¡Oh María!, que te reconociste esclava del Señor. Enséñame a consagrar toda mi vida y mis fuerzas al servicio de Dios |
¡Dios te salve, María, Dios te
salve! ¡Oh admirable ave, que ahuyentó a los demonios, libró a los pecadores y
recreó a los hijos! El Ángel se congratula contigo, ¡oh Virgen!, el Verbo se
encarna en tu seno, y Tú vienes a ser Madre de Dios. Que todas las criaturas te
canten incesantemente: ¡Ave!... Te saludamos con toda reverencia, honor y
devoción, ¡oh Beatísima Virgen!: pues Tú buscas al que se acerca a Ti con
reverencia y devoción. Solamente a éstos amas, nutres y adoptas como hijos.
¡Oh, bienaventurado quien posee la alegría de tenerte por Madre, quien te
abraza de corazón y te imita en sus acciones! ¡Feliz quien se esfuerza
generosamente por asemejarse en todo a Ti, Madre de Dios! Sólo éste,
despreciando todo lo creado, se une verdaderamente a Dios con auténtico amor y,
crucificado con Cristo, ansía ardientemente la salvación de las almas.
San Buenaventura
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