¡Qué dichosos los Apóstoles que pudieron orar junto con la Virgen! |
Preparación.- Los Apóstoles y
discípulos se retiraron al Cenáculo para prepararse allí con la Santísima
Virgen, a la venida del Espíritu Santo. Examina esta preparación:
a) Primero se retiran, porque
el retiro y la soledad es donde Dios se comunica con las almas. A Dios no le gusta hablar en medio de las cosas del mundo y si habla, con ese ruido no se le
oye ni se entiende bien su voz. Ama mucho el retiro, el silencio, la soledad de
tu alma, donde quiere el Señor hablarte.
Por eso, esta soledad no sólo
ha de ser exterior, sino interior, acallando otros pensamientos, negocios,
impresiones, asuntos que traigas entre manos. Mira si no será esa, muchas veces,
la razón de tus faltas en la oración y el poco provecho de la misma. ¿Sabes
retirarte exteriormente e interiormente? ¿Sabes poner silencio en tu alma a
todo lo que sea ajeno a la oración?
b) Se retiraron a orar todos a
una. La oración es la solución para todo. Cristo nunca se dispensaba de ella.
Oró en el Cenáculo, en el Huerto, en la Cruz misma. Orando encontró el Ángel a
la Virgen en su Anunciación. Los Apóstoles, por indicación de la Virgen, se retiraron
a orar. También a ti te llama diariamente. ¿Cómo respondes? ¿Eres alma de
oración? ¿Acudes a ella a buscar luz, consuelo, fuerza?
c) En compañía de la Virgen.
¡Qué dichosos los Apóstoles que pudieron orar junto con la Virgen! Ella
dirigiría la oración. Ella daría ejemplo de fervor. Sólo con mirarla a Ella, se
disiparía el cansancio, la tibieza, las distracciones. Pero, ¿es qué tú, si
quieres, no puedes hacer lo mismo? ¿Por qué no oras con María, mirando a María,
aprendiendo de María? Haz un poco de examen y pregúntate si al comenzar y al
continuar y al concluir la oración la haces con la Santísima Virgen. Aprende
aquí también a tener devoción a la oración común. ¡Cómo agrada a Dios!, ¡cuán
provechosa es!
d) Finalmente, fíjate en la
constancia. El Espíritu Santo no descendió sobre ellos hasta pasados diez días
en continua oración. ¡Pronto nos cansamos de orar! Queremos conseguirlo todo en
seguida y si no, viene el desaliento, la desilusión. ¡Qué falta de
perseverancia! Pídesela a la Santísima Virgen. Que no un día, ni dos, sino
siempre, sea tu oración fervorosa y así será eficazmente santificadora.
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