"Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que
los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú, al
menos, procura consolarme y di que a todos los que durante cinco meses en el
primer sábado se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen los cinco
misterios del Rosario y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los
misterios del Rosario con el fin de desagraviarme, les prometo asistir en la
hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación"
Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!
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