Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

sábado, 31 de marzo de 2018

DEVOCIÓN DE LOS SIETE DOLORES DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA (Meditaciones para cada día de la semana para acompañar y desagraviar Su Inmaculado Corazón)


El Rosario de los Siete Dolores

SÁBADO

Acto de Contrición

V.- ¡Oh Dios ven en mi auxilio!
R.- Señor, apresúrate a socorrerme
Gloria al Padre…

Séptimo Dolor de María Santísima
La sepultura de Jesús

Ésta es la última espada de dolor que vamos a considerar. Cuando María, después de haber asistido a la muerte de su Hijo en la Cruz, después de haberlo abrazado ya muerto, debía finalmente dejarlo en el sepulcro.

MEDITACIÓN

A fin de considerar mejor este último misterio de dolor, volvamos al Calvario para contemplar a la afligida Madre que aún tiene abrazado a su Hijo muerto. Los santos discípulos, temiendo que la Virgen muriese allí de dolor, se apresuraron a quitarle de su regazo al Hijo muerto para darle sepultura. Por lo cual, con reverente violencia se lo quitaron de los brazos, y, embalsamándolo con aromas, lo envolvieron en la sábana ya preparada. Lo llevan al sepulcro en fúnebre cortejo; la Madre Dolorosa sigue al Hijo camino a la sepultura. Al rodar la piedra para cerrar el sepulcro los angustiados discípulos del Salvador, debieron dirigirse a la Virgen para decirle: “Señora, hay que rodar la piedra, resígnate, míralo por última vez y despídete de tu Hijo” Por fin ruedan la piedra y queda encerrado en el Santo Sepulcro el Cuerpo de Jesús, aquel gran tesoro, que no lo hay mayor ni en el Cielo ni en la tierra. María deja sepultado su Corazón en el sepulcro con Jesús, porque Jesús es todo su tesoro: “Donde está tu tesoro está tu corazón” (Lc. 12, 34)

Y con esto, dando el último adiós al Hijo y al sepulcro, se marchó y volvió a su casa. Andaba María tan triste y afligida, que, según San Bernardo: “provocaba las lágrimas de muchos”, de modo que por donde pasaba, los que la veían no podían contener el llanto, y agrega San Bernardo que los santos discípulos y mujeres que la acompañaban, lloraban aún más por Ella que por su Señor.

Padrenuestro… Siete Avemarías…

Versículo: ¡Oh María, Madre mía!, dadme de vuestro dolor, para haceros compañía en la muerte de mi Dios.

Dios te salve, Reina…

OREMOS

¡Oh Dios!, en cuya Pasión, de acuerdo con la Profecía de Simeón, una espada de dolor traspasó el Alma Dulcísima de María, Virgen y Madre gloriosa; conceded a nosotros que conmemoramos y reverenciamos vuestros dolores, sintamos el bendito efecto de Vuestra Pasión, Vos que vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.

Se concluye con tres Avemarías en honor de las lágrimas derramadas por Nuestra Señora en sus Dolores.

Extractos de textos de “Las Glorias
de María” de San Alfonso Mª de Ligorio



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