¡Oh Santo Rosario de mi Madre, te estrecho contra mi pecho y con reverencia te beso! |
Mi alma rendida al pie de tu Trono,
¡oh grande y gloriosa Señora!, te venera entre los gemidos y angustias que
sobremanera la oprimen. En medio de las penas y agitaciones en que me hallo,
levanto confiado los ojos hacia Ti, que te dignaste elegir para tu morada las
campiñas de pobres y desamparados labriegos. ¡Oh! apiádate de esta alma que
yace aletargada bajo el polvo y las sombras de la muerte ¡Ten piedad de mí!,
¡oh Señora!; ten piedad de mí que me hallo abrumado de miserias y humillaciones.
Tú que eres exterminio de los demonios defiéndeme de los enemigos que me
asedian. Tú que eres el Auxilio de los cristianos, sácame de las tribulaciones
en que me hallo sumido. Tú que eres nuestra vida, triunfa de la muerte que
amenaza mi alma en los peligros a que se halla expuesta. Devuélveme la paz, la
tranquilidad, el amor, la salud, mientras de todo corazón te saludo e invoco
por mi Soberana y por Reina del Santísimo Rosario… Salve Regína, Mater
misericodiae...
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