Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

viernes, 13 de octubre de 2017

SEXTA Y ÚLTIMA APARICIÓN - 13 DE OCTUBRE DE 1917

Que no ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido
Sexta Aparición

Sábado, 13 de octubre

Salimos de casa bastante pronto, contando con las demoras del camino. Había gente en masa (70.000 personas), bajo una lluvia torrencial. Mi madre, temiendo que fuese aquel el último día de mi vida, con el corazón traspasado por la incertidumbre de lo que podía ocurrir, quiso acompañarme. Por el camino, las escenas del mes pasado, más numerosas y conmovedoras. Ni el barro de los caminos impedía a la gente arrodillarse en actitud de suplicante.

Llegados a Cova de Iría, junto a la encina, llevada de un movimiento interior, pedí al pueblo que cerrasen los paraguas para rezar el rosario. Poco después vimos el reflejo de luz y en seguida a la Virgen sobre la encina.

-¿Qué es lo que usted quiere?
-Quiero decirte que hagan aquí una capilla en honor mío, soy la Señora del Rosario, que continúen rezando el Rosario todos los días. La guerra está acabándose y los soldados volverán pronto a sus casas.
-Tenía muchas cosas que pedirle: si curaba a unos enfermos, si convertía a unos pecadores, et cétera.
-Unos, sí; otros, no. Es preciso que se enmienden; que pidan perdón de sus pecados.
Y tomando aspecto más triste dijo:
-Que no ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido
Y abriendo sus manos las hizo reflejar en el sol, y en cuanto se elevaba continuaba el brillo de su propia luz proyectándose en el sol.

He aquí el motivo por el cual exclamé que mirasen al sol. Mi motivo no era llamar la atención del pueblo, pues ni siquiera me daba cuenta de su presencia. Fui inducida para ello por un impulso interior.

(Se da entonces el milagro del sol prometido tres meses antes, como prueba de la verdad de las apariciones de Fátima. La lluvia cesa y el sol por tres veces gira sobre sí mismo. Lanzando a todos los lados fajas de luz de varios colores: amarillo, lila, anaranjado y rojo. Parece a cierta altura desprenderse del firmamento y caer sobre la muchedumbre. Al cabo de diez minutos de prodigio toma su estado normal. Entretanto, los pastorcitos eran favorecidos por otras visiones)

Desaparecida Nuestra Señora en la inmensidad del firmamento, vimos al lado del sol a San José con el Niño Jesús y a Nuestra Señora vestida de blanco con un manto azul. San José con el Niño parecía bendecir al mundo, pues hacían con las manos unos gestos en forma de cruz.

Poco después, pasada, esta Aparición, vi a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, que me daban sensación de ser la Virgen de los Dolores. Nuestro Señor parecía bendecir al mundo de la misma forma que San José. Se disipó esta Aparición y me parecía ver todavía a Nuestra Señora en forma semejante a Nuestra Señora del Carmen.


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