes por Él practicadas, desea igualmente que nuestra devoción hacia su divina Madre sea una prolongación de la que Él le profesó, es decir, que procuremos en nosotros los sentimientos de honra, de sumisión Y amor que en este mundo observó para con Ella y que ha de observar por toda la eternidad en el Cielo. La Virgen ha ocupado y ocupará siempre el primer puesto en su Corazón siendo, como hasta ahora por toda la eternidad, el objeto primero de su amor, después del Padre Eterno. Y ansía, por tanto, que después de Dios, sea ella el principal objeto de nuestras devociones y el primero de nuestra veneración. Así es que, después de los servicios que a su Divina Majestad debemos, ninguno tan grato ni mejor podemos hacerle que servir y honrar a su dignísima Madre.


¡Oh Inmaculado Corazón de María, traspasado de dolor por las injurias con que los pecadores ultrajan vuestro Santísimo nombre y vuestras excelsas prerrogativas!, aquí tenéis, postrado a vuestros pies, un indigno hijo vuestro que, agobiado por el peso de sus propias culpas, viene arrepentido y lloroso, y con ánimo de resarcir las injurias que, a modo de penetrantes flechas, dirigen contra Vos hombres insolentes y malvados. Deseo reparar, con este acto de amor y rendimiento que hago delante de vuestro amantísimo Corazón, todas las blasfemias que se lanzan contra vuestro augusto Nombre, todos los agravios que se infieren a vuestras excelsas prerrogativas y todas las ingratitudes con que los hombres corresponden a vuestro maternal amor e inagotable misericordia.

Aceptad, ¡oh Corazón Inmaculado!, esta pequeña demostración de mi filial cariño y justo reconocimiento, junto con el firme propósito que hago de seros fiel en adelante, de salir por vuestra honra cuando la vea ultrajada y de propagar vuestro culto y vuestras glorias. Concededme, ¡oh Corazón amabilísimo!, que viva y crezca incesantemente en vuestro santo amor, hasta verlo consumado en la gloria. Amén.



Rezar tres Avemarías en honra del poder, sabiduría y misericordia
 del Inmaculado Corazón de María, menospreciado por los hombres.



sábado, 31 de julio de 2021

LA REINA DE LA PRECIOSA SANGRE

Santa Madre de Dios y Madre nuestra, que las llagas del Señor queden grabadas en mi corazón


Nuestra Señora es el regalo más hermoso que Dios nos ha dado, después de la eucaristía. Ella no sólo es la Madre de Dios, la obra maestra de la redención, la llena de gracia, la bendita entre las mujeres, ¡sino que también es nuestra dulce Madre! Los cristianos se regocijan con su nombre y se refugian a la sombra de su manto. Ahora bien, toda la grandeza de María brota de la Preciosísima Sangre: la Carne de Cristo es la carne de María, la Sangre de Cristo es la sangre de María; por ello la invocamos con el hermoso título de Reina de la Preciosísima Sangre. Concebida sin pecado original María fue la fuente más pura de la que brotaría la Sangre de Jesús, en anticipación de los méritos de la Preciosa Sangre. Alegrémonos de haber recibido de Dios una Madre tan excelente y dulce y mirémosla al pie de la Cruz, donde ofrece al eterno Padre la Sangre de su amado Hijo por nuestro rescate. Su alma está atravesada por la espada del dolor y sus lágrimas son las más amargas que una madre haya derramado en la tierra. ¡Miremos con cuánto amor acoge a toda la humanidad que Jesús le confía en la persona del apóstol San Juan! ¡Veamos cómo esa Sangre cae sobre Ella para derramarla sobre nosotros, pobres pecadores! Consideremos cómo Dios la convirtió en un canal de gracia, dispensadora de sus tesoros y digámosla:

¡Oh María Reina de la Preciosísima Sangre, haz que mi alma se tiña con la Sangre divina de tu Hijo, defiéndeme de los asaltos del diablo, especialmente en el momento de la muerte, obtén para mí la contrición de los pecados y la perseverancia final! Amén.

