El Rosario de los Siete Dolores
SÁBADO
Acto de Contrición
V.- ¡Oh Dios ven en mi auxilio!
R.- Señor, apresúrate a socorrerme
Gloria al Padre…
Séptimo Dolor de María Santísima
La sepultura de Jesús
Ésta es la última espada de dolor que vamos a considerar.
Cuando María, después de haber asistido a la muerte de su Hijo en la Cruz,
después de haberlo abrazado ya muerto, debía finalmente dejarlo en el sepulcro.
MEDITACIÓN
A fin de considerar mejor este último misterio de dolor,
volvamos al Calvario para contemplar a la afligida Madre que aún tiene abrazado
a su Hijo muerto. Los santos discípulos, temiendo que la Virgen muriese allí de
dolor, se apresuraron a quitarle de su regazo al Hijo muerto para darle
sepultura. Por lo cual, con reverente violencia se lo quitaron de los brazos,
y, embalsamándolo con aromas, lo envolvieron en la sábana ya preparada. Lo
llevan al sepulcro en fúnebre cortejo; la Madre Dolorosa sigue al Hijo camino a
la sepultura. Al rodar la piedra para cerrar el sepulcro los angustiados
discípulos del Salvador, debieron dirigirse a la Virgen para decirle: “Señora, hay que rodar la piedra, resígnate,
míralo por última vez y despídete de tu Hijo” Por fin ruedan la piedra y
queda encerrado en el Santo Sepulcro el Cuerpo de Jesús, aquel gran tesoro, que
no lo hay mayor ni en el Cielo ni en la tierra. María deja sepultado su Corazón
en el sepulcro con Jesús, porque Jesús es todo su tesoro: “Donde está tu tesoro está tu corazón” (Lc. 12, 34)
Y con esto, dando el último adiós al Hijo y al sepulcro,
se marchó y volvió a su casa. Andaba María tan triste y afligida, que, según
San Bernardo: “provocaba las lágrimas de
muchos”, de modo que por donde pasaba, los que la veían no podían contener
el llanto, y agrega San Bernardo que los santos discípulos y mujeres que la
acompañaban, lloraban aún más por Ella que por su Señor.
Padrenuestro… Siete Avemarías…
Versículo: ¡Oh María, Madre mía!, dadme de
vuestro dolor, para haceros compañía en la muerte de mi Dios.
Dios te salve, Reina…
OREMOS
¡Oh Dios!, en cuya Pasión, de acuerdo con la Profecía de
Simeón, una espada de dolor traspasó el Alma Dulcísima de María, Virgen y Madre
gloriosa; conceded a nosotros que conmemoramos y reverenciamos vuestros
dolores, sintamos el bendito efecto de Vuestra Pasión, Vos que vivís y reináis
por los siglos de los siglos. Amén.
Se concluye con tres Avemarías en honor de las lágrimas
derramadas por Nuestra Señora en sus Dolores.
Extractos de textos de “Las Glorias
de María” de San Alfonso Mª de Ligorio
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