¡Oh Inmaculada Virgen y Madre de Dios, Reina y Señora de
la gracia! Dignaos por caridad dar una compasiva mirada a este mundo perdido
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¡Oh, Virgen Purísima y sin
tacha! ¡Oh María, Madre de Dios, Reina del universo!, vuestro poder excede al
de todos los Santos, sois la Esperanza de los elegidos y la alegría de los
bienaventurados. Vos nos habéis reconciliado con Dios, Vos sois la única
Abogada de los pecadores y el puerto seguro de los náufragos. Vos sois el
consuelo del mundo, la libertad de los cautivos, la salud de los enfermos, la
alegría de los afligidos y la salvación de todos. A Vos, ¡oh María! recurrimos.
De Vos lo esperamos todo y os suplicamos que tengáis piedad de nosotros. Amén.
San Efrén
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