 

EJEMPLO

 

Una de las devociones más entrañables de San Gaspar del Búfalo fue la de la reina de la Preciosa Sangre. Tenía él una imagen de la Virgen pintada con el Niño Jesús sobre sus rodillas sosteniendo el Cáliz de su Sangre en la mano. La Virgen demostró, con muchos prodigios, lo querida que para ella era esa devoción a la Preciosa Sangre. En muchas ocasiones, durante los sermones, el santo detuvo la lluvia bendiciendo el cielo con esa imagen prodigiosa. A un grupo de devotos, que habían venido de lejos para escucharlo y que no podían regresar porque había estallado una furiosa tormenta, les entregó ese cuadro y ellos, mientras caminaban bajo la lluvia, llegaron perfectamente secos a sus casas. Frente a esa efigie, tras la recitación de tres Avemarías, instantáneamente curó a un granjero que se había lastimado gravemente el dedo. En Albano, Laziale, invocando el Nombre de la Virgen, salvó de una muerte segura a un hermano misionero que había caído en un carruaje desde lo alto de un puente. Muchas veces mientras predicaba, se vio una luz misteriosa que descendía del cielo e inundaba tanto la imagen de la Virgen como el rostro del santo.

Imitemos a San Gaspar en esta devoción tan poderosa, unamos nuestro amor a la Virgen a nuestro amor a la Preciosa Sangre y, sin duda, estaremos colmados de favores celestiales. Pero, de manera especial, evitemos todo pecado, pues ellos renuevan las perforaciones del adorable Corazón de nuestra Madre celestial.

 


sábado, 24 de julio de 2021

LA VIRGEN MARÍA, PRIMERA ADORADORA y II

 

María adoraba a Jesús Sacramentado con el amor más ardiente y puro.- Después de abismarse en la consideración de la grandeza y de la majestad divina, levantaba los ojos hacia ese Tabor de amor, para contemplar su hermosura y bondad inefables en el acto soberano de la Eucaristía. Ella sabía muy bien los combates y los sacrificios que esta dádiva costó a su hijo y había compartido las ansias de su corazón en la última cena. ¡Oh, qué contenta se vio cuando le reveló Jesús que había llegado por fin la hora del triunfo de su amor, que iba a instituir el adorable sacramento por cuyo medio sobreviviría perpetuamente en la tierra y podrían todos, compartiendo la felicidad de la Madre de Dios, recibir como ella su cuerpo, verle en alguna manera y disfrutar, merced al estado sacramental, de todas las gracias y de todas las virtudes de los misterios de su vida pasada; que una vez dada la Eucaristía, Dios ya no tendría nada más que dar al hombre fuera del cielo! Al oír esto se echó María a los pies de Jesús, bendiciéndole efusivamente por tanto amor a los hombres y a ella, indigna sierva suya. Se ofreció para servirle en su adorable Sacramento y consintió que se aplazara la hora del galardón para que siguiera siendo adoradora en la tierra y le guardara y le amara y muriera luego junto al divino sagrario.

Pues en las adoraciones del cenáculo, María reavivaba cada día estos mismos sentimientos. A la vista de Dios anonadado por ella hasta las apariencias de pan, prorrumpía en transportes de gratitud. Alababa con toda su alma esa bondad que excede a toda alabanza, y bendecía y glorificaba al corazón sagrado que inventara y realizara la maravilla del amor divino. Deshacíase en perpetuos hacimientos de gracias por esta dádiva que excede a toda dádiva, por esta gracia manantial de toda gracia. Abrasábase de puro amor ante la Hostia santa y no pocas veces arrasábansele los ojos de ternura y gozo. No podía su corazón contener el ardor de sus sentimientos por Jesús y hubiera querido morir y consumirse de amor a sus pies.

María se ofrecía entera al servicio de amor de Dios sacramentado.- Porque no pone condiciones ni reservas el amor perfecto, ni piensa en sí, ni vive para sí, sino que es extraño a sí mismo para no vivir más que para Dios, a quien ama de todo corazón. María lo ordenaba todo al servicio eucarístico de Jesús como hacia su centro y a su fin. Una corriente de gracias se establecía entre el corazón de Jesús sacramentado y el corazón de María adoradora, produciendo como dos llamas que se unían en un mismo centro. En verdad que fue Dios entonces perfectamente glorificado por su criatura.

 

 

A imitación de María, póngase también el adorador de hinojos en el templo con el respeto más profundo. Recójase como María póngase a su lado para adorar. Vaya ante nuestro Señor con aquella modestia, con aquel recogimiento interior y exterior, que maravillosamente preparan al alma al oficio angelical de la adoración.

