Santa
María, amparo de los hombres
Artistas de todas las épocas
han pintado y esculpido la santidad de la Madre del Señor adornando iglesias y
santuarios. Poetas, escritores y músicos han tributado honor a la Virgen con
himnos y cantos litúrgicos. De Oriente a Occidente la Toda Santa es invocada
como Madre Celestial, que sostiene al Hijo de Dios en los brazos y bajo cuya
protección encuentra amparo toda la humanidad, con la antiquísima oración: ”Bajo
tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios: no desoigas la oración de tus hijos
necesitados; antes bien, líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita”.
Y en el Evangelio San Lucas (11, 27-28) describe el cumplimiento de la
salvación a través de la Virgen María. Ella, en cuyo seno se hizo pequeño el
Todopoderoso, después del anuncio del Ángel, sin vacilación alguna, se dirige
de prisa a casa de su parienta Isabel para llevarle al Salvador del mundo. Y,
de hecho, “en cuanto oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó de alegría en
su seno… (y) quedó llena de Espíritu Santo” (S. Lc. 1, 45). Las dos mujeres,
que esperaban el cumplimiento de las promesas divinas, gustan ya
anticipadamente el gozo de la venida del reino de Dios, la alegría de la
salvación.
Queridos hermanos y hermanas,
confiemos en Aquella que, como afirma mi amado predecesor el Papa Pablo VI, “Asunta
al cielo no ha abandonado su misión de intercesión y salvación”. A Ella, guía
de los Apóstoles, apoyo de los mártires, luz de los santos, dirigimos nuestra
oración, suplicándole que nos acompañe en esta vida terrena, que nos ayude a
mirar al cielo y que nos acoja un día junto a su Hijo Jesús.
De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
el día 15 de agosto de 2010
Propuesta de una flor a la Virgen: Reza un
misterio del Rosario pidiendo a la Virgen por los sacerdotes con los que te has
confesado y te confesarás a lo largo de tu vida
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