Favor
de María hacia el joven Eskil
Un noble joven llamado Eskil,
fue mandado por su padre a estudiar a Hildeseim, ciudad de la Baja Sajonia;
pero él se dio a una vida licenciosa y rota. Cayendo gravemente enfermo, a los
pocos días estaba a las puertas de la muerte. Viéndose al cabo de la vida tuvo
una visión: Se vio en un horno de fuego; creía estar en el infierno, pero
impensadamente pudo salir de él y se encontró en un palacio; al entrar en un
gran salón vio a la Santísima Virgen que le dijo: “¿Cómo has tenido valor para
presentarte en mi presencia? Sal de aquí y vete al fuego del infierno que
tienes bien merecido”. El joven imploró la misericordia de la Virgen, y vuelto
a unas personas que se hallaban en el salón les rogó que unieran sus oraciones
a las de él. Así lo hicieron, pero la Santísima Virgen les dijo: “¿Ignoráis la
vida licenciosa que ha llevado sin haberse dignado siquiera rezar una Ave
María?” Los abogados le dijeron: “Señora, ya cambiará de vida”. A lo que el
joven añadió: “Prometo enmendarme de veras y seré tu fiel y leal servidor”.
Mitigando entonces la Virgen su severidad, le contestó: “Está bien, acepto tu
promesa, seme fiel, recibe mi bendición, para que te veas libre de morir en
pecado y del infierno”. Dicho esto, desapareció la visión. Volviendo Eskil de
su visión, refirió a los demás la gracia que de María había recibido. Desde
entonces comenzó a llevar una vida santa, alimentando siempre en su corazón un
grande y tierno amor a María. Más tarde fue nombrado arzobispo de Luna, en
Dinamarca, donde convirtió a muchos infieles. Ya mayor, renunció a la mitra y
se hizo monje de Claraval donde vivió cuatro años más, al cabo de los cuales
murió con la muerte de los justos. Algunos autores lo cuentan entre los santos
del Cister.
"Las Glorias de María"
San Alfonso María de Ligorio
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