La Natividad de la Santísima Virgen María constituye un motivo de alegría universal para la tierra y para el Cielo. En su nacimiento se alegraron Dios, los Ángeles, los Santos y la Iglesia toda |
El nacimiento de la Santísima
Virgen María, la Mujer predestinada para ser Madre de Dios aparece sobre la
tierra con su alma Santa e Inmaculada, con la misma Pureza y Santidad con que
salió de las manos de Dios. Y su vida terrena es vida de gracia, no es una vida
celestial sino verdaderamente divina. Por eso, la Iglesia, la celebra y a todos
nos invita a celebrarla con estas palabras: “Con alegría grande celebramos la
Natividad de la Santísima Virgen María, pues su nacimiento ha llenado de gozo
el universo mundo”.
Alégrate y corre a felicitar a
tu Madre querida, la única que merece ser felicitada en su nacimiento, la única
que trae con su vida terrena el germen de la vida de la gracia para sí y para
todos los demás.
Es la obra maestra de las
manos de Dios. Al ver el Señor, dice el Génesis, las cosas que había creado, le
parecieron muy buenas y se gozó en ellas. ¡Cómo, pues, se gozaría al ver a
María! Penetra aún más en este pensamiento. Recuerda cómo el hombre pecó y con
su pecado toda la creación, y el plan de Dios se trastornó. Ya no podía el
Señor mirar con gusto a la tierra; no tenía donde posar sus ojos. Por todas
partes se había extendido el reino del pecado.
Pero aparece María y todo
cambia. Después de cuatro mil años vuelve Dios a ver hermosa la creación, la tierra
los hombres. Ya no se aparta su vista de ellos, con asco y repugnancia. Otra
vez ve su imagen perfecta y pura en María y por María contempla restaurada esa
imagen en los demás. ¡Qué gozo el de Dios al ver a María en su nacimiento! ¡Qué
alegría al contemplarla tan Pura, tan Santa, tan llena de Gracia!
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