El Rosario de los Siete Dolores
JUEVES
Acto de Contrición
V.- ¡Oh Dios ven en mi auxilio!
R.- Señor, apresúrate a socorrerme
Gloria al Padre…
Quinto Dolor de María Santísima
La muerte de Jesús
“Estaba junto a la Cruz
de Jesús su Madre”
(Jn. 19, 25) No se le ocurre a San Juan decir otra cosa para ponderar el
martirio de María: Contémplala junto a la Cruz a la vista de su Hijo moribundo
y después dirás si hay dolor semejante a su dolor. Detengámonos también
nosotros hoy en el Calvario a considerar esta quinta espada que traspasó el
Corazón de María: La Muerte de Jesús.
MEDITACIÓN
Apenas llegado al Calvario el Redentor, rendido de
fatiga, los verdugos lo despojaron de sus vestiduras y clavaron en la Cruz sus
sagradas manos y sus pies. Una vez crucificado levantaron en alto la Cruz, y
así lo dejaron hasta que muriera. Lo abandonaron los verdugos, pero no lo
abandonó su Madre. Entonces se acercó más a la Cruz para asistir a su muerte.
Así lo dijo la Santísima Virgen a Santa Brígida: “Yo no me separaba de Él, y me aproximé más a su Cruz”
¡Oh verdadera Madre, Madre llena de amor!, a la que ni
siquiera el espanto de la muerte pudo separar del Hijo amado. Pero, ¡oh Señor!,
¡qué espectáculo tan doloroso era ver a este Hijo agonizando sobre la Cruz, y
ver agonizar a esta Madre al pie de la Cruz, que sufría todas las penas que
padecía su Hijo! Todos estos sufrimientos de Jesús, eran a la vez sufrimientos
de María. “Cuantas eran las llagas en el
cuerpo de Cristo –dice San Jerónimo-
otras tantas eran las llagas en el Corazón de María” “El que entonces se
hubiera encontrado en el Calvario –dice San Juan Crisóstomo- habría encontrado dos altares donde se
consumaban dos grandes sacrificios: Uno en el cuerpo de Jesús, y otro en el
Corazón de María”.
Padrenuestro… Siete Avemarías…
Versículo: ¡Oh María, Madre mía!, dadme de
vuestro dolor, para haceros compañía en la muerte de mi Dios.
Dios te salve, Reina…
OREMOS
¡Oh Dios!, en cuya Pasión, de acuerdo con la Profecía de
Simeón, una espada de dolor traspasó el Alma Dulcísima de María, Virgen y Madre
gloriosa; conceded a nosotros que conmemoramos y reverenciamos vuestros
dolores, sintamos el bendito efecto de Vuestra Pasión, Vos que vivís y reináis
por los siglos de los siglos. Amén.
Se concluye con tres Avemarías en honor de las lágrimas
derramadas por Nuestra Señora en sus Dolores.
Extractos de textos de “Las Glorias
de María” de San Alfonso Mª de Ligorio
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