Mi Concepción Inmaculada, hijo
mío, es el fundamento de todas mis grandezas, excelencias, gracias y glorias.
Un edificio, por magnífico y precioso que sea, si no tiene buen fundamento
siempre está en peligro de ruina; pero si tiene buen fundamento, subsiste y
puede edificarse sobre él cuanto convenga. Pon por fundamento de mis glorias
que he sido Inmaculada desde el primer instante de mi Concepción, y todas las
gracias y privilegios que edificó el poder, sabiduría y amor de Dios sobre mí,
tienen un buen asiento y conveniente explicación. Llámame Reina de los ángeles
y de los hombres, llena de gracia, enemiga irreconciliable de la serpiente
infernal y aplastadora de su cabeza, abismo de las gracias y Madre de Dios;
todo se explica, todo sienta bien en mi alma. Si no hubiese sido Inmaculada,
nada de esto se puede decir bien. Viste o adorna de pedrerías a una estatua
preciosa que sea de oro; si le pones los pies de sucio barro, cuanto más la
hermosees, si no corriges este defecto, peor lo harás. Pues así, hijo mío, por
más que me reconocieras adornada de todos los tesoros y gracias del Rey de la
gloria, si pusieres mis pies, mis fundamentos amasados y hechos de sucio barro
del pecado original, más me afearías. Si mis pies son de oro purísimo, bien
está que me adornes con ricas preseas. Más aún, hijo mío: si estuviese en la
mano de un buen hijo el escoger para madre suya la madre más noble, más rica,
más pura, más agraciada y santa, ¿podría caber en su entendimiento sano, que
estando en su mano así escogerla con solo querer, la escogiese fea, necia,
haraposa y mala? pues Cristo Jesús, Hijo de Dios e hijo de mis entrañas, que me
poseyó ya en los principios de sus caminos, podía escogerme toda bella,
hermosa, pura, agraciada y santa, porque es infinitamente poderoso, sabio y
bueno. ¿Pudo hacerlo? ¿Supo hacerlo? ¿Era decoroso hacerlo? Luego lo hizo,
luego me crió toda pura, toda santa, toda hermosa. Así discurrían, hijo mío,
tus buenos padres, para quienes este misterio de mi Concepción Inmaculada fue
misterio del corazón antes que misterio de fe: misterio de amor y de buen
sentido católico, antes que misterio de creencia dogmática. Yo soy escogida con
mi hijo Jesús y para mi hijo Jesús en otro orden de cosas y de predestinación
que en el común de los hombres. Yo soy María, toda de Jesús y toda para Jesús,
Hijo de Dios, y por ende Inmaculada siempre, purísima siempre, toda hermosa y
santa. Dime, pues, siempre y repítelo muchas veces en este día, el más feliz y
glorioso de mi vida, si quieres contentarme: Toda hermosa sois ¡oh María! y
mancha original no hay en vos, y procura, para más agradarme, conservar también
tu alma pura y limpia de todo pecado.
San Enrique de Ossó
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