¡Oh María! Si pongo en Vos
toda mi confianza me salvaré; si me acojo a vuestra protección nada tendré que
temer; porque vuestros siervos están armados con la armas de salvación que Dios
ha concedido a sus predestinados. ¡Madre de Misericordia! Aplacad a vuestro Divino
Hijo. Cuando morabais en la tierra, solo ocupabais una pequeña parte de ella;
pero ahora que estáis elevada a lo más alto de los cielos, todo el mundo os
mira como el Altar de Propiciación común a todas las naciones. Haced, ¡oh
Virgen Purísima!, que por vuestra infinita caridad halle gracia a los ojos de
vuestro Adorable Hijo mi Salvador. Amén.
San Andrés de Candía
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