¡Oh María, que te reconociste esclava del Señor!, enséñame a consagrar toda mi vida y mis fuerzas al servicio del Señor |
Llévame tras Ti, ¡oh Virgen María!, para que yo corra al
olor de tus perfumes. Llévame, porque estoy atado por el peso de mis pecados y
la malicia de mis enemigos. Como nadie va al Padre si no le lleva el Hijo, así
me atrevo a decir, en cierto modo nadie va al Hijo si no le llevas Tú, ¡oh
María!, con tus santas oraciones. Tú enseñas la verdadera sabiduría; Tú
alcanzas la gracia a los pecadores; Tú eres su abogada; Tú prometes la gloria a
quién te honra, porque eres la tesorera de las gracias. Tú encontraste gracia
ante los ojos del Señor, ¡oh Dulcísima Virgen!; Tú, que fuiste preservada de la
mancha original; Tú, que estabas llena del Espíritu Santo, y que concebiste al
Hijo de Dios. ¡Oh Humildísima María! No has recibido todas estas gracias
solamente para Ti, sino también para nosotros, para que nos asistas en todas
nuestras necesidades.
Venerable R. Jordán
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.