Adore a Jesús debajo de las especies eucarísticas con la fe de María y de la Santa Iglesia, dos madres que nos ha dado el amor del Salvador. Adore a Dios como si lo viera y le oyera, pues una fe viva ve, oye, toca, abraza, con mayor certidumbre que la de los sentidos.

Para apreciar bien el don de la adorable Eucaristía contemple a menudo, como María, los sacrificios que exigió el amor de Nuestro Señor. La vista de estos combates y de esa victoria le dirá la gratitud que debe a un Dios tan bueno. Alabe, bendiga, ensalce la grandeza, la bondad, el triunfo del amor al instituir la santísima Eucaristía como memorial siempre vivo, como don de sí que siempre resulta nuevo.

Y en esto se ofrecerá como María su divina madre de todo corazón a Jesús para adorarle, amarle y servirle como pago de tanto amor. Se consagrará a honrar el estado sacramental del Salvador, copiando en su vida las virtudes que Jesús continúa y glorifica en ella de modo admirable. Honra esa humildad tan profunda que llega hasta anonadarse enteramente debajo de las Santas Especies; esa abnegación de su gloria y de su libertad que le hace prisionero del hombre, esa obediencia que le hace servidor de todos. En estos obsequios tomará a María como modelo y protectora. La honrará y amará como reina del cenáculo y madre de los adoradores, títulos que ella estima muchísimo y que son gloriosos para Jesús.

San Pedro Julián Eymard



sábado, 10 de julio de 2021

LA VIRGEN MARÍA, PRIMERA ADORADORA

 


María adoradora.- María fue siempre la primera adoradora de Jesús en todos sus misterios. Convenía, en efecto, que este corazón purísimo tuviese en todo la honra del primer homenaje rendido a Jesucristo y que recibiese la primera gracia para comunicárnosla. Fue ella la primera que adoró al Verbo encarnado en su seno virginal, y la que al nacer le ofreció el primer obsequio del amor y la primera confesión de fe. En las bodas de Caná ella adoró antes que nadie su poder y lo desató en favor de los hombres. María, finalmente, adoró la primera a Jesús en la cruz y se unió a su sacrificio.

Pero la adoración de María resplandece en toda su incomparable excelencia al pie del sagrario.

Aquí ella adora a Jesús en su estado permanente.- Y no en estados transitorios. Aquí Jesús se muestra como rey en el trono perpetuo de su amor fijado hasta el fin del mundo, en un misterio que resume y contiene todos los demás.

Así que María pasaba los días y las noches junto a la divina Eucaristía. Esta es su morada predilecta, porque en ella vive y reina su Jesús. ¡Qué sociedad más dulce y amable entre Jesús y su madre! Aunque sin la Eucaristía María no hubiera podido vivir en la tierra, con ella la vida se le hace agradable, pues posee a Jesús y es su adoradora por estado y por misión. Y los veinticuatro años que María pasará en el cenáculo serán como veinticuatro horas del día en el ejercicio habitual de la adoración.

María adora a Jesús Sacramentado con la fe más viva y perfecta.- Como nosotros, ella adoraba lo que no veía, en lo cual consiste la esencia y la perfección de la fe. Tras ese velo obscuro y debajo de esas apariencias inertes, ella reconocía a su Hijo y a su Dios con una certidumbre mayor que la de los sentidos. Confesaba la realidad de su presencia y de su vida y la honraba en todas sus cualidades y grandezas. Adoraba a Jesús oculto debajo de formas extrañas; pero su amor traspasaba la nube e iba hasta los pies sagrados de Jesús, que veneraba con el más cariñoso respeto, hasta sus santas y venerables manos en que tomó el pan de vida, y bendecía la boca sagrada que había proferido estas palabras adorables: Esto es mi cuerpo, comedlo; esto es mi sangre, bebedla. Adoraba al corazón abrasado de amor de donde salió la Eucaristía. Hubiera ella querido anonadarse ante esta divina majestad anonadada en el Sacramento, para rendirle todo el honor y todos los homenajes que le son debidos.

Por eso adoraba ella la presencia de su hijo con el respeto exterior más piadoso y profundo. Ante el sagrario, estaba de rodillas, con las manos juntas o cruzadas sobre su pecho, o extendidas, cuando estaba sola, hacia Dios preso de amor. Todo en ella exhalaba recogimiento; una modestia consumada componía todos sus sentidos.

Nada más que ver a María adorando a Jesús despertaba la fe, inspiraba devoción y encendía el fervor de los fieles.

 San Pedro Julián Eymard