“Que el nombre de María fue
sacado desde la eternidad de los tesoros mismos de la Divinidad, cuando en el
Cielo fue decretada la Redención mediante la Encarnación del Verbo”
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Deduce de aquí cómo debemos de
respetar y venerar este Santísimo Nombre y cómo después del nombre de Jesús no
hay otro ni más santo, ni más dulce, ni más útil, para nosotros, que el nombre
de María. Si el nombre de Jesús es santificador, también santifica el nombre de
María si sabemos pronunciarlo con todo el respeto y amor que se merece. He aquí
por qué después del nombre de Dios y el de Jesús, es el más popular de todos.
Las madres lo enseñan a sus hijos, los enfermos y atribulados así la llaman, los
moribundos, de este modo la invocan.
¡Cuántas iglesias! ¡Cuántas
ermitas en todo el mundo levantadas en honor del nombre de María! ¡Cuántos
pecadores solo con esta invocación se han convertido! ¡Cuántos milagros
efectuados con la invocación del nombre de María! No hay nada más dulce a las
almas santas, ni más provechoso a las pecadoras, que juntar esos dos nombres
benditos de Jesús y María y pronunciarlos e invocarlos muy a menudo para
acostumbrase a sacar de ellos la inmensa utilidad que su frecuente repetición
lleva a las almas. ¿Lo haces así tú? ¿Te has preocupado de estudiar la importancia
y la grandeza divina de este Santísimo nombre? ¿Lo dices muchas veces con
verdadero fervor, especialmente en las tentaciones, dificultades,
contrariedades y penas de la vida? ¿Lo tienes sobre todo bien grabado en el
fondo de tu corazón?
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