Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

martes, 22 de mayo de 2018

MARÍA Y LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO, II

Mírala hoy, si cabe más pura, más blanca, más resplandeciente, más santa, más llena de amor a Dios y a los hombres

La venida.- Y cuando así estuvieron preparados, es cuando vino el Espíritu Santo el día de Pentecostés, en forma de fuego. Penetra en el cenáculo y contempla el estupor y espanto de los Apóstoles, al oír aquel viento impetuoso, al ver que la casa toda temblaba y parecía venirse a tierra, al percibir aquella lluvia misteriosa de lenguas de fuego, que se posaban sobre cada uno de ellos después, el gozo inmenso al sentirse llenos del Espíritu Santo y de sus dones y gracias y, sobre todo, del amor encendido y abrasador que es el Divino Espíritu.

Y ¿qué sentiría la Santísima Virgen? Ella fue la primera en comprender la llegada del Espíritu Santo y, sin asustarse por aquellas señales violentas que le acompañaron, se recogió fervorosamente en su interior, para mejor recibirle. ¡Qué gusto no recibiría, por decirlo así, el Espíritu Santo al encontrar un alma tan bien dispuesta como la de María! si ya le había dado antes la plenitud de su gracia, ¿qué más podía hacer con Ella el Espíritu Santo en este día?

Milagrosamente aumentaría su capacidad, dilataría los senos de su alma, ensancharía todo lo posible su corazón, para tener satisfacción de volverla a llenar de nuevas gracias, de nuevos privilegios, de nuevo y más encendido amor. Póstrate ante tu Madre querida y admira esa grandeza inmensa, casi infinita y divina, de que la ves revestida hoy al recibir al Espíritu Santo.

Mírala hoy, si cabe más pura, más blanca, más resplandeciente, más santa, más llena de amor a Dios y a los hombres. Si ahora se le apareciera el Arcángel, no hay duda que enmudecería, pues en su lenguaje angélico, no encontraría expresiones para saludar dignamente a María. Haz que salte de gozo tu corazón, ante esta consideración y pide a tu Madre un poquito de lo muchísimo que Ella tiene y posee.  


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