María, lugar de encuentro con Dios
El episodio de la Visitación
no representa un simple gesto de cortesía, sino que reconoce con gran sencillez
el encuentro del Antiguo con el Nuevo Testamento. Las dos mujeres, ambas
embarazadas, encarnan, en efecto, la espera y el Esperado. La anciana Isabel
simboliza a Isabel que espera el Mesías, mientras que la joven María lleva en
sí la realización de tal espera, para beneficio de toda la humanidad. En las
dos mujeres se encuentran y se reconocen, ante todo, los frutos de su seno,
Juan y Cristo. Comenta el poeta cristiano Prudencio: “El niño contenido en el
vientre anciano saluda, por boca de su madre, al Señor Hijo de la Virgen”. El
júbilo de Juan en el seno de Isabel es el signo del cumplimiento de la
esperanza: Dios está a punto de visitar a su pueblo. En la Anunciación el
Arcángel Gabriel había hablado a María del embarazo de Isabel como prueba del
poder de Dios: la esterilidad, a pesar de la edad avanzad, se había
transformado en fertilidad.
Isabel, acogiendo a María,
reconoce que se está realizando la promesa de Dios a la humanidad y exclama “¡Bendita
Tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre”! ¿Quién soy yo para que
me visite la madre de mi Señor?” (S. Lc. 1, 42-43). La expresión “bendita Tú
entre las mujeres” en el Antiguo Testamento se refiere a Yael (Jue 5, 24) y a
Judit (Jdt. 13, 18), dos mujeres guerreras que se ocupaban de salvar a Israel.
Ahora, en cambio, se dirige a María, joven pacífica que va a engendrar al
Salvador del mundo. Así también el estremecimiento de alegría de Juan remite a
la danza que el rey David hizo cuando acompañó el ingreso del Arca de la
Alianza en Jerusalén. El Arca, que contenía las tablas de la Ley, el maná y el
cetro de Aarón, era el signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo. El
que está por nacer, Juan, exulta de alegría ante María, Arca de la Nueva
Alianza, que lleva en su seno a Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre.
La escena de la Visitación
expresa también la belleza de la acogida: donde hay acogida recíproca, escucha,
espacio para el otro, allí está Dios y la alegría que viene de Él. Imitemos a
María, visitando a cuantos viven en dificultad, en especial a los enfermos, los
presos, los ancianos y los niños. E imitemos también a Isabel que acoge al
huésped como a Dios mismo: sin desearlo, no conoceremos nunca al Señor; sin esperarlo, no lo
encontraremos; sin buscarlo, no lo encontraremos. Con la misma alegría de María
que va deprisa donde Isabel, también nosotros vayamos al encuentro del Señor
que viene. Oremos para que todos los hombres busquen a Dios, descubriendo que
es Dios mismo quien viene antes a visitarnos.
De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
del día 16 de diciembre de 2012
Propuesta de una flor a la Virgen: Visita a un anciano y llévale una estampa de la
Virgen
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