La
alegría de la Virgen
“Alégrate hija de Sión, grita de gozo Israel, regocíjate
y disfruta con todo tu ser, hija de Jerusalén” (Sof. 3, 14)
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La Virgen María ocupa un lugar
especial como aquella que ha esperado de modo único la realización de las
promesas de Dios, acogiendo en la fe y en la carne a Jesús, el Hijo de Dios, en
plena obediencia a la voluntad divina. Hoy quisiera reflexionar brevemente con vosotros sobre la fe de María a partir
del gran misterio de la Anunciación.
“Chaîre Kecharitomene, ho
Kyrios mate sou”, “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (S. Lc. 1,
28). Estas son las palabras –citadas por el evangelista San Lucas- con las que
el Arcángel San Gabriel se dirige a María. A primera vista el término “Chaîre”,
“alégrate”, parece un saludo normal, usual en el ámbito griego; pero esta
palabra, si se lee sobre el trasfondo de la tradición bíblica, adquiere un
significado mucho más profundo. Este mismo término está presente cuatro veces
en la versión griega del Antiguo Testamento y siempre como anuncio de alegría
por la venida del Mesías. El saludo del Ángel a María es, por lo tanto, una
invitación a la alegría profunda, que anuncia al final de la tristeza que existe
en el mundo ante el límite de la vida, el sufrimiento, la muerte, la maldad, la
oscuridad del mal que parece ofuscar la luz de la bondad divina. Es un saludo
que marca el inicio del Evangelio, de la Buena Nueva.
Pero, ¿por qué se invita a
María a alegrarse de este modo? La respuesta se encuentra en la segunda parte
del saludo: “El Señor está contigo”. También aquí para comprender bien el
sentido de la expresión, debemos recurrir al Antiguo Testamento. En el Libro de
Sofonías encontramos esta expresión: “Alégrate, hija de Sión… El Rey de Israel,
el Señor, está en medio de ti… El Señor tu Dios está en medio de ti, valiente y
salvador” (3, 14-17)- En estas palabras hay una doble promesa hecha a Israel, a
la hija de Sión: Dios vendrá como salvador y establecerá su morada precisamente
en medio de su pueblo, en el seno de la hija de Sión. En el diálogo entre el
Ángel y María se realiza exactamente esta promesa: María se identifica con el
pueblo al que Dios tomó como esposa, es realmente la Hija de Sión en persona;
en ella se cumple la espera de la venida definitiva de Dios, en ella establece
su morada el Dios viviente.
En el saludo del Ángel, se
llama “llena de gracia”; en griego el término “gracia”, “charis”, tiene la
misma raíz lingüística de la palabra “alegría”. También en esta expresión se
clarifica ulteriormente la fuente de la alegría de María: la alegría proviene
de la gracia; es decir, proviene de la comunión con Dios, del tener una
conexión vital con Él, del ser morada del Espíritu Santo, totalmente plasmada
por la acción de Dios. María es la criatura que de modo único ha abierto de par
en par la puerta a su Creador, se puso en sus manos, sin límites. Ella vive
totalmente de la ley en relación con el Señor; está en actitud de escucha,
atenta a captar los signos de Dios en el camino de su pueblo; está inserta en
una historia de fe y de esperanza en las promesas de Dios, que constituye el
tejido de su existencia. Y se somete libremente a la palabra recibida, a la
voluntad divina en la obediencia de la fe.
De la Audiencia General de SS Benedicto XVI,
en día 19 de diciembre de 2012
Propuesta de una
flor a la Virgen: Lleva unas flores a una Imagen de la Virgen
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