Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

domingo, 25 de marzo de 2018

DEVOCIÓN DE LOS SIETE DOLORES DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA (Meditaciones para cada día de la semana para acompañar y desagraviar Su Inmaculado Corazón)


Introducción

Dice San Alberto Magno que “así como tenemos que estar agradecidos a Jesús por su Pasión, sufrida por amor nuestro, así también tenemos que estar llenos de gratitud hacia María Santísima por el martirio que, al morir su Hijo, quiso soportar voluntariamente para salvarnos”. Y lo quiso soportar, decimos, “voluntariamente”, porque como reveló Santa Inés a Santa Brígida, “nuestra piadosa y benigna Madre prefirió sufrir todos los martirios, antes que tolerar que las almas quedaran sin redimir, abandonadas a su antigua perdición”.

Tan grande amos de la Virgen Santísima merece de nosotros una gratitud sin medida, y nuestro agradecimiento debe consistir, al menos, en meditar y compadecer sus Dolores. Ella se dolió con Santa Brígida porque muy pocos la compadecían y la mayor parte de sus hijos vivían sin pensar en ellos: “Miro a todos los que están en la tierra, para ver si acaso hay alguien que me compadezca y medite sobre mis Dolores, y encuentro muy pocos. Por eso, hija mía, aunque muchos me olviden, tú, sin embargo no te olvides de mí; contempla mis Dolores y compadécete cuanto puedas”

El mismo Jesús reveló a la Beata Verónica de Binasco, que Él se complace más que nos compadezcamos de su Madre que de Él mismo. “Hija mía, le dijo, mucho me agradan las lágrimas que se derraman por mi Pasión; más amando yo con amor inmenso a mi Madre María, me agrada más aún la meditación de la Dolores que Ella padeció en mi muerte”

Por eso son tan grandes las gracias prometidas por Jesús a los devotos de los Dolores de María. Refiere Pelbarto haberse revelado a Santa Isabel, que San Juan Evangelista, después de la Asunción de la Virgen al Cielo, ardía en deseos de verla de nuevo, y obtuvo de nuevo la gracia, pues se le apareció su amada Madre, y con Ella Jesucristo. Ella oyó que la Virgen le pedía a su Divino Hijo gracias especiales para los devotos de sus Dolores. Jesús le prometió cuatro gracias especiales: Primera: que quien invoque a la Divina Madre recordando sus Dolores, tendrá la gracia de hacer antes de la muerte verdadera penitencia de todos sus pecados. Segunda: que Él guardará a todos sus devotos de las tribulaciones en que se hallen, especialmente en la hora de la muerte. Tercero: Que imprimirá en sus almas el recuerdo de su Pasión y en el Cielo les dará la recompensa. Cuarta: Que pondrá en manos de María a tales devotos para que dispongan de ellos como le agrade, y les alcance todas las gracias que Ella desee.


El Rosario de los Siete Dolores


DOMINGO

Acto de Contrición

V.- ¡Oh Dios ven en mi auxilio!
R.- Señor, apresúrate a socorrerme.
Gloria al Padre…

Primer Dolor de María Santísima
La Profecía del anciano Simeón

En el Templo, el Santo anciano Simeón, después de haber recibido en sus brazos al Divino Infante, le predice a la Virgen que aquel Hijo suyo sería blanco de las contradicciones de los hombres: “Este Niño he sido puesto como señal de contradicción”, y por eso “una espada de dolor atravesará tu alma” (Lc. 2, 34-35)

MEDITACIÓN

Dijo la Virgen Santísima a Santa Matilde que, ante el aviso de Simeón, “toda su alegría se volvió tristeza”. Porque, aunque sabía desde el principio que su Hijo sería sacrificado por la salvación del mundo, sin embargo, desde esa profecía, conoció en partículas con más en detalle las penas y la muerte despiadada que le había de sobrevenir a su amado Hijo. Conoció que le iban a perseguir y contradecir en todo. En la doctrina, porque en vez de creerle lo habían de tener por blasfemo al afirmar que era Hijo de Dios, como lo declaró el impío Caifás cuando dijo: “Ha blasfemado… es reo de muerte” (Mt. 26. 65-66) Contradicho en la estima que se merecía porque era noble de estirpe real y fue despreciado como plebeyo: “¿Acaso no es éste el hijo del carpintero?” (Mt. 13, 55) “¿No es éste el artesano, el hijo de María? (Mc. 6, 3) Era la misma sabiduría y fue tratado de ignorante: “¿Cómo es que éste sabe las letras, si no ha estudiado? (Jn. 7, 15) de falso profeta: “Le cubrieron con un velo y le daban bofetones, y le preguntaban diciendo: ¡Adivina! ¿Quién es el que te ha pegado? (Lc. 22, 64); lo trataron de loco: “Ha perdido el juicio ¿Por qué lo escucháis?” (Jn. 10, 20) Fue tratado de bebedor, glotón y amigo de los pecadores. “Vino el Hijo del hombre, que como y bebe, y decía: He aquí un hombre comilón y bebedor, amigo de publicanos y de pecadores” (Lc. 7, 34) Lo tuvieron por hechicero: “Por arte del príncipe de los demonios lanza a los demonios” (Mt. 9, 34), por hereje y endemoniado: “¿No decimos con razón nosotros que eres un samaritano y que estás endemoniado?” (Jn. 8, 48). En suma, fue tenido por criminal tan notorio que no necesitaban proceso para condenarlo, como le gritaron los judíos a Pilatos: “Si éste no fuera un malhechor, no te lo hubiésemos entregado” (Jn. 18, 30)

Padrenuestro… Siete Avemarías…

Versículo: ¡Oh María, Madre mía!, dadme de vuestro dolor, para haceros compañía en la muerte de mi Dios.

Dios te salve, Reina…

OREMOS

¡Oh Dios!, en cuya Pasión, de acuerdo con la Profecía de Simeón, una espada de dolor traspasó el Alma Dulcísima de María, Virgen y Madre gloriosa; conceded a nosotros que conmemoramos y reverenciamos vuestros dolores, sintamos el bendito efecto de Vuestra Pasión, Vos que vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.

Se concluye con tres Avemarías en honor de las lágrimas derramadas por Nuestra Señora en sus Dolores.

Extractos de textos de “Las Glorias
de María” de San Alfonso Mª de Ligorio


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