¡Oh Dios mío! Yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido
perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.
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¡Oh Santísima Virgen María, Madre de los pobres
pecadores!, que apareciendo en Fátima, dejaste transparentar en vuestro rostro
celestial una leve sombra de tristeza para indicar el dolor que os causan los
pecados de los hombres y que con maternal compasión exhortaste a no afligir más
a vuestro Hijo con la culpa y a reparar los pecados con la mortificación y la
penitencia. Dadnos la gracia de un sincero dolor de los pecados cometidos y la
resolución generosa de reparar con obras de penitencia y mortificación todas
las ofensas que se infieren a vuestro Divino Hijo y a vuestro Corazón
Inmaculado. Así sea
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