Relato de la Aparición de la
Virgen María, escrito por la vidente Santa Catalina Labouré, Hija de la Caridad
de San Vicente de Paúl (1806-1876)
El día 27 de noviembre (1830),
que cayó en el sábado del primer domingo de Adviento, a las cinco y media de la
tarde, tras el punto de la meditación, durante el gran silencio, me pareció oír
un ruido del lado de la tribuna, junto al cuadro de San José, como el roce de
un manto de seda. Mirando hacia allá, vi a la Santísima Virgen, con una túnica
de seda blanco aurora, con un velo blanco que le colgaba hasta abajo, el
semblante descubierto, los pies sobre el globo que representaba la tierra.
Tenía las manos a la altura del pecho, los ojos alzados al cielo: era su
semblante de una gran belleza que me sería imposible describirlo.
Vi de repente anillos en sus
dedos, que emitían rayos al cual más bello. Mientras estaba contemplándola, la
Santísima Virgen bajó los ojos y me dirigió la mirada. Se oyó una voz que me
dijo estas palabras:
“Este globo que ves representa el mundo y a cada alma en particular”
No sé expresar lo que sentí en
ese momento. La belleza y brillo de rayos tan hermosos:
“Son el símbolo de las gracias que derramo sobre quienes las piden”
, se me dijo.
Comprendí entonces lo
agradable que es rezar a la Santísima Virgen y lo generosa que es Ella para
quienes le rezan, las gracias que concede a quienes se las piden y el gozo que
experimenta concediéndolas. Entonces se formó envolviendo a la Santísima
Virgen, un fondo ovalado, en lo alto del cual había escritas con letras doradas
estas palabras:
“Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti”
Entonces se oyó una voz que me
dijo:
“Que se acuñe una medalla según este modelo. Recibirán grandes favores quienes la lleven. Recibirán abundantes gracias quienes la lleven con confianza”
De inmediato pareció volverse
el óvalo, mostrándose el reverso de la medalla. Inquieta por saber lo que
habría de ponerse en ese reverso, parecióme un día durante la meditación oír
una voz que me decía:
“La letra M y los Sagrados Corazones, lo dicen todo”
Esta aparición dio origen a la Medalla de la
Inmaculada, que por sus muchos milagros el pueblo llamó “Milagrosa”.
Santa Catalina Labouré fue
Canonizada por el Papa Pío XII el 27 de julio de 1947.
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