¡Oh, Virgen purísima y sin tacha! ¡Oh María, Madre de Dios, Reina del universo!, vuestro poder excede al de todos los Santos, sois la esperanza de los elegidos y la alegría de los bienaventurados |
Vuestro nombre, ¡oh Santa
Madre de Dios!, contiene todas las gracias y todas las bendiciones divinas. Vos
habéis llevado en vuestro seno al que es incomprensible y habéis alimentado al
que alimenta a todas las criaturas. El que llena el cielo y la tierra, el que
es Soberano de todas las cosas ha querido seros deudor del vestido de carne que
antes no tenía. Regocijaos, ¡oh Madre de Dios!, regocijaos de tener por deudor
al que da el ser a todas las criaturas. Todos somos deudores de Dios, pero
puede decirse que Dios ha querido serlo vuestro en cierto modo. Así es, ¡Madre
amantísima!, que vuestra caridad y vuestro crédito para con Dios exceden a la
caridad y al crédito de todos los Santos. Nosotros celebramos vuestra gloria,
sabemos cuán grande es vuestra bondad, y os suplicamos que os acordéis de nosotros
y de nuestras miserias. Amén.
San Metodio, de
Tesalónica
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