¡qué inmensa alegría es tener por Madre a María Inmaculada! |
¿Qué significa que María es la
“Inmaculada”? Y ¿qué nos dice este título a nosotros? Ante todo hagamos
referencia a los textos bíblicos de la Liturgia de hoy, especialmente al gran
“fresco del capítulo tercero del libro del Génesis y al relato de la Anunciación del Evangelio
de San Lucas. Después del pecado original, Dios se dirige a la serpiente, que
representa a Satanás, la maldice y añade una promesa: “Enemistad pondré entre
ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te aplastará la cabeza
mientras acechas tú su calcañar” (Gn. 3, 15). Es el anuncio de una revancha: En
los primeros momentos de la creación parece que prevalece Satanás, pero vendrá
un hijo de mujer que le aplastará la cabeza. Así, mediante el linaje de la
mujer, Dios mismo vencerá, el bien vencerá. Esa mujer es la Virgen María, de la
que nació Jesucristo que, con su sacrificio, derrotó de una vez para siempre al
antiguo tentador. Por eso, en numerosos cuadros o estatuas de la Inmaculada, se
la representa aplastando a una serpiente con el pie.
El evangelista San Lucas, por su
parte, nos muestra a la Virgen María recibiendo el anuncio del mensajero
celestial (cf. Lc. 1, 26-38). Aparece como la humilde y auténtica hija de
Israel, la verdadera Sión, en la que Dios quiere poner su morada. Es el retoño
del que debe nacer el Mesías, el Rey justo y misericordioso. En la sencillez de
la casa de Nazaret vive el “resto” puro de Israel, del que Dios quiere hacer
renacer a su pueblo, como un nuevo árbol que extenderá sus ramas por el mundo
entero, ofreciendo a todos los hombres frutos buenos de salvación. A diferencia
de Adán y Eva, María obedece a la voluntad del Señor, con todo su ser pronuncia
su “sí” y se pone plenamente a disposición del designio divino. Es la nueva
Eva, verdadera “madre de todos los vivientes”, es decir, de quienes por la fe
en Cristo reciben la vida eterna.
Queridos amigos, ¡qué inmensa
alegría es tener por Madre a María Inmaculada! Cada vez que experimentamos
nuestra fragilidad y la sugestión del mal, podemos dirigirnos a Ella, y nuestro
corazón recibe luz y consuelo. Incluso en las pruebas de la vida, en las
tempestades que hacen vacilar la fe y la esperanza, pensemos que somos sus
hijos y que las raíces de nuestra existencia se hunden en la gracia infinita de
Dios. La Iglesia misma, aunque está expuesta a las influencias negativas del
mundo, encuentra siempre en Ella la Estrella para orientarse y seguir la ruta
que le ha indicado Cristo.
De las palabras de
SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
el 8 de diciembre de 2009
Propuesta de una flor
a la Virgen: Reza un misterio del Rosario pidiendo a la Virgen por los
sacerdotes con los que te has confesado y te confesarás a los largo de tu vida.
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