Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

jueves, 11 de octubre de 2018

11 DE OCTUBRE, MATERNIDAD DIVINA DE NUESTRA MADRE MARÍA

"Esta maternidad; nunca llegaremos a sondear toda su profunda y altísima magnificencia"

En este instante, -la Anunciación-, queda María convertida en verdadera Madre de Dios. Dignidad altísima y maravillosa. Es infinita, porque infinita es la dignidad de su Hijo. Es un parentesco real y físico con el Hijo de Dios. Desde este momento, Dios está en María no en imagen, no con su gracia, sino con su persona misma Divina. Hay entre Dios y María una verdadera identidad en cuanto que la carne y sangre de su Hijo, son carne y sangre de María.

Es la unión más íntima y sublime que puede darse entre una criatura y Dios. Por ella María, al ser Madre de Dios, adquiere la más alta autoridad, la autoridad de mandar a su Hijo; adquiere el más alto privilegio, el de un derecho especial al amor de su Hijo y a recibir de Él todos los bienes de gracia y de gloria con el poder de comunicarlo a los demás.

En esta maternidad divina se funda la verdad de que Ella es nuestra Mediadora y una Mediadora omnipotente, porque participa por la gracia de la omnipotencia que Dios tiene por naturaleza y, además, es por esta maternidad la dispensadora de todas de todas las gracias, ya que se ve claramente que Dios no quiere comunicarse a los hombres directamente, sino por medio de María, como lo hizo en la Encarnación.

Magnífica, sublime y divina esta maternidad; nunca llegaremos a sondear toda su profunda y altísima magnificencia. Dios puede crear más mundos, más Ángeles, otros seres infinitamente más perfectos, pero no puede hacer una Madre mayor que la Madre de Dios. 



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