Santa
María, Virgen humilde
“Escucha, hija, mira: olvida a tu pueblo y la casa
paterna; prendado está el Rey de tu belleza; póstrate ante Él que Él es tu
Señor” (
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Podemos preguntarnos: ¿por qué
entre todas las mujeres Dios escogió precisamente a María de Nazaret? La
respuesta está oculta en el misterio insondable de la Voluntad Divina. Sin
embargo, hay un motivo que el Evangelio pone de relieve: su humildad. Lo
subraya bien Dante en el último canto del “Paraíso”: ”Virgen Madre, hija de tu
Hijo, la más humilde y más alta de todas las criaturas, término fijo del
designio eterno” (Paraíso XXXIII, 1-3). Lo dice la Virgen misma en el “Magnificat”,
su cántico de alabanza: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, (…) porque ha
mirado la humildad de su esclava” (S. Lc. 1, 46-48). Si Dios quedó prendado de
la humildad de María, que encontró gracia a sus ojos. Así llegó a ser Madre de
Dios, imagen y modelo de la Iglesia, elegida entre los pueblos para recibir la
bendición del Señor y difundir a toda la familia humana.
Esta “bendición” es
Jesucristo. Él es la fuente de la gracia, de la que María quedó llena desde el
primer instante de su existencia. Acogió con fe a Jesús y con amor lo donó al
mundo. Esta es también nuestra vocación y nuestra misión, la vocación y la
misión de la Iglesia: acoger a Cristo en nuestra vida y donarlo al mundo “para
que el mundo se salve por Él” (S. Jn. 3 17)
De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
el día 8 de diciembre de 2006
Propuesta de una
flor a la Virgen: Invita a alguna persona a rezar el rosario contigo.
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