¡Tú, Madre mía, eres mi Señora, y yo tu siervo humilde! |
¡Oh alma mía! ¿Tienes miedo de acercarte a Dios? Si Dios
te dio a Jesús como Mediador, ¿qué no podrá obtener del Padre tal Hijo? El
Padre le escuchará siempre por el amor mutuo que se tienen. ¿Pero es que
sientes miedo también de acercarte a Jesús? Se hizo hermano tuyo, tu compañero,
quiso soportar todas las humillaciones de la naturaleza humana, menos el
pecado, para compadecerse de nuestras miserias; fue María quien te dio tal
hermano. ¿Te atemoriza por ventura aún su majestad divina, porque Jesús, no obstante
haberse hecho hombre, sigue siendo Dios? Ven a María. María es una pura
criatura; pura, no sólo porque estuvo libre de todo pecado, sino también por su
naturaleza únicamente humana. ¡Oh María! Estoy seguro de que tus deseos serán
atendidos por la benevolencia de que gozas; estoy seguro de que tu Hijo te
escuchará porque eres su Madre, y de que el Padre escuchará a su Hijo. En Ti esperaré
sin desfallecer; Tú eres el motivo de mi esperanza. ¡Oh Virgen benditísima! El
Ángel dijo que “habías encontrado gracia delante de Dios” (Lc. 1, 30). Sé que
siempre encontrarás gracia delante de Dios; yo sólo necesito gracia y sólo
gracia te pido.
San Bernardo
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