El
triunfo de la Virgen María es aurora de salvación
“Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía
del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para
su esposo” (Ap. 21, 2)
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La Liturgia de la fiesta de la
Asunción de la Virgen María canta las alabanzas de la Virgen María, Coronada de
gloria incomparable. “Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida
del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su
cabeza” (Ap. 12, 1). En esta Mujer resplandeciente de luz los Padres de la
Iglesia han reconocido a María. El pueblo cristiano en la historia vislumbra en
su triunfo el cumplimiento de sus expectativas y señal de su esperanza cierta.
María es ejemplo y apoyo para
todos los creyentes: nos impulsa a no desalentarnos ante las dificultades y los
inevitables problemas de todos los días. Nos asegura su ayuda y nos recuerda
que lo esencial es buscar y pensar “en las cosas de arriba, no en las de la
tierra”. En efecto, inmersos en las ocupaciones diarias, corremos el riesgo de
creer que aquí, en este mundo, en el que estamos sólo de paso, se encuentra el
fin último de la existencia humana.
En cambio, el cielo es la
verdadera meta de nuestra peregrinación terrena. ¡Cuán diferentes serían
nuestras jornadas si estuvieran animadas por esta perspectiva! Así lo
estuvieron para los santos: su visa testimonia que cuando se vive con el
corazón constante dirigido a Dios, las realidades terrenas se viven en su justo
valor, porque están iluminadas por la verdad eterna del amor divino.
De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
el día 15 de agosto de 2006
Propuesta de una
flor a la Virgen: Reza por los sacerdotes difuntos
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