MARTES
¡Oh Madre mía Dulcísima!, en la sangre de Jesucristo y en vuestra intercesión pongo toda mi esperanza |
¡Oh María Santísima, Madre de
bondad y de misericordia!, considerando mis pecados y pensando en el momento de
mi muerte, tiemblo y estoy confuso. ¡Oh Madre mía Dulcísima!, en la sangre de Jesucristo
y en vuestra intercesión pongo toda mi esperanza. ¡Oh Consuelo de los
afligidos!, no me dejéis en aquel trance; no dejéis de consolarme en tan grande
aflicción. Si ahora me causa tan gran tormento el recuerdo de mis pecados, la
incertidumbre del perdón, el peligro de caer de nuevo y el rigor de la divina
justicia ¿qué será de mí en aquella hora? ¡Ah Señora mía!, antes de que llegue
la muerte, alcanzadme una gran contrición de mis pecados, una verdadera
enmienda y la fidelidad a Dios en lo que me queda de vida. Y cuando llegue el
tiempo de mi muerte, ¡Oh María, esperanza mía!, ayudadme en aquellas angustias
en que me he de encontrar; dadme fuerzas para no desesperar a la vista de mis
culpas que el demonio pondrán delante de mí. Haced que entonces os invoque con
más frecuencia, para que expire con vuestro Dulcísimo Nombre en los labios y
con el de vuestro Santísimo Hijo. Quiero y espero de Vos esta gracia que habéis
hecho a tantos devotos vuestros. Así sea.
Tres Avemarías
en reparación de las blasfemias contra la Santísima Virgen María.
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