¡Dios te Salve María, Reina
del Santo Rosario! ¡María, Madre mía, Salve!, a tus pies humildemente postrado
me hallo para ofrendarte una corona de Rosas
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¡Oh Augusta Reina de las
Victorias, oh Virgen Soberana del Paraíso!, cuyo nombre poderoso alegra los
cielos y hace temblar de terror a los abismos. ¡Oh gloriosa Reina del Santísimo
Rosario!, nosotros, los venturosos hijos vuestros, postrados a vuestras plantas, derramamos
entre lágrimas los afectos de nuestro corazón, y con la confianza de hijos os
manifestamos nuestras necesidades.
Desde ese Trono de Clemencia
donde os sentáis como Reina, volved, ¡oh María!, vuestros ojos misericordiosos
a nosotros; a nuestras familias, a nuestra nación, a la Iglesia Católica, al
mundo todo, y apiadaos de las penas y amarguras que nos afligen. Mirad, ¡oh
Madre!, cuántos peligros para el alma y cuerpo nos rodean; cuántas calamidades
y aflicciones nos agobian. Detened el brazo de la justicia de vuestro Hijo
ofendido, y con vuestra bondad subyugad el corazón de los pecadores, pues ellos
son nuestros hermanos e hijos vuestros, que al dulce Jesús costaron su Sangre Divina y a vuestro sensibilísimo Corazón indecibles dolores. Mostraos hoy para
con todos Reina verdadera de paz y de perdón. Así sea
Dios te salve, Reina y
Madre...
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