MIÉRCOLES
¡Oh Madre de Dios, María
Santísima, cuántas veces he merecido el infierno por mis pecados! Tal vez
la sentencia por mi primer pecado se hubiera ejecutado, si vuestra piadosa mano
no hubiese detenido la Divina Justicia. Y después, venciendo mi dureza, me
habéis llamado a tener confianza en Vos. ¡Oh!, y en cuántos otros delitos no
hubiese quizás caído, a causa de los peligros que se me han presentado, si Vos,
¡oh Madre amorosa!, no me hubieseis preservado con las gracias que me
habéis alcanzado. ¡Ah, Reina mía! ¿De qué me servirán vuestra misericordia
y los favores que me habéis hecho si me condeno? Si un tiempo no os amé, ahora,
después de Dios, os amo sobre todas las cosas. ¡Ah!, no me permitáis que vuelva
las espaldas a Vos y a Dios, que por mediación vuestra tantas misericordias me
ha concedido. ¿Toleraréis ver condenado a un siervo vuestro, que os ama? ¡Oh María!
¿Qué me decís? ¿Me condenaré? Me condenaré, si os abandono. Pero, ¿quién podrá
olvidarse del amor que me habéis tenido? No, que no se pierde el que a Vos con
fidelidad se encomienda y a Vos acude. ¡Ah!, no me dejéis en mi arbitrio,
¡Madre mía!, porque me perderé. Haced
que siempre acuda a Vos. Salvadme, ¡Esperanza mía!, salvadme del infierno y,
ante todo, del pecado, que es lo único que al infierno me puede condenar. Así
sea.
Tres Avemarías en reparación
de las blasfemias contra la Santísima Virgen María.
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